martes, 21 de diciembre de 2010

El año del Bicentenario, el año de la muerte de Marcelo Lagos

Marcelo Augusto Lagos había nacido en La Plata, el 14 de junio de
Fotografía de Sebastián Arias
1953. Se recibió de Profesor de Historia y Educación Cívica en la Universidad Nacional de La Plata, en 1976. En ese nefasto año (había comenzado la peor dictadura que tuvimos que soportar), él llegó a Jujuy. Fue docente en la Escuela Normal y después desarrolló una fructífera tarea como profesor de Historia y Técnicas de Estudio en el Colegio Nacional Nº 1 “Teodoro Sánchez de Bustamante”. Cuando se creó la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (FHyCS), él completó sus estudios y se recibió de Licenciado en Historia. A partir de entonces, la escritura de la historia regional lo tuvo como su más prolífico autor. Fue un historiador riguroso, números trabajos –los referidos a la industria azucarera jujeña, cuestiones referidas a indígenas chaqueños y a aspectos laborales, dan cuenta de ello–. Además de ser un docente muy querido por sus alumnos de la carrera de Comunicación Social fue un gran armador de grupos de trabajo. La Unidad de Historia Regional (UNHIR) de la FHyCS lo tuvo como un gran referente y bajo su dirección se editaron dos de los libros que más lectores supieron conseguir: Jujuy en la historia: de la colonia al siglo XX (2006, en co-dirección con Ana Teruel) y Jujuy bajo el signo neoliberal: política, sociedad y cultura en la década del noventa (2009). Dictó numerosos cursos para profesores de escuelas secundarias y, de esa manera, hizo mucho más amigable el conocimiento local para nuestros jóvenes. Su propia tarea formativa siempre estuvo a la orden del día: se recibió de Máster en Historia Latinoamericana por la Universidad Internacional de Andalucía y estaba muy próximo a terminar su doctorado. En el año del festejo del Bicentenario, la muerte lo encontró demasiado temprano: hace unos pocos días había aparecido Jujuy: de la Revolución de Mayo a nuestros días, en coautoría con Viviana Conti. Desde el 20 de diciembre de este año, las ideas de Marcelo Lagos viven en las mentes de sus lectores.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Todo discurso es político


Fotografía: Paula Soruco 
La muerte de Néstor Kirchner nos permitió ver la gran número de políticos que lo querían (como si fuese un padre, manifestaron más de uno), declaraciones que hablan de “rendir un justo homenaje” y pero que no explicitan cómo lo van a realizar, emotivas cartas privadas donde se hacen públicas lágrimas por la pérdida del referente y otras babosadas por el estilo.
Abundante avisos gráficos (los dueños de las imprentas y los responsables de publicidad y de los obituarios de los diarios están más que agradecidos) señalan, además, del impacto que produjo la muerte de un ex presidente, la enorme capacidad sentimental de nuestra clase política que hasta antes de la crisis del 2001 ignoraba cómo se pronunciaba el apellido que comienza con K y quién era ese dirigente que venía del lejano sur.

El rey está desnudo, el político es feo. Un viejo cuento nos enseñó que muchas veces los cortesanos temen decirle al monarca de que su mejor traje es, en realidad, la sola piel. Muchos de nuestros políticos locales cometieron el peor de los pecados que pueden cometer: se creen lindos. Sienten que las mujeres los miran y creen que es por la pinta que derrochan; reciben una atención preferencial y lo atribuyen a su carisma personal; nunca se les ocurrirá pensar que es por el cargo que detentan.
Sólo esta creencia puede justificar que se repitan hasta el hartazgo cierto avisos en los diarios locales donde aparecen los retratos de los intendentes hasta para saludar a las madres en su día. No tengo autoridad para decirlo, pero sospecho que el modelo de hombre que nuestras matronas anhelan no es precisamente el que encarnan los políticos que supimos votar.
Si uno busca un discurso político tiene que remontarse a un libro de historia. Lo que se publica en las secciones de política es sólo noticias de políticos pero no noticias políticas. Nuestros diarios hablan de lo que hacen los políticos, pero no hablan de la política como herramienta del poder, como un instrumento capaz de darles más autonomía a sus ciudadanos, para que éstos cuestionen, incluso, las metidas de pata de los propios políticos. Pero lo anterior, quizás, ya es demasiado para las anteojeras de nuestra dirigencia.
Uno puede disentir con los contenidos de los discursos de Guillermo Snopek, José Humberto Martiarena, Horacio Guzmán, Avelino Bazán o Próspero Nieva, pero no puede negar que sus discursos eran políticos. Lo que nos quedó –lo que supimos heredar– es un número de empresarios que dicen que son parte de tal partido y nada más. Podríamos hacer el ejercicio de sacar los nombres propios de los dirigentes y mezclarlos y veríamos que cualquiera puede integrar la lista de cualquier partido.
No estoy reclamando el regreso de los muertos vivos. Estoy pidiendo algo que debería la norma: que los políticos hablen de política, así como los futbolistas hablan de fútbol, los que hacen ikebana de ikebana y los sangucheros de sánguches. Si permitimos que los empresarios se apropien del discurso político, vamos a permitir que nuestras vidas tengan esa poética, una poética de la mediocridad.



