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Isabel Sarli
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Dentro de unas horas, los avisos sobre la importancia de las
mujeres nos inundarán. Las altas autoridades lanzarán sus “creativos” avisos,
repartirán flores y chocolates para sus colaboradoras. Porque, claro, las
mujeres tienen que colaborar, ser sumisas y mejor si tienen la piel clara. Es
más, no sólo tienen que ser mujeres, también deben parecer mujeres
colaboradoras, sumisas y blancas.
No se les debe ocurrir dirigir una organización, ni fundar
un partido político ni mucho menos –¡la virgen del Pilar no lo permita!– ser
dirigentes de primera línea que buscan disputar el poder real que casi siempre
es económico, religioso y político.
Desde el vamos se nos enseña que el dios todopoderoso es
padre; es decir, hombre. Y no sólo eso, es padre, es hijo y es espíritu santo.
Nunca madre, nunca hija ni mucho menos un alma santa. El dios trino y uno
siempre es masculino. Pero, ¿qué pasaría si dios fuese mujer? ¿Y si dios
moviese sus pechos dulcemente como las enfermeras locas que describió en un
memorable poema Juan Gelman? El mismo poeta nos da la respuesta: la mujer que
postule un dios que sea mujer termina en la hoguera. Por gritar que dios tiene
tetas, en el poema; en la cárcel, por atreverse a disputar el poder al
conservadurismo, en nuestra sociedad.
Ahora bien, ¿no nos enseñaron nuestros antecesores que la
madre tierra es la pachamama? ¿No sabemos que nuestra deidad es femenina? Sí lo
sabemos, por eso, la honramos en un patio de tierra, ofrendamos los bienes que
queremos recibir y sabemos de su fertilidad que, dicho sea de paso, está en las
antípodas de la infecundidad de las vírgenes. (Algunos políticos hacen un
acting, se arrodillan sobre una alfombra mullida y hasta tratan de poner caras
de collas, pero son tan falsos como Macri, Massa y Morales festejando el
carnaval con un ballet contratado.)
Recién escribí tres apellidos que corresponden a la
santísima trinidad que nos gobierna: todos hombres. Sí, soy un malpensado. No
debería pensar a un dios como una enfermera que mueve sus pechos dulcemente en
un albergue transitorio. Por eso, abandono la lectura del poema de Gelman y
visito el sitio del gobierno de la Jujuy.
Hago click donde dice “autoridades”: el gobernador es un
hombre, lo mismo que el fiscal y el secretario general de la gobernación (el
último, además, tiene el mismo apellido que el gobernador, causalmente), tres a
cero hasta aquí. Ahora veo quienes están al frente de los ministerios: ocho
hombres (en Salud, Gobierno, Hacienda y finanzas, Producción y desarrollo
económico, Infraestructura, tierra y vivienda, Trabajo, Cultura y turismo y
Seguridad) y tres mujeres (Desarrollo Humano, Educación y Ambiente). En total,
nuestros altos funcionarios en el Ejecutivo provincial son once varones y tres
mujeres. Una diferencia notable, ¿no?
¿Qué pasaría si un día el poder religioso convierte en santa
a Visitación Sibila, más conocida por nosotros como la “Almita” Sibila, quien
fue asesinada en 1908, por un criminal que tenía antecedentes y después fue
juzgado y condenado? ¿Qué pasaría si el poder político actual buscara
antecedentes, juzgara y, recién después de juzgar, encerraría en la cárcel a
los culpables que vaciaron el Banco de Acción Social, por dar un ejemplo, entre
los que está denunciado un hombre que tiene el mismo apellido que el
vicegobernador que también es hombre, dicho sea de paso? ¿Qué pasaría si se
juzgara a los empresarios que colaboraron abiertamente con la última dictadura?
¿Qué pasaría si dejásemos de condenar a las mujeres que no son sumisas, ni
obedientes y encima son negras? ¿Y qué pasaría si dios fuese mujer?