domingo, 29 de abril de 2007

Leer/escribir, ¿una pasión de minorías?

LECTORES SILENCIOSOS. Nélida Cañas y Pablo Baca.

Las actividades artísticas –en esta provincia, en este país– no son fáciles de impulsar. Existe una desconfianza a todo trabajo donde el hacedor manifiesta públicamente que siente algún placer al realizarlo. Quizás, esta cuestión sea consecuencia de aquel mandato bíblico que resuena como una maldición: ganarás el pan con el sudor de tu frente. Lo que casi nadie dice es que la transpiración puede estar –y de hecho lo está– ligada a una profunda necesidad.

¿Hace falta decir que escribir en esta región no es una actividad reconocida? ¿Es necesario expresar que es más fácil identificar a un futbolista que reconocer a un escritor? Con el fútbol sucede algo, por lo menos, curioso: miles de pibes se dedican a una práctica en la que triunfa sólo un puñado que tienen condiciones notables y, en no pocas veces, sus adicciones les juegan en contra. Es decir, el fútbol es una práctica frustrante para la mayoría de sus seguidores. “Pateáme que me gusta”, diría si fuese futbolística. Pero no lo soy.

Apenas soy un cualquiera que sabe que escribir equivale a pensar. Y esta equivalencia significa cuestionar al poder de turno. Por lo tanto, escribir es una actividad peligrosa. Casi tanto como leer y creerse el destinatario de ese texto para aceptar sus mandatos.

(Antes de seguir una aclaración: es fácil creerse un perseguido por el poder o por algunas instituciones que lo representan. La imagen de burócratas que postergan a los creadores ejerce una seducción grandísima. Por eso, muchos escritores se sienten tentados a usar sus palabras en nombre de colectivos que según –estos literatos– no se pueden expresar: los pobres, los marginados, los chicos de la calle y la lista sigue. A juzgar por los resultados, sería más conveniente una acción mucha más directa, antes que poemas que denuncien una situación social injusta.)

Escribir, en esta región, significa convivir con inteligencia con un sistema que está preparado para que el fútbol no se detenga nunca (¿se acuerdan cuándo ocurrió aquel corte de agua que dejó a gran parte de esta ciudad sin el “liquido elemento” durante varios días y que, aún en esas circunstancias, un camión regador llegaba puntualmente al estadio “23 de Agosto”?) y que carece de políticas que incentiven a la creatividad y la reflexión. Por lo demás, sería ilusorio pensar que existiesen tales políticas porque se trataría de un sistema que se vulnera a sí mismo. Escribir, en Jujuy, significa tener un espíritu crítico frente a las consecuencias de un sistema injusto que se rechaza pero con el que no se puede dejar de convivir.

¿Qué es lo que puede hacer un escritor con este panorama? Quizás, la primera tarea sea criticarse a sí mismo. Parece algo muy obvio, pero créanme que no lo es. El campo literario, en un punto, coincide con el campo político: es el lugar donde más sobran la trascendencia, la pedantería y el lameculismo.

Uno escritor puedo autocriticarse cuando conoce la diferencia entre escribir bien y escribir mal. Y, cuando sabe la diferencia trascendental que existe entre escribir bien y producir una obra de arte, hasta puede llegar a reírse de sí mismo. Llegado a este punto, no puedo dejar de aceptar algo: escribo mal. Pero, a diferencia del fútbol, la escritura es una actividad en la que uno aprende más del fracaso que del éxito.

¿Cómo alguien que escribe mal puede terminar esta nota? No es tan difícil si se cuenta con lectores atentos, entonces uno puede solicitarles ayuda. Eeehh… ¿Por qué se van? ¿Hay alguien frente a estas palabras? ¿Alguien se anima a decirme que libros le parecen escritos por necesidad? ¿Y a cuáles considera una obra de arte? ¿Hay alguien allí o se fueron a jugar al fútbol?

martes, 24 de abril de 2007

Meliza Ortiz: “La poesía es inevitable”

[Nota publicada en La Revista, San Salvador de Jujuy, año 4, nº 31, abril de 2007]

Esta joven autora es, además, dramaturga y el año pasado presentó su primer libro de poesía: Poemas para sacármelos de encima (Editorial Perro Pila). El hartazgo de la Facultad, darse cuenta de lo inevitable de la muerte, lo cotidiano: he aquí una lista rápida de los temas que contesta en esta entrevista. No es una poeta convencional ya que no sólo consume literatura, también se atreve a afirmar “aguante el dibujo animado”.


DETRÁS DEL ESPEJO. Meliza Ortiz, 2007.


