domingo, 17 de febrero de 2008

El fin de la inocencia 9

Campo literario jujeño en la década del noventa: Referentes

Leer: El fin de la inocencia 8

Ya dijimos que los escritores establecen relaciones en el interior del campo intelectual.[1] Conexiones que están determinadas por la posición que cada cual ocupa o quiere ocupar. Así, es posible ver a tres parejas que se autodesignan: Accame-Elena Bossi (1954), Accame-Constant y Alberto Alabí (1959)-Carrizo.

Por otro lado –y aunque no son correspondidos– Aguirre y Cormenzana, por separado, son considerados como un par tanto por Alabí como por Carrizo. Baca lo es para Alabí, Bossi, Carrizo e Ildiko Nassr (1976). Groppa es sentido como un par por Alabí y Nassr. Castro lo es para Constant y Nassr.

Además, Bossi considera pares a Dorra y Guillermina Casasco; Alabí a Flora Guzmán; Carrizo a García y Mónica Undiano; Ricardo Dubin (1963) a Estela Mamaní (1955); Nassr, una de las últimas en ingresar al campo literario de los noventa,[2] es la que más pares desea tener: Homs, Patricia Calvelo (1970), Susana Quiroga (1942), Francisco Romano Pérez (1940), López Zenarruza, Rafael Vicente Calderón (1952), Matías Teruel (1982), Cañas, Carrizo, Accame y Bossi; por último, Ramos a Emma Solá de Solá, Zerpa y Joaquín Burgos (1917-1992).

También están aquellos que reivindican su individualidad por encima de cualquier intento unificador o prefieren no explicitar sus preferencias: Aguirre, Espejo, Homs, Negro, Quiroga y Undiano.

Es una lástima que tanto Baca como Cormenzana no hayan contestado la encuesta citada, ya que ambos tienen mucho que ver con la prehistoria de la literatura de los noventa. Ellos, junto a Aguirre, compartieron una breve estadía en Tucumán en la década del setenta que fue fructífera para los tres. Allá, Aguirre y Comenzana editaron dos números de la revista literaria Gorrión. Baca después escribió un largo comentario[3] de lo que significó para él ciertas conversaciones que tuvo con el hasta ahora poeta sin libro. Aguirre, por su parte, escribió un poema-prólogo para el ya casi mítico texto inédito Poemas del Jigante de Cormenzana. Éste, en una entrevista, expresó que de poesía solamente hablaba con Aguirre y Baca.[4]

Durante los noventa circuló cierta moda intelectual que afirmaba que la historia era un producto sin sujetos, pensar de esa manera –ahora lo sabemos– es un error. La historia de la literatura no es un proceso sin sujetos, es un espacio donde la libertad de relacionarse entre pares siempre estuvo a la orden del día.

Una posible inferencia de las relaciones que han establecido nuestros escritores, en el pasado reciente, bien podría ser graficada de la siguiente manera:

Al elegir un par, los escritores fundan su propia imagen; es decir, designan un referente que está a su propia altura. Desde este punto de vista, resulta exagerada la pretensión de Alabí y Nassr de considerar como semejante a Groppa. No es un exceso, en cambio, afirmar que Cormenzana colaboró con sus pares Aguirre y Baca para abrir un camino nuevo. A propósito del rigor estético, afirma el último:

Lo interior es lo más difícil de poner en juego. Así como puede ser bello, puede ser cruel, o miserable. Difícil es dejar que un objeto exterior -el poema- tenga derechos sobre lo más interior. Algo del rigor que exigía Cormenzana, podría explicarse diciendo, ahora, que si ha de tener esos derechos, el poema antes debe ser perfecto.[5]

Los poemas de Cormenzana, como ya se ha dicho, aún circulan como textos para iniciados de una logia secreta. Él, como ninguno, posee el perfil del artista border line: el que sin estudios sistemáticos de música llega a ser violinista de la Orquesta Sinfónica de Tucumán, el que hace letras de rock para chicos que comienzan a armar sus bandas y el que encarna, fundamentalmente, la imagen del poeta que sólo escribe para poetas.

Sin ánimo de considerar cumplidos, ni condescendencias, ni condecorarle insignias, digo de Álvaro Cormenzana lo que él seguramente nunca quiera revelar: la secreta felicidad de un ser desposeído, sin oprobio, ni maldad, que redime palabras por el sólo hecho de hacerlas correr desbocadas hasta levantar al cielo su polvareda.[6]

Ser un desposeído implica, en este caso, no tener libro propio. Significa, además, no estar atado a nada y disponer de agilidad para contraatacar con palabras que tienen como soporte las páginas de una antología agotada y la propia voz del poeta. Cormenzana representa, entonces, el orgullo del solo que no espera nada.