viernes, 29 de octubre de 2010

Apuntes para una historia de la literatura de Jujuy

Andrés Fidalgo, en su Panorama de la literatura jujeña[1], nos recuerda que la provincia de Jujuy se constituyó como tal el 18 de noviembre de 1834 y que el quichua fue la lengua general (aclara que, subsidiariamente, el aymara también fue practicado). Ambos, junto al castellano, fueron adoptados para difundir los manifiestos de la Junta Patria de 1810, algunos decretos de la Asamblea de 1813 y el anuncio de la Expedición Libertadora de San Martín al Alto Perú.

De las lenguas indígenas, no se ha encontrado literatura escrita; al menos con alcances aproximados a los que hoy damos a esa expresión. Pero resulta evidente su gravitación en cuanto a temas de mitos, fábulas, cuentos, leyendas y canciones, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros por vía oral. No es despreciable tampoco, la incorporación de vocablos quichuas y la influencia de ese idioma en la pronunciación diaria (eses silbantes en exceso, aspiración impropia de sílabas que se inician con vocal, etc.).[2]

Fidalgo también expresa que el conocimiento de la biografía de un autor y el contexto social ayudan a comprender la obra literaria. Es decir, el origen social de cada autor, su historia educacional y el tiempo que le toca vivir, nos permite analizar las influencias que esas marcas tienen en toda obra literaria. Esto no significa que tengamos que pensar en clases e instituciones sociales y, después, en las personas como sus simples representantes; por el contrario, en más de una oportunidad, existen autores que se desvían del mandato social recibido y traicionan a su propia clase[3]. Como sea, todos crecemos en relación con un modelo social, por lo que “el supuesto de la creación autónoma –el individuo creativo que actúa con completa libertad– es engañoso e ingenuo”[4].

Un dato importante: la primera imprenta en nuestra provincia comenzó a funcionar en 1856. Su propietario fue Macedonio Graz (en ese momento, diputado nacional en el Congreso de la Confederación en Paraná). El primer periódico fue un seminario dirigido por Graz y su tío, Escolástico Zegada (vicario foráneo de Jujuy), se llamó El orden y apareció el 6 de setiembre de ese año.

Debido a la tardía llegada de la imprenta a Jujuy y a la inexistencia de escritura entre los pueblos originarios, la producción literaria se realizó por transmisión oral y, en consecuencia, afirma Fidalgo, “no había interés en mantener el nombre del autor”. La literatura anónima incluye distintos géneros: la prosa en sus distintas variantes (leyendas, cuentos, mitos, relatos, etc.), pero el uso hegemónico está dado por la transmisión de versos (mayoritariamente por medio de la copla, aunque también por medio de glosas. Lo sustancial de esta poesía anónima, afirma Fidalgo, fue compilado por Juan Alfonso Carrizo en su Cancionero Popular de Jujuy, impreso originalmente en Tucumán en 1934.

