Este libro apareció con un sello editorial de larga trayectoria en el campo intelectual: La Rosa Blindada. José Luis Mangieri, su director, no dudó ni un instante en apoyar este trabajo, razón por la que le agradezco públicamente. Él puso todo su entusiasmo -los que lo conocen, saben lo que eso significa- para lograr una edición digna que, además, resultara accesible para el bolsillo del lector:
Siempre tuve en cuenta que éste es un libro eminentemente político, lo que no quiere decir que lo he descuidado desde el punto de vista gráfico ni mucho menos. Lo que sí tuve en cuenta es la cuestión económica para que no gravitara en el precio de tapa del libro, entre otras cosas. Tranquilidad, que soy un editor responsable y eficiente (no hay de qué).[1]
Por este motivo, él respetó casi todas mis indicaciones. Es decir, hizo caso omiso a mi pedido para que las notas al pie figuraran en el final de cada página y no en las últimas; tampoco aceptó que cada capítulo comience en una página nueva. Esas decisiones permitieron ahorrar una buena cantidad de papel (esa primera edición tuvo 260 páginas) y, por lo tanto, el precio al público resultó amable.
Otro logro del editor fue que el libro circulara por todo el país y en algunos focos culturales del extranjero. Mangieri concurrió a programas de radio, concedió entrevistas que aparecieron en medios gráficos y el lanzamiento del libro no pasó desapercibido. El mismo acto de presentación fue un hervidero de gente. “No cabía ni un alfiler”, graficó una periodista amiga. Que el libro atraiga a tantas miradas -justo es decirlo- es, además, un mérito de la convocatoria de las madres y los familiares de nuestros detenidos-desaparecidos.[2]
Con vida los llevaron recibió comentarios que aparecieron en medios de Buenos Aires, Rosario, Mendoza y -no podía ser de otra manera- Jujuy. Y también se publicaron notas en Venezuela y Estados Unidos. Por otro lado, no fueron pocas las universidades extranjeras que adquirieron el libro para sus bibliotecas.
A mí me tocó responder a una batería de entrevistas. Las más interesantes fueron las que me realizaron Osvaldo Aguirre, un autor que establece relaciones promiscuas entre el periodismo y la literatura, y un grupo de jóvenes que terminaba la escuela media. Ellos demostraron ser muy buenos lectores y sus intervenciones resultaron las más interesantes. No ocurrió lo mismo con un político que, en el acto en el que el Consejo Deliberante declaró al libro de interés municipal, reconoció no haber leído el libro pero le parecía importante apoyar esta iniciativa. Ayer, la dictadura prohibió libros, amenazó y censuró a autores; hoy, existen funcionarios que no leen, quizás porque consideran a la lectura como un acto innecesario. La relación entre los dos momentos es directa: los regímenes totalitarios no permiten que sus ciudadanos piensen y nuestra democracia todavía tiene muchas cosas que mejorar. Esa analogía demuestra, además, la dificultad de cambiar ciertos modos de pensar.
Otra consecuencia del libro fue un curso que dicté sobre las memorias de la represión dictatorial en Jujuy. Esa capacitación se desarrolló gracias a la organización del gremio de los docentes secundarios y del nivel superior no universitario. Asistieron más de sesenta profesores que demostraron el interés por esta temática (novedosa, para los más jóvenes).
Por sugerencia de Mangieri, editamos la revista de memorias Nadie olvida nada -siete números, entre julio de 2004 y marzo del 2006- que después dio nombre al film documental que realizó Ariel Ogando. En las páginas de la revista, el pasado existía en tiempo presente; tal vez, ésa sea una de las pocas formas en que el pasado puede existir para las sociedades y no sólo para los historiadores.
Estas acciones permitieron crear un público lector, así me confirmaron los amigos libreros de esta ciudad. Y también permitieron que las voces de las mujeres que testimonian en el libro tengan resonancias en medios de alcance nacional y de otros países. Es de destacar, en ese sentido, la presencia de periodistas de la televisión holandesa en Jujuy; ellos registraron opiniones sobre la dictadura militar y lo que determinados políticos expresaron produce vergüenza ajena, algunos aseguraron (así quedó registrado en un video) que siempre brindaron respaldo a familiares de los detenidos-desaparecidos y esgrimieron, como signo de evidencialidad, la declaración de interés legislativo del acto de presentación de nuestro libro y de la revista, como si esas actuaciones fuesen algo más que un acto declarativo que apenas sirve para la tarea burocrática. Un diputado provincial afirmó que no puede colaborar porque “los organismos de DDHH son muy cerrados”; sólo le faltó declarar que los jujeños “somos derechos y humanos”.
