miércoles, 27 de mayo de 2009

El largo camino que recorren las mujeres de Jujuy


Las mujeres, desde hace varios años, luchan para tener presencia activa en los lugares de decisión en Jujuy. Así, varios grupos presionan a políticos para lograr una ley de cupo que les garantice un lugar importante en las listas de candidatos a legisladores. A pesar de esa insistencia, la ley tarda en materializarse.
Alejandra García Vargas
Quizás, el único lugar institucional en el que ellas han ganado una activa participación es en la Universidad Nacional de Jujuy. En el gabinete directivo de la actual gestión, son responsables de la Secretaría Académica, la Secretaría Administrativa, la Secretaría Legal y Técnica, la Secretaría de Ciencia y Técnica y Estudios Regionales (SECTER) y la Secretaría de Extensión Universitaria; es decir, las mujeres ocupan cinco de las seis secretarías que dependen directamente del Rector y poseen autonomía para generar políticas. Un número importante de ellas, por otra parte, han estado al frente de tres de las cuatro Facultades.

No sólo se destacan por su capacidad de gestión. Ellas, además, llevan la delantera en tareas de investigación. En estos días está por aparecer el libro Científicos de Jujuy, la primera encuesta a directores de proyectos de investigación en la que éstos analizan su propia actividad y la enmarcan en la realidad social de la región. La encuesta fue repartida a la totalidad de los directores de proyectos de investigación acreditados en la SECTER. Sobre un total de más de setenta investigadores, contestaron veintiséis; quince son mujeres y once son hombres. Es decir, la ventaja se mantiene.

Veamos a continuación qué sucede en un campo intelectual vecino: el literario. Un muestrario cronológico de la literatura de Jujuy hasta 1969 contenía a cuarenta escritores; de éstos, ocho eran mujeres. En 1993, el trabajo inclusivo se completó con otro tomo que llegó hasta ese año; la cantidad de autores se incrementó: sobre un total de sesenta y uno, veintisiete eran mujeres. Más acá, en una encuesta que publicamos en el 2006 (Encuesta a la literatura jujeña contemporánea), sobre una muestra de veinte escritores, contestaron doce hombres y ocho mujeres. Es decir, la mayoría varonil se mantenía.

La cuestión, por lo tanto, es: ¿por qué en la Universidad la presencia de las mujeres es mayor?, ¿las características de la institución (un espacio que adjudica legitimidad y prestigio a los saberes) tiene que ver con esta supremacía? Y una cuestión más: ¿es posible inferir que la presencia de las mujeres universitarias producirá un efecto de contagio en otros sectores de la sociedad?

Tratemos de responder estas cuestiones. La Universidad es –o, si lo quiere el lector hipercrítico, debería ser– el espacio intelectual por excelencia. Es una plaza que tiene reglas bien explicitadas sobre cómo funciona su mercado simbólico. Así, dispone de un capital que se objetiva (por medio de libros, papers, patentes, etc.), en un espacio altamente institucionalizado (en ningún otro lugar valen tanto los títulos y certificados) y que, además, ha incorporado una eficaz tecnología de reproducción (aquí incluimos los esquemas de percepción, evaluación y acción). La Universidad, al decir de Bourdieu, es un campo relativamente autónomo que posee un sistema de relaciones entre posiciones de sus integrantes que se construyen a lo largo del tiempo (en la diacronía) aunque se la analice en un momento sincrónico.

En consecuencia, podemos decir que el campo científico es un espacio de lucha por la legitimación, lucha que –como lo expresamos en el párrafo anterior– posee sus propias reglas. Gracias a éstas (a su explicitación, su objetivación, su institucionalización y su puesta en práctica), las mujeres universitarias logran sacar ventajas. Si bien existen cuestiones asociadas al poder político, económico o a la pertenencia (o no) de distintas redes sociales en este campo, el bien que más se valora es el capital cultural. Ese capital permite a sus poseedores el acceso preferencial a ciertas ocupaciones o posiciones profesionales exclusivas por medio del manejo de lenguajes y competencias de recursos exclusivos de la ciencia.

En el libro Científicos de Jujuy, como ya expresamos, ellas llevan ventaja numérica sobre sus pares masculinos. Sacan, además, otra ventaja: reconocen a otras mujeres de la promoción que las precede como “maestras” locales de la investigación (Susana Argüello lo hace con Ana María Zoppi, Alejandra García Vargas con Gabriela Karasik, Gabriela Sica y Elena Bossi, y Norma Wierna con Graciela Bovi Mitre). Con esto no queremos caer en el error fácil de afirmar que las investigadoras sólo reconocen como formadores a sus pares de género, por el contrario, tanto María Eduarda Mirande como Elena Bossi reconocen la deuda intelectual que ambas tienen con Raúl Dorra. Sí queremos evidenciar que las investigadoras no tienen los pruritos intelectuales que sí parecen tener sus pares masculinos, que prácticamente no reconocen a ningún “maestro” local.

