“No miento si juro que
daría por ti la vida entera”, dice el cantautor y también aclara que no será
más fiel que a sí mismo. Él, como nosotros, corazón, es una oveja descarriada
de tantas madrugadas. Me gusta mucho esta canción porque siempre sentí la tentación
del solitario para escuchar música sin interferencias, para leer en silencio
los poemas que pocos conocen (“mi mujer con lengua de hostia apuñalada”), para
trabajar sin que ningún jefe me toque los cojones. Y sin embargo (parece que
siempre hay un “sin embargo”), corazón, ahora que vivo solo, cuando no estás, mi
casa es una oficina. ¿Por qué en el momento que empiezo a llevarme bien con la
soledad tengo que necesitarte? Existe algo que nos une, algo que se empeña en
apuñalar mis palabras para que yo vuelva a escribir una y otra vez el poema que
resuelva el dilema de esta trama. Tal vez todo se reduzca a la maldición de intentar
escribir el verso imposible. Sospecho, corazón, que aceptás ese destino para
mí. Y yo, por vos, daría la vida entera.
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