Etimológicamente, copla deriva de la voz latina “copula”, unión, enlace. Y se la define como aquella composición poética breve que suele servir de letra en canciones populares. Es una de las formas más bellas y fecundas de la literatura española y tan antigua como la historia de la misma. Desde su origen fueron composiciones destinadas a ser puestas en música y cantadas en regocijos populares. Su carácter distintivo es la naturalidad. Por eso, rechaza las formas rebuscadas y los pensamientos alambicados. Las coplas que pudiéramos llamar “eruditas” son falsa expresión del género, y aunque muchos poetas cultos las hayan escrito, su virtud consistió en adecuarse a las características arriba señalada hasta el punto de disimular técnica y cultura del autor.[5]

Existen distintas variedades de copla que no las vamos a desarrollar aquí. Sí queremos expresar que muchas de ellas son construcciones dignas de cualquier antología, como las que transcribimos a continuación que –con justicia– figura en una selección de textos eróticos:

Paloma quisiera ser

y que me cace el halcón

que me derrame las plumas

y me coma el corazón.

Que el primer periódico estuviera dirigido por un diputado y un hombre religioso nos da la pauta de que para escribir (tanto en periodismo como en literatura) hace falta contar con ingresos fijos y seguros que brinden momentos para la escritura en un lugar y un momento en que dicha actividad no es reconocida como trabajo. Si el tiempo es dinero, entonces, el tiempo libre puede ser obra literaria.

En las conclusiones de su ya imprescindible libro, Fidalgo escribe sobre las personas que escribieron en Jujuy:

[E]n un comienzo lo hizo la minoría ilustrada, en especial miembros de la jerarquía eclesiástica, abogados, políticos de nota (incluso ministros y gobernadores). Cierto que tales cargos no tuvieron nunca en este ambiente la categoría que en otros; pero sólo por excepción trascendieron aquí en la literatura, personas con recursos modestos, de humilde ocupación. Esto determina y explica cierto tono general de conformismo, de literatura amable, un tanto académica, que critica sin golpear; que ocasionalmente ironiza pero no fustiga; que si pone en evidencia abusos o atropellos, lo hace tomando distancia, desde afuera, más por simpatía humana que por pasión de lucha. Algún autor que podría considerarse “comprometido” o “tendencioso”, realiza su obra con recursos poco evolucionados o modestos; con formas simples cuando no elementales.[6]

Si bien el autor no profundiza el origen social de los escritores, deja planteada la importancia de conocer dicha procedencia. Más adelante, él se refiere a sus contemporáneos (recordemos que su ensayo fue publicado en 1975) y expresa que “se invierten los términos de la relación: la mayor parte de los escritores son de modesta extracción o de clase media”. Y finaliza: “El proceso de democratización de la cultura se cumple (no sin altibajos) también aquí”[7].

Es interesante destacar la caracterización que hace Fidalgo de la producción literaria que él contribuyó a ordenar: por un lado, una literatura conformista, amable, académica; por el otro, una literatura que fustiga, que denuncia atropellos y que tiene pasión de lucha. De manera muy sutil, el ensayista armaba su propia genealogía: su obra tiene todas las características del segundo grupo.

Volvamos, por un momento, a la copla. En la década del noventa, Fidalgo publicó una nota en la que narra la siguiente anécdota:

[U]na cursante de la Facultad de Humanidades local que logró (ignoro mediante qué gestiones) viajar a España para intervenir allá en seminarios, encuentros y vaivenes similares, referidos a la copla. A su regreso, comentó “el éxito obtenido” antes quienes siguen investigando qué son esas cuartetas generalmente octosilábicas y asonantadas en los versos pares, desde hace más o menos mil años. (Para no andar con cuentas menuda y sin hacer entrar en el baile a los árabes). Lo cierto es que siguiendo el ejemplo de la joven alumna, intenté vender azúcar al Ingenio Ledesma y, después, hierro a Altos Hornos Zapla. Gestiones a las que debí renunciar tras quince días de ayuno.[8]

Quizás, para algunos, no sorprenda la ironía de Fidalgo, pero estoy seguro de que varios ignoran el carácter tajante de varias de sus intervenciones literarias; carácter que, en más de una oportunidad, significó el truncamiento de una carrera literaria. Un ejemplo de esto que afirmo es el que recuerda Fidalgo, en la misma nota recién citada, a “un profesor cuyos versos persiguen ostensiblemente la regularidad de las formas consagradas, pero que no soportan barquinazos de resultas de los cuales deberá acudirse al mecánico de automotores”. El campo literario –y esto lo vamos a ver enseguida– es un espacio de conflictos y tensiones.

