
En el marco de
Nunca había leído nada de Niall Binns hasta que fui invitado, el año pasado, al Festival Internacional de Poesía de Rosario. No tuve oportunidad de hablar con él por esas cosas de la programación. Para lo que no lo saben: el Festival convoca alrededor de medio centenar de poetas de distintos lugares del mundo. Con alguna excepción, todos son muy buenos. Aquella vez, yo fui el infiltrado.
Me acuerdo que tuve que correr como una bestia para alcanzar el vuelo que me traía a Jujuy. Unas horas antes, NB había leído –con un perfecto español y saboreando cada palabra– sus poemas que hablan de buitres, carroña y jerarquías sociales. Entonces, él tenía el pelo largo, una cara con huellas de varios soles y una novia que negaba ser su musa inspiradora. Todos seguimos atentamente su lectura; algunos horrorizados, otros repugnados y muchos entendiendo que hablaba de lo peor de nosotros mismos.
Después, ya en mi casa (casi escribo “nido”), supe que el poeta había nacido en Londres, en 1965, que sus padres eran escoceses y que, después de cursar estudios universitarios en Oxford, emigró en 1987. Así como dejó su tierra, hizo lo propio con su lengua natal (toda su obra está escrita en español). Vivió en Santiago de Chile donde se doctoró en literatura hispanoamericana con una tesis sobre la obra poética de Nicanor Parra, Enrique Lihn y Jorge Teillier. Desde 1993 reside en Madrid. Actualmente es profesor de literatura hispanoamericana en
Cualquier buscador de Internet puede dar cuenta de los premios literarios que ha obtenido y de sus libros de ensayos. Sólo quiero destacar dos cosas: una, Tratado sobre los buitres recibió el Premio Internacional Gabriel Celaya (2002), distinción más que merecida si pensamos que el autor español maldecía a la poesía concebida como un lujo cultural escrita por los neutrales que “lavándose las manos se desentienden y evaden”; la otra es que su ensayo (agotado) La llamada de España: escritores extranjeros en la guerra civil (2004) debería ser reeditado, no sólo por la participación de nuestro Raúl González Tuñón, sino porque esa guerra prefiguró, sin ir más lejos, lo que después sería el Plan Cóndor para América Latina.
La poesía de NB tiene rasgos indelebles de la ironía inglesa y el humor de Parra. Su mirada es la de un viajero que hurga en lo que da asco y desagrado. Porque sabe, como el gran Nicanor, que “en cada uno de nosotros hay una alimaña que nos chupa la médula”. Tiene, además, una especial predilección por los perdedores que, algún día, encontrarán la única carroña que los justifique: “los restos de un amor”.
¿Se puede decir algo más? Se pude: la escritura de estos poemas es impecable. Un lenguaje lapidario y elegante que nos permite mirar sobre algo que siempre produce rechazo: la naturaleza humana.
Reynaldo Castro,
San Salvador de Jujuy, Agosto de 2009.
BUITRE
Buitre el homo sapiens que se ceba en la desgracia de los demás
Buitre el que desempolva la memoria de su familia deshecha
Buitre el que esteriliza el paisaje de su podredumbre orgánica
Buitre el que llora, masturbándose, por lo que pudo haber sido
Buitre el que aún atesora sus primeras cartas de amor
Buitre el que empolla su nostalgia en atardeceres sin fin
Buitre el que se arrastra detrás de un paraíso perdido
Buitre el que vive en las escarpadas crestas de las sierras
Buitre el autobiógrafo de la infancia iluminada
Buitre el periodista fabricante de sordideces
Buitre el que escarba las escombreras por comida
Buitre el carnívoro que no siente la muerte
Buitre el que habita un universo de chatarra
Buitre el fanático de Barbara Cartland
Buitre el funcionario de las endogamias
Buitre el que vuelve a ser niño en los sueños
Buitre el lector de San Juan de
Buitre la ebriedad de las alturas
Buitre el devoto del diccionario
Buitre el ratón de biblioteca
Buitre el heredero voraz
Buitre el que escinde las nubes
Buitre el rey del reciclaje
Buitre el coleccionista
Buitre el ave sagrada
Buitre el calumniado
Buitre el que calumnia
Buitre el poeta
traficante
de restos
Buitre el buitre
LOS RESTOS DE
La vaca cuya carne como
fue criada y cuidada por alguien que desconozco
llevada al matadero por alguien que desconozco