Por otro lado, las investigadoras también tienen clara conciencia de la imagen pública que poseen dentro del campo académico. Así, Liliana Bergesio reconoce como pares a García Vargas, Laura Golovanevsky, María Elena Marcoleri y Matilde García Moritán. Bossi rescata los trabajos de Mirande, Guillermina Casasco y García Vargas. La última, a su vez, rescata como “compañeras de generación” a Bergesio, Golovanevsky, Mónica Ulloa, Adriana Kindgard y Cecilia Fandos. Mirande ubica como muy importante a los trabajos de Bossi. Clemencia Postigo destaca, de manera enfática, a Zoppi.

Casi todas poseen obra publicada y ya han logrado un reconocimiento institucional. Tienen una ventaja sobre sus pares extrauniversitarias: no se enfrentan a agentes ya establecidos en una función dominante en el campo al que pertenecen (tal vez, la única excepción se dé en la Facultad de Ingeniería, la única en la que todavía ninguna mujer estuvo al frente como decana).

Es posible que aún les falte un conjunto de obras que trascienda el campo científico. Conozco, por mi función de editor universitario, varios libros que están próximos a salir que, sin dudas, van a cruzar esa frontera (pienso en trabajos de Lucía Mallagray, Bergesio, Marcoleri, Golovanevsky, García Vargas, Flora Guzmán, Ana Teruel y Ana María Postigo de de Bedia, fundamentalmente).

En la historia argentina del último siglo, la Universidad funcionó como prueba piloto de varias acciones que se dieron en el resto de la sociedad. En 1918, los reformistas de Córdoba se adelantaron medio siglo a lo que fue la irrupción de los jóvenes como sujeto generacional. Después, en plena “revolución fusiladora”, el campo científico actuó como una isla democrática; en los calientes años sesenta, como un espacio que prefiguraba la praxis revolucionaria de la década posterior. En la última dictadura fue, igual que toda la sociedad, un campo arrasado (un espacio doblemente fracturado, tanto por los exilios internos, como por los externos). En la etapa de reconstrucción democrática, la Universidad se reconstruyó internamente con sus reglas de legitimación, ordenó sus estructuras y sus agentes se profesionalizaron en la acumulación de un capital simbólico. En la etapa actual, cerca de la conmemoración de los bicentenarios, las mujeres universitarias hacen uso público de sus destrezas simbólicas y responden, con un conjunto de obras que de a poco comienzan a articularse, a las demandas de la sociedad.

En esas respuestas está lo más interesante del campo científico actual, está también el adelanto de lo que sin dudas será el rol protagónico que ellas tendrán después de un largo camino (que ya lleva más de dos siglos) y que algunos tratan, en vano, de restringir en los lugares de decisión de Jujuy.

.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Sr. Castro llego al su blog desde diferentes mares, pero soy actor y sujeto universitario (docente) no dejó mi nombre, no por cobardía sino por rebeldía (herramienta que seguro dejó en su placar), porque la verdad que promocionar un libro? que no es otra cosa que una sumatoria de respuestas de una encuesta mal trazada y organizada, es una vergüenza, hubiere sido otro el resultado si Ud. juntamente con la encuesta afirmaba que eso sería publicado, ¿mi respuesta sería publicada?¿dónde está mi autorización para publicar mis dichos y comentarios? ¿y si hubiera respondido que la actual gestión universitaria no deja de ser un modelo elitista de educación, mirando solo el ombligo de sus seguidores, lo habría publicado? y sabe otra cosa cuando se predispone a llamarse Editor Universitario, es un saco que le queda muy grande, tenga la humildad de escuchar y dejar de intentar ser lo que no puede ser. Mientras que en otros escritos (EL ojo de la tormenta) reduce a casi a nada el rol de la mujer en la literatura jujeña, ahora sale con un rejunte de preguntas bobas, y pretende ser el que retoma la lucha por el género, no será que quiere quedar bien con estas docentes investigadoras? por favor...solo disculpe creo que soy demasiado mal pensado. Saludos Cordiales. R.A.

Reynaldo Castro dijo...

Estimado R.A. le agradezco su dedicación lectora. Tiene usted razón en todo, por supuesto. Salvo en una cosa: no quiero quedar bien con esas docentes investigadoras; tengo negras intenciones con una de ellas.
Con afecto,

Anónimo dijo...

Hola yo tuve a la profesora Alejandra garcia vargas en la facultad y la verdad deja mucho que desear no es coherente mas allá de su repercusión como profesional creo que tendría que reveer su forma de enseñar aprobé su materia pero la verdad es que no me dejo nada y hoy como profesional de la comunicación social veo que solo fue un paso mas no me dejo nada solo fue eso y no veo la relevancia que le dan por lo que yo y mis compañeros obtuvimos de ella.

FeedBurner FeedCount