lunes, 21 de febrero de 2011

Las luchas de los jóvenes argentinos por sus derechos

Hoy a las 19 estaremos, junto a otros compañeros investigadores, hablando a jóvenes en el Centro de Actividades Juveniles (CAJ) del Bachillerato Provincial Nº 15 que está en el barrio Cuyaya. A continuación, un resumen de lo que hablaré.



La juventud, como actor generacional, se manifiesta tempranamente en Córdoba de 1918. Es decir, se adelanta medio siglo al fenómeno cultural que cobrará notoriedad en todo el mundo. Hasta entonces, el factor juvenil no existía en ningún lugar del mundo. La niñez se reemplazaba por la juventud sin ningún estadio previo. Los jóvenes cordobeses lanzan un llamamiento a los hombres libres de Sudamérica y eso mensaje resultó sumamente fructífero. Una brillante generación de políticos, escritores e intelectuales se aglutinó alrededor de los reformistas y ese foco irradió para toda América Latina.

Cincuenta años más tarde, las acciones juveniles ganaron el centro de la escena política. Son jóvenes los estudiantes que paralizan Francia con sus demandas para que la imaginación llegue al poder, son jóvenes los que inician un cambio en la costumbres sexuales de una sociedad timorata y son jóvenes, fundamentalmente, los que encarnan las luchas de los pueblos tercermundistas por su liberación.

En la década del setenta esas primeras acciones de agitación y rebeldía ya tienen sus organizaciones que funcionan como paraguas protectores. Los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, tienen sectores que se movilizan con el espíritu juvenil. Resulta digno de destacar la presencia de mujeres en las filas revolucionarias, como son los casos de las hijas del guionista de historietas Héctor Germán Oesterheld, Vicky Walsh y Alcira Fidalgo; hijas de escritores emblemáticos las dos últimas.

Las dictaduras latinoamericanas, por esa razón, tuvieron a los jóvenes en su mira. En el caso argentino, la represión fue la más sangrienta del continente, pero también la resistencia a esa opresión fue la más significativa: las luchas de las madres de la Plaza de Mayo (mujeres que, según ellas mismas, fueron paridas por sus propios hijos) resultaron emblemáticas para que la dictadura no se banque más.

La recuperación democrática se nutrió de jóvenes para la reconstrucción de la sociedad. Los centros de estudiantes, los sectores juveniles de los distintos partidos políticos y nuevos escritores, artistas e intelectuales le dieron a los años ochenta un soplo de aire puro a una escena que estaba cargada con el olor de demasiados cadáveres de la dictadura. Otra vez, las consignas volvieron al centro de las disputas políticas y las movilizaciones de fines de esa década encontraron no pocas veces a los líderes de los gremios locales enfrentados contra el poder político de turno.
Fotografía de Belén Revollo

Nuestros años noventa fueron crueles en todos los sentidos. El neoliberalismo copó el centro de la discusión y los políticos locales se alinearon obedientemente con el poder de turno. Un líder social que había calentado sus ideas en el seno del Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades, Carlos “Perro” Santillán fue uno de los protagonistas clave para la remoción de varios de los peores gobernadores que tuvimos que soportar.

Los jóvenes, a lo largo de todo el siglo XX, fueron el motor fundamental de los grandes cambios de la humanidad. Todos los proyectos utópicos se nutrieron de los jóvenes. En más de una oportunidad, ellos encarnaron a las vanguardias y así forjaron lo mejor y lo peor del siglo que pasó.

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