En el 2005, gracias a los esfuerzos del ministerio de Educación de la Nación, la universidad local y el ministerio de Gobierno de Jujuy, apareció el cuadernillo Tejer con hilos rotos: Notas y entrevistas sobre una cultura de la memoria que reúne textos que escribí en diversas publicaciones. Ese cuadernillo formó parte del programa de articulación “Universidad y la Escuela Media II”, en el que formé parte como capacitador. Lamentablemente, la edición reducida (cincuenta ejemplares) apenas alcanzó para los docentes que asistieron a capacitarse.
No sólo escribí mucho sobre esta cuestión. El año pasado brindé una charla denominada “La máquina de recordar”, en un acto organizado por el gremio de docentes e investigadores universitarios de esta provincia. En el marco de la conmemoración de los treinta años del golpe de Estado, también formé parte de un panel titulado “Entre el pasado y el futuro, los jóvenes y la transmisión de la experiencia argentina reciente” que organizó el ministerio de Educación de la Nación y la secretaría de Educación de Jujuy. Por otro lado, lamenté no concurrir, por razones de compromisos laborales, a un encuentro internacional organizado por el Núcleo de Estudios sobre la Memoria que dirige Elizabeth Jelin en Buenos Aires.
Estas actividades señalan el interés creciente que tienen los escritores, periodistas, docentes, investigadores universitarios y jóvenes por una herida que nunca fue cerrada. Y también marcan la, por lo menos, dudosa posición de algunos actores políticos locales. Es decir, los trabajos de la memoria realizados en Jujuy son muy visibles, aunque esto no signifique que se ha cerrado la investigación ni que exista un compromiso de la dirigencia política. Es posible que esto sea así porque, entre otros motivos, está faltando pasar del recuento de los hechos trágicos que nos tocó sufrir a un análisis crítico y reflexivo de los mismos.
Por lo demás, todavía nos faltan relatos que completen el rompecabezas que empezamos a armar hace algunos años. Por eso, en esta edición hay espacios en blanco (ahora lo podemos dejar de manera evidente porque contamos con un subsidio de cuatro mil pesos del poder Ejecutivo provincial, un dinero que nos quedó de la revista Nadie olvida nada y la ayuda de la universidad local).
No obstante lo expresado, entre la primera edición y ésta, el número de capítulos se incrementó en más de un decena (varios han aparecido en la revista de memorias ya nombrada).
Mi tarea sigue siendo la misma que en la primera edición: más cercana a la de un editor que a la de un autor. El método que he empleado ha sido el montaje literario que, como ya expresé, no descarta los espacios en blanco. Esos espacios son un vacío que, en el caso especial del capítulo “Donde habita la muerte”, es una demanda contra el asesinato de Dominga Álvarez, Alicia Ranzoni y Juana Torres.
Que esta edición aparezca con el sello de una editorial universitaria no significa que pierda su carácter político. Como bien lo expresó el Dr. Enrique Arnau, en su discurso de asunción como rector de la Universidad Nacional de Jujuy, ningún universitario (ningún ciudadano, agregamos nosotros) puede estar al margen de las memorias de la violencia política y de la represión dictatorial. Por lo tanto, esta edición que mantiene su constitución inicial -inalterable, de acuerdo a mis convicciones-, sigue siendo una obra que contiene historias acerca del poder (militar, empresarial y religioso), de los militantes que querían transformar la realidad, de las víctimas y los familiares que resistieron.
Es, por lo tanto, un libro político.
San Salvador de Jujuy, febrero de 2007
[1] Correo electrónico de José Luis Mangieri del 10 de febrero de 2004.
[2] Sospecho que fue el último acto público al que concurrieron militantes de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la Corriente Clasista Combativa (CCC). La presencia de grupos que se miraban de soslayo ya hacía temer que vendrían días de difícil convivencia entre los grupos sindicales de Jujuy; pero eso ya es otra historia.
2 comentarios:
Felicitaciones!! Si bien pertenezco a una generación que le tocó vivir la dictadura en la edad en la que solo nos interesaba "salir a chutiar" con los amiguitos del barrio o ir a tirar piedras al río, tengo muy presente algunas cuestiones: el escalofrío al pasar por guerrero donde por aquel entonces era vox populi que era un centro de detención y el cagazo en el trayecto a yala (frente al GAM 5) con esos carteles: "No se detenga o el centinela abrirá fuego".
Un orgullo para los jujeños tu trabajo.
un fuerte abrazo
manancancho
hola que tal ando buscando de hace mucho el libro con vida los llevaron estoy muy interesado me gustaria saber como lo puedo conseguir estaria muy agradecido
o alguien que quiera venderlo por favor
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