¿Por qué escribís poesía? Después de escribir una obra de teatro, cuentos, ¿por qué es necesario escribir (y leer) poesía?
La poesía es inevitable. Es algo que no se elige y de lo que hay que hacerse cargo porque no queda otra. De manera que la poesía ha estado desde el principio. Lo otro vino después (aunque lo haya mostrado antes). Sin restarles importancia, el teatro y la narrativa tal vez sean más juego que otra cosa. A lo mejor eso sí es algo que se elige, una decisión que se toma. Pero la poesía no. La poesía lo elige a uno –sin que por esto uno tenga que andar haciéndose el importante por la vida, claro–. Lo otro va y viene de a ratos, me parece. Lo otro puede evitarse. Con respecto a la necesidad de leer poesía, ahí sí ya no sé. No sé si será necesario. Lo que sí, hay que estar con el ánimo predispuesto. No es fácil leer poesía y leerla bien.

¿Cómo fue la gestación de Poemas para sacármelos de encima?
Estos poemas empezaron a salir con el hartazgo de la facultad, escribiendo en un cuaderno verde, sobre todo en horas de clase, y terminó con el hartazgo de la vida y su conjunto, en un cuaderno Rivadavia de forro araña rojo. Como le pasa a cualquier persona común y silvestre, me sentí llegar al final de un momento y entonces la necesidad de sacarme de encima todo esa etapa para pasar a otra cosa. Y ahí nació el libro.

La muerte es un tema que atraviesa tu libro. ¿Por qué?
¿No es tremendo darse cuenta de lo cierto que es que nos vamos a morir?

En tus poemas se nota mucho la mirada de una mujer joven. ¿Pensás que existe alguna especificidad femenina dentro de la poesía actual?
Creo que las mujeres, en general, escriben desde ahí. A mí me parece que yo no. O al menos no es mi intención adoptar esa postura. (Igualmente debe ser inevitable eso, ¿no?: soy mujer. Por algún lado se me debe filtrar).

En tu "presentación" decís que luchas contra la carrera de Letras, ¿podés explicarte un poco más?
Demasiado académica la cuestión. Mucho análisis y poca sensibilidad. No digo nada nuevo: en las universidades falta arte. (Esto, dicen, es la reacción típica del alumno de primer año que se puso a estudiar Letras porque le gustaba la literatura. Sin embargo yo ya pasé primero hace rato y todavía no se me pasa…). Me cansa que esto sea así. Pero bueno, tampoco era de esperar que fuera de otro modo.

¿Qué aspectos de la realidad te interesan para escribir?
Si se trata de poesía, no se lo piensa mucho, me parece. Pero supongo que a mí se me da por lo cotidiano. La simpleza, la naturalidad de lo cotidiano. Las pequeñas soledades de todos los días. Lo cómico que resulta lo trágico de la vida misma. (¡Ja!)

¿Qué autores te han marcado?
Me he sentido a gusto con varios. De chica, Verne, Stevenson, Saint-Exupéry, Conan Doyle, Casona; después, García Márquez, Bradbury, Carroll, Kafka, Sabato, Cortázar, Unamuno, Beckett, Pinter, qué sé yo. De todos modos no es sólo la literatura lo que deja marcas. (¡Aguante el cine, la historieta, el teatro, algún amigo loco que uno tuvo por ahí, algún buen profe de literatura en el colegio, la gente que charla en el supermercado! ¡Aguante el dibujo animado!).

¿Te sentís incluida en alguna línea estética local? ¿Cómo es tu relación con otros escritores?
No, al contrario. No me relaciono mucho con nadie, ¡ja! Pero en general, bastante buena. Mejor con algunos que con otros.

¿Cómo imaginás que se leerá tu primer libro? ¿Cómo quisieras que se leyera?
¡Ojalá que se lea! Y si se lee, me imagino que tal vez se leerá con curiosidad. (¡Para mí misma no deja de ser una cosa curiosa!) Y quisiera que se leyera así. Y con el ánimo predispuesto. Sin teles prendidos alrededor ni madres hablando por teléfono sin parar. Tomándose el lector su tiempo. De un solo tirón y prolijamente empezando por el principio y terminando por el fin. ¡Y que todos lloren!... Bueno: con que se leyera y alguna palabra o sonrisa o cosa triste quedase dando vueltas en la mente, en la boca o en el pecho de alguno, ya estaría muy bien.


Presentación

Meliza Ortiz (que no se llama Meliza sino María Elizabeth) nació en Jujuy en 1982. Ganó algunos concursos literarios –cuando creía en ellos- y le han publicado algún que otro poema y algún que otro cuento en alguna revista y en algún libro que andan circulando por ahí. Un poco reacia a mostrar sus escritos, Poemas para sacármelos de encima es lo primero que saca a la luz. Estudia Letras –o lucha contra eso- y hace teatro. La mezcla de literatura y escenario la han llevado a interesarse en la dramaturgia (escribió Duele que fue puesta en escena por el grupo de teatro La Rosa). En estos días está escribiendo otra obra de teatro.

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