Ahora bien, ¿no es un peligro encerrarse en reducidos grupos? ¿Vale la pena integrar logias a las que acceden sólo los iniciados? ¿Acaso los escritores son bandas en fuga que no dan batalla ni siquiera para defender una ley que les concierne? ¿O son los que detrás de una estética nos transmiten una ética que contiene valores, ideas, libertades y memorias?

Leer: El fin de la inocencia 10


[1] Las relaciones que a continuación se detallan son una consecuencia del cruce de respuestas que los escritores expresan en el libro Encuesta a la literatura jujeña contemporánea ya citado. Desde ya aclaro que no se tratan de relaciones fijas y estables; sirven –eso sí– para determinar un estado del campo en un momento dado. Sería saludable que, con cierta periodicidad, se (re)estructurara el escalafón de autores y textos.

[2] Esta autora, en la dedicatoria de su primer libro Vida de perros (1998), reconoce –de manera pródiga– la condición de maestro que ejerció Alabí sobre ella.

[3] Pablo Baca, “Cormenzana: decirlo todo en una frase”, en Reynaldo Castro (editor), Nueva poesía de Jujuy, op. cit.

[4] Reynaldo Castro, “Álvaro Cormenzana: el enfermo de las palabras”, entrevista publicada en el suplemento literario del Pregón (San Salvador de Jujuy, 27 de diciembre de 1992).

[5] Pablo Baca, ibídem.

[6] Roberto Salvatierra, comentario inédito (Salta, invierno de 2003).


sábado, 16 de febrero de 2008

El fin de la inocencia 8

Campo literario jujeño en la década del noventa: La poesía gana la partida

Leer: El fin de la inocencia 7

La productividad de la poesía, en relación con los otros géneros, se puede verificar en un riguroso análisis de sesenta colecciones de revistas literarias publicadas, en su mayoría en Buenos Aires, entre 1960 y 1990.[1]

Catorce autores de Jujuy aparecen en los registros. De ellos, ocho publicaron poemas: Aguirre (Diario de poesía nº 14); Juana Alcira Arancibia (El grillo nº 6); Bianchedi (El lagrimal trifurca nº 5, Rosario); Calvetti (Hojas del caminador nº 21, Castelar, provincia de Buenos Aires; Macedonio nº 4/5 y Satura nº 1); Carrizo (Mascaró nº 6), Coronel (Latinoamericana nº 2); Groppa (Diario de poesía nº 12; Hojas del caminador nº 29, Castelar, provincia de Buenos Aires; Letras de Buenos Aires nº 2 y nº 26; Megafón nº 9/10, 13 y 14) y Federico Undiano (Eco contemporáneo nº 10). Tres publicaron reseñas: Arancibia (Letras de Buenos Aires nº 24); Demitrópulos (Megafón nº 14) y Espejo (Papiros del siglo veinte, nº 5). Dos publicaron narraciones: Demitrópulos (Puro cuento nº 21) y Tizón (Crisis nº 9, 21, 28, 33; El molinero de pimienta nº 6, Berazategui, provincia de Buenos Aires y Puro cuento nº 13). También dos fueron los entrevistados: Arancibia (Napenay nº 9/10) y Tizón (Crisis nº 21). Otros dos publicaron críticas: Castro (Diario de poesía nº 14) y Terrón de Bellomo (Letras de Buenos Aires, nº 24 y Megafón nº 14). Además, Fidalgo publicó una traducción (Macedonio nº 4/5) y Groppa una carta (Pájaro de fuego nº 41).

La enumeración permite cotejar la proyección que los autores de Jujuy tienen más allá de los límites provinciales. Resalta, además, la buena recepción que tienen las obras de Groppa y Tizón. No hay dudas de que el lugar que ambos ocupan, dentro del campo literario, es central.

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[1] Nélida Salvador, Miryam Gover de Nasatsky y Elena Ardissone, Revistas literarias argentinas, 1960 - 1990: Aportes para una bibliografía (Buenos Aires, s/ mención editorial, 1997). En los casos que no se menciona el nombre de la ciudad es porque fue impresa en la ciudad de Buenos Aires.


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