En estas páginas presentamos una historia de la literatura de Jujuy. Escribimos “una” y no “la” porque sabemos que no tenemos el suficiente capital intelectual para ordenar, relacionar y ponderar toda la producción literaria de esta provincia. Es –nada más y nada menos– que una historia casi personal de nosotros como lectores activos y cómplices, más una dosis de sistematización académica que aprendimos a lo largo de nuestra formación[9].

Un primer acercamiento a nuestro objeto de estudio podría hacernos afirmar que existe literatura buena y literatura mala. Que hay escrituras tradicionales y escrituras rupturistas. Poemas costumbristas y folklóricos, por un lado, y, por otro, poemas urbanos y herméticos. En definitiva, una literatura prosaica y otra elevada. El esquema recién planteado es algo tremendista y poco digno para cualquier historia. En consecuencia, vamos a tratar de problematizar la cuestión.

La literatura folklórica, según Groppa, tiene varios modos de ser representada:

Podrían significar la representación de esta literatura Fausto Burgos, el primer tiempo de Domingo Zerpa, el quichuísta [Sixto] Vazquez Zuleta, Félix Infante (en tanto narrador), Fortunato Ramos y el “Chango” Toconás (estos dos últimos como recitadores, aunque ya fallecido Toconás). Todos ellos con variados tonos que van desde el escritor serio y buscador, indagador del medio y de sí mismo (Zerpa y Burgos, que recaló algunos años en la Puna jujeña en su vida rica de tucumano andariego), hasta los recitadores “costumbristas”, esa especie incalificable que con algo de dudosa juglaría deambula por Peñas y Casas de Comida, con mínima autenticidad, cuando no con un esmerado mal gusto.

La cita corresponde a Néstor Groppa y forma parte de su libro Abierto por balance (de la literatura en Jujuy y otras existencias)[10]. En esas breves líneas, el autor menciona varias categorías del campo literario: para empezar, la literatura folklórica que Augusto Raúl Cortázar define así a las “producciones de escritores que han ido a buscar asunto, ambiente, lenguaje o espíritu para sus obras, en la realidad folklórica”. Además, Groppa, califica a Burgos y Zerpa como escritores serios; en tanto que a los recitadores “costumbristas” los descalifica por la estética de sus producciones y da como (mal) ejemplo un poema de Fortunato Ramos[11].


Continuará


[1] Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1975. Las ilustraciones del libro corresponden a Raúl Lara Torrez; en el libro no figuran los créditos por razones que explicaremos más adelante.

[2] Ibídem, pág. 8.

[3] Por ejemplo, Lucía Mallagray con su libro Heridas por la vida: Huérfanas, prostitutas y delincuentes. Control, disciplinamiento e integración social en Jujuy (1880-1920), San Salvador de Jujuy: EdiUnju, 2009.

[4] Raymond Williams, “La historia social de los escritores ingleses”, en La larga revolución. Buenos Aires: Nueva visión, 2003 [1961], pág. 231.

[5] Andrés Fidalgo, op. cit., págs. 14-15.

[6] Ibídem, págs. 189-190.

[7] Una cuestión a profundizar puede ser el origen social de los directores literarios de Tarja: Mario Busignani (abogado), Jorge Calvetti (en ese momento agente sanitario), Néstor Groppa (maestro) y el propio Fidalgo (fiscal). De todas maneras, la cuestión no es tan simple porque después Calvetti sería un periodista con cierta comodidad en Buenos Aires, en tanto que Fidalgo, antes de ser abogado, era suboficial del Ejército; sobre la trayectoria intelectual y social de este autor hay mucho para decir y es, actualmente, motivo de otra investigación.

[8] La nota ha sido recopilada en Francisco Maceiras y Andrés Fidalgo, Escritos casi póstumos de dos autores vinculados con la literatura de Jujuy. San Salvador de Jujuy: Ediciones Culturales San Salvador, 2003, pág. 73. El primer autor es el seudónimo que Fidalgo utilizó en varias oportunidades.

[9] La tarea de censar la literatura ya ha sido analizada por Groppa, quien afirma: “El camino a seguir se abre en dos. Tomo el del catálogo, el camino de “guía telefónica”, aquel de nombres y monótonas enumeraciones, o bien tomo el camino de cornisa que permite visiones amplias, significativas y a la vez simplificadoras durante la contemplación de zonas con el tiempo tenido” (Abierto por balance: De la literatura en Jujuy y otras existencias, San Salvador de Jujuy, Buenamontaña, 1987, pág.13).