electrocutada por alguien que desconozco
troceada en porciones por alguien que desconozco
inyectada de conservantes por alguien que desconozco
empaquetada en plástico por alguien que desconozco
y comida por mí
Los restos de la vaca cuya carne como
fueron tirados al suelo por alguien que desconozco
barridos del suelo por alguien que desconozco
recogidos por alguien que desconozco en una caja
transportados a un vertedero
y comidos por un buitre
Carroñero él, carroñero yo
1. La cabeza y el cuello del buitre leonado
se adentran por el recto del cadáver
en busca de las vísceras
2. El buitre negro –con su pico más robusto–
ataca los tejidos duros del animal:
la piel, los músculos y los tendones
3. El alimoche engulle las partes blandas:
los ojos, la lengua y los restos esparcidos
alrededor del muerto por los buitres más grandes
4. Si la historia permite un desenlace feliz
el esqueleto limpio quedará a la espera
del enigmático quebrantahuesos
GYPAETUS BARBATUS (II)
Desde finales de diciembre o enero la hembra pone 2 huevos rojizos, con manchas grises. Los dos adultos los incuban por turno (la hembra más tiempo que el macho) durante
Karel Stastny, La gran enciclopedia de las aves, 1990
Un hermano menor es siempre una molestia
Su vida es un esfuerzo febril por usurpar
el papel que corresponde al primogénito
Experto en el chantaje emocional
pretende congraciarse con sus padres
para así concretar la insubordinación
insidiosa, el golpe de estado que planea
No pienso –sin embargo–
ceder ni un centímetro
Si hay hueso suficiente para uno, es para mí
No tengo inconveniente en dejarle comer
Al fin y al cabo, es mi hermano menor
pero no me harto
nunca
MI NOVIA ME DICE...
Mi novia me dice que deje de pensar en los buitres
que ya basta de estar todo el día tumbado
meditando en la cama sobre buitres
–Con tanta carroña en la cabeza
te convertirás, me dice, en carroñero:
hay un buitre voraz de ceño torvo
que te está devorando las entrañas–
No me interesan tus citas, le contesto
–Es griego –me dice, con desdén. Da igual
Me importan los buitres de carne y hueso que se comen los huesos
y la carne levemente putrefacta de los cadáveres
Y nosotros, que comemos toneladas de carne
de animales bien muertos quién sabe dónde ni cuándo ni cómo
nosotros siempre encoñados con la muerte
calentándonos con ella en el cine, la prensa, en los libros
Sin pensar en la simbología, le digo
Ni pensar en la simbología
–¿Y dónde entro yo en todo esto, me pregunta
si no haces más que leer y escribir sobre buitres?
¿Es ésta la poesía que te inspiro?–
Me inspira toda la mierda que nos rodea
–Pues así no podemos seguir, me responde
No me tratas como antes por culpa de los buitres
Estás como en las nubes por culpa de los buitres
Ni un gesto de cariño, ni una simple sonrisa
Te estás poniendo gordo por culpa de los buitres
Ni puedes en la cama por culpa de los buitres
La casa está asquerosa, la bañera atascada
Me duele la cabeza, no me viene la regla
Me peleé ayer con mi jefe por culpa de tus malditos buitres–
El buitre, le digo, es, en efecto, un ave insoportable:
Registraré una queja oficial
(No le hace gracia, al parecer, mi gracia:
–Quédate, entonces, con tus buitres, me grita, y que te jodas–
Sale dando un portazo que estremece la casa)
Echado de espaldas, me quedo en la cama contemplando
las vueltas interminables que dibuja el ventilador
la sombra difusa que proyectan sus aspas en el techo
Con qué majestuosa insistencia sigue y sigue con sus círculos
tercamente desatento a todo lo que ocurre en su entorno
Con qué fijación en su propósito insondable
como si esperara con infinita paciencia
a desprenderse del techo y caer
cercenando las facciones del que aguarda
–refrescado, y sin saberlo– el contacto
Como el lento circular de un buitre en la sierra
horas y horas, día tras día, trazando la circunferencia de una zona
en que habrá de encontrar –dios sabe cuándo–
la única carroña que lo espere:
los restos de un amor que se nos vino abajo
el eco de una puerta que se cierra, retumbando, para siempre
1 comentario:
no pude ir a la feria del libro
vi a al dramaturgo y escritor accame ese dia en el centro
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