domingo, 22 de abril de 2012

Y sin embargo


“No miento si juro que daría por ti la vida entera”, dice el cantautor y también aclara que no será más fiel que a sí mismo. Él, como nosotros, corazón, es una oveja descarriada de tantas madrugadas. Me gusta mucho esta canción porque siempre sentí la tentación del solitario para escuchar música sin interferencias, para leer en silencio los poemas que pocos conocen (“mi mujer con lengua de hostia apuñalada”), para trabajar sin que ningún jefe me toque los cojones. Y sin embargo (parece que siempre hay un “sin embargo”), corazón, ahora que vivo solo, cuando no estás, mi casa es una oficina. ¿Por qué en el momento que empiezo a llevarme bien con la soledad tengo que necesitarte? Existe algo que nos une, algo que se empeña en apuñalar mis palabras para que yo vuelva a escribir una y otra vez el poema que resuelva el dilema de esta trama. Tal vez todo se reduzca a la maldición de intentar escribir el verso imposible. Sospecho, corazón, que aceptás ese destino para mí. Y yo, por vos, daría la vida entera.


jueves, 5 de abril de 2012

El rugido del León

León Gieco actuará en San Pedro de Jujuy, el miércoles 11 de abril


León con dos artistas de "Mundo Alas"
Fui aquella vez que León Gieco actuó en el estadio de la Federación de Básquet, aquí, en San Salvador. El recital fue en los últimos meses de la dictadura y anticipaba lo que sería la gira “De Ushuaia a La Quiaca”. Una semana antes de que el músico actuara, su representante  -creo que era Pity Iñurrigarro- estuvo en Radio Nacional, cuando todavía los estudios de transmisión estaban en la calle Ramírez de Velazco; allí habló de los músicos nuevos: Charly García, Luis Alberto Spinetta, Raúl Porcheto, Miguel Cantilo, Sandra Mihanovich y, por supuesto, de “El Campesino” (así lo apodaban entonces al autor de “Sólo le pido a Dios”).

Fue un momento muy especial aquel recital. Todos habíamos aprendido a andar con cuidados y sabíamos del peligro del terrorismo de Estado, aunque entonces no hablamos con esas palabras; en rigor, casi no hablábamos del terror que todos teníamos. Por eso, aquel recital fue como un soplo de aire puro en medio de una sociedad contaminada. Me acuerdo que, en la Federación, nos encontrábamos con otros que eran como nosotros. Por fin, la palabra nosotros tenía un sentido concreto.

Nunca imaginé que, en aquellos años, tantos jóvenes teníamos el pelo largo. Entonces, éramos como esos trasnochados que aguantan hasta que sale el sol y recién cuando se abrazan por algo, se dan cuenta de que el frío ya pasó. Aquella vez, muchos nos abrazábamos sin saber porqué. Ahora lo sé: el momento era especial porque ese día se empezó a percibir que el fin de la dictadura estaba próximo.

León empezó con “La Navidad de Luis” y todos saltamos para demostrar que estábamos vivos. Cantó su clásico “Pensar en nada” que, como la mayoría de sus canciones, nos hizo vibrar y pensar. Nos deliramos con “La Rata Laly” porque la voz de Gieco salía por un canal y, por otro, aparecía la de la Rata por medio de un efecto especial. El cierre del recital fue a toda orquesta: “El Campesino” presentó a “Los hijos de Humahuaca”, un conjunto folklórico local y dijo: “Escuchenlos porque son muy buenos músicos y porque son de ustedes”. Juntos cantaron “Solo le pido a Dios”. Me corrijo: todos cantamos aquel himno.

¿Por qué escribo esta reseña que debí haber escrito hace treinta años y que entonces no me animé? Porque el miércoles 11 de abril, el músico actuará en San Pedro a beneficio de la Casa de la Mujer “María Conti”. Hace ocho años, León había estado en esta ciudad, pero esa vez no cantó, tuvo que tocar el “pianito” en el juzgado de San Pedro. Allí dejó sus huellas digitales y se negó a declarar por la denuncia que tenía en su contra. La acusación había sido presentada por un abogado local que lo incriminaba por “instigación el crimen”, ¿hace falta recordar que la canción “Santa Tejerina” y las declaraciones periodísticas en las que León defendía a la joven Romina Tejerina le trajeron este problema judicial?

Hace falta. Porque después, Raúl (“León”) Giego fue sobreseído por la Justicia. Sus seguidores no necesitábamos esa confirmación de inocencia. Él tiene una trayectoria impecable como artista popular. No sólo llegó a esta provincia a tocar -y reivindicar- músicos como Ricardo Vilca, Los Beteranos (sic) de Humahuaca y copleros anónimos, sino que él escribió temas que hacen que los jujeños nos reconozcamos en sus letras: “Rey mago de las nubes”, “Cinco siglos igual”, “Maestras de Jujuy”, “La memoria” y la lista sigue. También se comprometió con causas sociales: su oposición a la guerra de Malvinas, la solidaridad para con los familiares de los detenidos-desaparecidos, el amor por las personas con capacidades diferentes y, muy en especial, para con los excluidos por la dictadura primero y el neoliberalismo después.
 
Ahora que el músico vuelve a San Pedro no está mal recordar que su pedido por una sociedad más justa es un rugido que tiene varias décadas. Escribo esto porque tengo escritores amigos e investigadores jóvenes (pienso en especial en Belén, Paula, Fernanda, Gonzalo, Pamela, Ximena, Natalia, Magali, Juan Pablo, Lía, Darío, Valeria, Sabina, Silvina, Martina, Bruno, Manuel, Susana, Pablo, Lucía, Carla, Daniela, Facundo, Mistol, Ezequiel, Agustín, César, Laura, Daniel, Romina, Gabriela, Andrés, Federico, Meliza y Victoria) que nacieron justamente en la peor dictadura que tuvimos que soportar y no saben de aquel recital en la Federación. Escribo esto porque el 13 de junio próximo comenzará el primer juicio por delitos de lesa Humanidad en Jujuy; por fin se juzgará a algunos de los responsables del secuestro y posterior desaparición de Julio Rolando “Pampero” Álvarez García. Escribo esto  porque somos muchos los que pedimos que lo injusto no nos sea indiferente.


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