[10] San Salvador de Jujuy: Buenamontaña, 1987, pág. 30.

[11] El texto forma parte del libro Poemas costumbristas de un maestro rural. Humahuaca, sin fecha de edición, es probablemente de 1973. La obra cuenta con la adhesión del Bloque de diputados Justicialistas de la Honorable Cámara de Diputados de Jujuy.

lunes, 17 de mayo de 2010

París tres de Aloma Rodríguez


He leído, con alegría, el libro París tres (Xordica, 2007) de Aloma Rodríguez. Se trata de su primera novela (la segunda se llama Jóvenes y guapos y fue editada por la misma editorial el año pasado). La autora es de Zaragoza, nació en 1983, estudió Filología Hispánica, es actriz y productora de teatro.


La novela está muy bien escrita: es ágil, clara y un humor desenfadado. Habla de las peripecias de una joven española que estudia en la Universidad Paris 3 y que, además, hace teatro. Cualquier similitud con la autora, como se ve, es pura consecuencia.


Mezcla rara que incluye infidelidades imaginarias, diario de una becaria en un país extranjero y, de manera solapada, el pago de una deuda afectiva a un padre que dejó su huella en la autora. No existe un episodio dramático que sea clave en construcción narrativo, más bien hay pequeños episodios (la extensión de los capítulos siempre es breve) que tienen dosis pequeñas de dramas, humor, reflexión. Quizás, el mayor logro de esta novela sea cautivar al lector sin grandes problemas ni golpes bajos.


Que los jóvenes de hoy no tengan ningún interés por las causas sociales no significa que sean superficiales. El compromiso juvenil parece pasar por otro lado: por la crítica a los profesores que no se esfuerzan en el dictado de clases, por los prejuicios que todo generalizan, por las amistades que quieren ocupar siempre un lugar protagónico y que no dudan de rotular como alcohólico a todo bebedor que confiesa tomar una copa diaria, y por los intentos de coger –de follar, escribe la española– sin haber realizado un discurso amoroso previo.


En definitiva, un libro para leer de una sentada. Una novela que permite conocer la subjetividad de una joven que es representativa de una generación que no sueña con la hacer la revolución pero que –de ninguna manera– es superficial. Por el contrario, París tres es una crítica a la mirada conforme de la cotidianidad. Hay vida, y cómo, en la nueva narrativa española.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Cómo engañar a un escritor

Un escritor es alguien que escribe libros y otro –un editor, en el mejor de los casos– lo publica. Al escritor le corresponde un diez por ciento del precio que se vende en las librerías. Los libreros, por lo general, se quedan con un treinta por ciento o más, los distribuidores con un porcentaje mayor; el resto va para la imprenta, los diseñadores gráficos, correctores, el depósito para obtener el ISBN y otro montón de gente que hacen creer a todo escritor que si recibe alguna moneda tiene que darse por bien pagado. Porque hay que decirlo: son pocos los editores serios que pagan a sus escritores.

Un escritor con espíritu crítico, por otro lado, es alguien que se opone al mercado y se resiste a considerar su obra como un producto comercial. El amor al arte, por lo general, se realiza gracias a otro trabajo que es redituable.

Como se puede ver, un escritor es alguien temerario que ejerce su oficio a riesgo de perder siempre, salvo que se dedique a escribir libros de autoayuda que, como bien dice Leo Maslíah, son libros para ayudar al que los escribió.

Soy consciente de que casi todo el mundo conoce estas características. Soy escritor y estoy acostumbrado a que los libreros prometan pagarme más adelante. Conozco a editores que me publican algún texto y después pretenden que les pague por un ejemplar de la publicación porque lo que ellos hacen es un trabajo cultural. Lo mío, claro está, no es cultura.

Creía estar al tanto de todos los engaños que existen, pero una carta que recibí hace algunos años, me hizo ver lo equivocado que estaba. La carta de Pedro Mendoza y Rufina Valdiviezo decía que me invitaban a un “Encuentro de poesía y canto infantil”. Cuestión que significaba que los firmantes no sabían que mis textos no están dirigidos a un público infantil. La invitación decía que yo había sido designado padrino honorario y que iban a designar con mi nombre a una sala de lectura. Aquellas personas sabían que los escritores desayunamos con egos revueltos. Pero algo me hizo dudar: al encuentro asistirían cincuenta niños y los organizadores me consideraban un “verdadero ejemplo de vida digno de imitar”. Nadie nunca me dijo nada parecido y si otra vez vuelvo a sentir esa expresión, juro que voy a maldecir a la persona que haga esa enunciación y a toda su descendencia.

El penúltimo párrafo de aquella carta me sirvió para confirmar mi sospecha de que estaba a punto de caer en un engaño original. Lo transcribo: “Por último con mucho respeto le solicitamos un préstamo de $ 150 (ciento cincuenta pesos) para la compra de algunos accesorios para la sala y para el pasaje del señor Lázaro Pedro Mendez quien viaja para entrevistarse con usted”.

Aquella carta fue realizada por un embaucador que bien podría dedicarse a escribir historias porque es más original que los malos editores, que los libreros duros de pagar y que muchos escritores malos que no tienen nada para contar. Como yo que, como un acto de venganza, utilizo aquella carta para compensar mi falta de originalidad.

martes, 11 de mayo de 2010

Mesas del poder

Son muy pocos los políticos que se preocupan por lo que dicen sus imágenes. Muchas veces son capturados por las cámaras en actitudes distendidas o sin preocuparse por la manera en que quedan congelados por los fotógrafos. Varios opinan que lo importante es aparecer en los medios; no importa cómo, ellos se conforman con dejarse ver. En esta nota, presentamos un análisis de fotografías que tienen como protagonistas a hombres de los principales partidos de Jujuy. Un análisis para aquellos que no se conforman con esta realidad.


En el diario Pregón del 17 de abril figuran tres fotografías relacionados con el accionar político local. La de mayor tamaño figura en la parte superior. Tiene como título: “El Gobernador receptó inquietudes municipales” y una volanta aclaratoria: “Compromisos con Quebrada y Puna”. El epígrafe de la foto dice: “El Salón Blanco fue escenario de la reunión mantenida entre el gobernador Barrionuevo y jefes de jurisdicciones comunales”. En el cuerpo de la noticia figuran los nombres de las autoridades provinciales: Walter Barrionuevo (gobernador), Pablo La Villa (ministro de Gobierno y Justicia), Horacio Macedo Moresi (secretario general de la Gobernación), Hugo Echavarri (secretario del Interior), Marcelo Nasif (secretario de Protección a la Comunidad) y los diputados provinciales Osvaldo Del Grosso y Rubén González. También participaron representantes de jurisdicciones de Quebrada y Puna, pero sus nombres no figuran.

La fotografía muestra una larga mesa y es un buen ejemplo de imagen con perspectiva. A la izquierda de la mesa están los políticos que tienen nombres propios; ellos apoyan sus manos sobre el mueble; sus caras están sonrientes; sólo uno de ellos mira hacia abajo, quizás lee un mensaje en su teléfono celular. La mesa también soporta agendas, papeles y varios vasos de vidrio. A la derecha y más alejados de la larga mesa, están los anónimos jefes comunales; varios también sonríen; tienen sus agendas apoyadas en los muslos; un hombre que está casi al frente de Barrionuevo tiene sus piernas cruzadas; otro, mira hacia abajo (quizás está mandando un mensaje con su teléfono). Casi todos los hombre que están cerca del gobernador tienen saco y corbata; del otro lado de la mesa, ninguno tiene corbata y la mayoría no posee saco.

El cierre de la noticia es el siguiente: “Las gestiones acordadas apuntan a fortalecer los diferentes programas y planes en ejecución, los que tendrán continuidad gracias al compromiso asumido por el Dr. Barrionuevo de atender eficientemente las demandas de los jujeños”.

***

Las dos fotografías restantes están relacionadas con la Unión Cívica Radical. La primera está por encima del título (“Reunión organizativa del radicalismo en la Puna”) y su epígrafe expresa: “Principales referentes del radicalismo jujeño, en visita a localidades del norte provincial”. La imagen muestra a varias personas que apoyan sus manos en dos mesas que han sido colocadas juntas; ellos son: Alberto Bernis, Jorge Rizzotti, Mario Pizarro y Humberto López (diputados provinciales); Alejandra Elías (presidenta del Comité Departamental Yavi); Alberta Carretero (ex concejal de La Quiaca); Jorge Gronda (miembro del directorio del Instituto de Política Públicas). Todos están vestidos de manera informal; el único dirigente que deja ver su calzado ostenta zapatillas.

La fotografía que está más abajo muestra a un hombre joven parado que, según el epígrafe, forma parte de los dirigentes de Yavi y Santa Catalina, que expone la situación partidaria de su región. El joven dirigente tiene una gorra con visera y una campera deportiva; los otros dirigentes están sentados, muchos con sus brazos cruzados y lo miran atentamente.

En el texto se puede leer la intención de los dirigentes: “Poner nuevamente la organización partidaria en la calle”. Para esto, los radicales armaron una agenda de reuniones para el próximo mes y anunciaron la apertura de una sede del Instituto de Política Públicas que convoque a sectores de la comunidad quiaqueña.

***

La mesa en uno de los muebles más nobles que ha inventado el género humano. Sirve para comer, estudiar, apoyar cosas y, si uno recuerda una memorable escena del film El cartero llama dos veces, para tener buen sexo. Casi todas las mesas fueron pensadas para más de una persona. Una mesa grande es sinónimo de familia numerosa o de propietario generoso o poderoso.

La construcción del poder político exige siempre reuniones para realizar acuerdos. En ese contexto puede ocurrir que una mesa sea mucho más que una mesa. ¿Qué diferencias y qué semejanzas existen en las fotografías que protagonizan los hombres del poder local?

Empecemos por las semejanzas. Los dirigentes centrales siempre están más cerca de la mesa. Ellos pueden apoyar sus agendas, sus celulares, sus vasos y, fundamentalmente, sus brazos para estar más relajados. Tienen, además, protegidas sus partes inferiores; es decir, la mesa también es un parapeto que los protege. Así, nuestros dirigentes no tienen necesidad de cruzar brazos ni piernas, hay una defensa entre ellos y los dirigentes que ocupan un lugar marginal en el campo del poder. Estos últimos ni siquiera tienen derecho a ver sus nombres y apellidos en las noticias. Son -para decirlo si vueltas- actores de reparto.

La diferencia fundamental está dada por el tamaño de las mesas. En el caso de la mesa más larga, el centro del poder lo ocupa el sonriente gobernador. El contexto también cobra mucha importancia: se trata del Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el lugar de las grandes decisiones.

Para los radicales, la realidad es otra. Ellos tienen que sumar dos mesas chicas para quedar casi todos protegidos. Uno de ellos queda expuesto y por eso cruza sus pies, como si con ese acto tratara de disculparse por sus zapatillas. También se muestran, estos dirigentes, con relajación. Su público también está conformado por actores secundarios. Tanto es así que, para ser escuchados, tiene que pararse. Esto muestra un distanciamiento entre dirigente y dirigidos, por más que no se trate de una foto panorámica como en el caso de la reunión oficialista.

***

Leer en una misma página noticias relacionadas y que tienen a las mesas como común denominador es algo que no ocurre todos los días. Los muebles marcan quien tiene el aparato político más grande. Marcan también una rara coincidencia entre oficialistas y opositores: sus cúpulas no quieren mezclarse con los dirigentes secundarios. En un caso, los actores de reparto deben llegar hasta el mismo centro del poder y contentarse con un lejano vaso de agua o soda fresca; quizás en esto consista la atención eficiente del gobernador. En el otro, los dirigentes locales tienen que expresarse como alumnos disciplinados frentes a docentes exigentes: hablar de a uno y parase a un costado de su asiento.

Tanto los dirigentes peronistas como los radicales se sostienen sobre un pobre discurso. En el caso del gobernador, su accionar queda reducido a ser receptor de inquietudes municipales, ¿hace falta semejante mesa para funcionar como mesa de entradas? En el caso de los radicales su propuesta es armar una agenda de reuniones y abrir una sede para sumar propuesta y proyectos; estos dirigentes tienen una idea muy reducida para lograr que su partido se posicione en la calle.

Estas mesas no sirven para comer ni para estudiar, apenas si sirven para apoyar brazos, agendas, vasos y celulares. De coger… ni hablemos.


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