miércoles, 5 de septiembre de 2007

Animales políticos

Que el peronismo no sólo interesa a sus afiliados es algo que sabemos los jujeños. Gobierna esta provincia continuamente desde 1983 y, por lo tanto, su devenir nos afecta a todos.

En aquel año bisagra, la recuperación democrática restableció a Carlos Snopek en su mandato de gobernador. Dicen que el ingeniero solía tener un axioma incuestionable: el primer año de gestión es para planificar; el segundo, para empezar las obras, el siguiente para inaugurarlas[1] y, enseguida, ganar las elecciones.

A pesar de su clara estrategia, Snopek no pudo aspirar a ninguna reelección y no porque desconociera los valores de sus votantes o porque su estrategia electoral no tenía fundamentos. Simplemente ocurrió que los genocidas irrumpieron en 1976 (y, de paso, inauguraron la etapa más nefasta del siglo pasado), por un lado. La Reforma Constitucional, por otro, le impidió presentarse como candidato a un nuevo mandato.[2]

La época de gobernadores truncos

Después, llegó Ricardo De Aparici, un político con cierta habilidad para construir discursos completos pero insuficientes a la hora de gobernar. Él tuvo el triste privilegio de inaugurar una sucesión de mandatos truncos. Su renuncia fue la consecuencia de reiteradas manifestaciones organizadas por el Frente de Gremios Estatales (FGE) que lideraba Carlos “Perro” Santillán. Entonces, los medios –la televisión en particular– fueron fundamentales en el sostén del conflicto que llevaron adelante los gremios estatales por las sospechas de los actos de corrupción del gobierno provincial. Los gremialistas encontraron una suerte de segunda visibilidad en los noticiosos y programas políticos de la TV. Entonces, por primera vez en esta provincia, los medios redefinieron el espacio público.

Eduardo Huascar Alderete, un médico por entonces desconocido saltó de su cargo de vice para asumir como gobernador. Él completó los trece meses que faltaban en el mandato y entregó el cargo al nuevo gobernador electo.

El abogado Roberto Rubén Domínguez asumió, a fines de 1991, después de ganar en elecciones con ley de lemas. Su rival más próximo, Guillermo Eugenio Snopek (sobrino del ingeniero que había fallecido en un accidente automovilístico) quedó postergado después de enredarse en la ley que él mismo había redactado.[3] Al finalizar la elección, tres candidatos se declaraban vencedores: los dos peronistas antes nombrados y Humberto Salum, el candidato radical que había obtenido individualmente más votos y, por lo tanto, se sentía el ganador moral.

Era el tiempo en que el entonces presidente Carlos Menem se atrevía a tirar por la borda todas las conquistas que su partido había edificado a lo largo del tiempo. En Jujuy, esa crisis venía marcada por la muerte de los grandes caudillos (el ingeniero Snopek, en 1991; José Humberto Martiarena, el ortodoxo líder peronista, en 1988 y Horacio Guzmán, el hombre fuerte del Movimiento Popular Jujeño, en 1992) y era, además, el comienzo de los discursos endebles.

Aquellas elecciones provinciales rompieron con las viejas armas electorales del partido Justicialista. El candidato que posteriormente asumió como gobernador contrató los servicios profesionales de un consultor político:

Cuando el Dr. Roberto Domínguez nos convocó para trabajar en su campaña sus posibilidades electorales eran remotas. Domínguez era un abogado brillante, con antecedentes de haber sido fiscal de la provincia sin haber perdido un solo juicio. En ese momento ejercía el cargo de diputado nacional y era reconocido por su preocupación por el desarrollo económico de la provincia y por sus buenas relaciones con el ámbito empresario.[4]

En otro tramo de su capítulo dedicado a Jujuy, Hugo Haime expresa que puede referirse a su accionar como consultor porque “ha pasado el suficiente tiempo para que los protagonistas del relato no puedan verse afectados en términos de confidencialidad de información”. En aquel momento (las elecciones de 1991), las claves de la sociedad jujeña que descubría el consultor eran “una estructura social fuertemente piramidal y una cultura fuertemente patriarcal generaban hacia la clase política una fuerte demanda de Autoridad y Protección”. Y más adelante agregaba:

La demanda simbólica básica estaba constituida por la de un Padre Justo capaz de resolver tres temáticas básicas: Trabajo, Salarios y Orden. Recordemos que la provincia estaba sumida en una grave crisis económica que impedía al gobierno cumplir con sus compromisos esenciales como el pago de salarios en tiempo y forma; sumado ello a una sensación de crisis institucional permanente al haber dejado el gobierno el ex gobernador De Aparici. Las promesas electorales de ésta habían generado altos grados de frustración. [5]

Resulta interesante el trabajo de Haime porque muestra las distintas piezas que fueron utilizadas para la construcción del nuevo gobernador. Entre otras cuestiones, el consultor señaló la existencia de tres segmentos electorales:

1. el sector que propicia un cambio (mayormente ubicado en los sectores medios de San Salvador de Jujuy),

2. el sector de los descreídos de la dirigencia política tradicional que buscan un gobernante con autoridad para frenar el caos (ubicados en el interior), y

3. el sector de los tradicionalistas que esperan la promesa de un dirigente ligado a la tradición provincial que sea capaz de contenerlos con la afectividad.

Domínguez, quizás el último político de primera línea que pisó una librería jujeña, mantuvo varios conflictos con los legisladores provinciales y, dos años después de haber asumido, renunció. Carlos Ficoseco, otro médico desconocido, asumió el cargo y pomposamente anunció que el ultramenemismo llegaba al poder en Jujuy. Sus sueños se derrumbaron como pompas de jabón y en menos de un año tuvo que presentar la renuncia.

Entonces, la legislatura tuvo que elegir el diputado que completaría el mandato. Agustín Perassi, un legislador de Palpalá que hasta entonces no tenía más antecedente que un fugaz paso gremial, fue el elegido. Perassi mostró que podía tomar decisiones (una de ellas fue otorgar un sustancial aumento a la clase gobernante bajo la forma de viáticos y gastos de representación, decisión que su antecesor no había podido efectivizar[6]) y su momento de fama le hizo soñar que podría ser elegido gobernador en las urnas. Hizo una campaña discreta de publicidad (algunas de esas imágenes gráficas serían utilizadas en posteriores campañas), pero no le alcanzaron frente al candidato que ya había aprendido la lección anterior y resultó airoso: “Guillermito” Snopek.

Esta vez, la fórmula triunfante se completaba con Carlos Alfonso Ferraro, un extrapartidario[7] que rápidamente se afilió al partido Justicialista (y que pronto llegaría al grado máximo de autoridad partidaria provincial). Éste había sido el principal periodista local, el que dictaminaba los temas de la agenda de la semana con su programa televisivo El pulso de la semana y que complementaba con otro de intenciones culturales, Nuestro Jueves. Según Pablo Baca, Ferraro era “una avispa el lunes y un pilpinto el jueves”. Es decir, al comienzo de la semana fustigaba a los errores de los políticos y durante el otro hacía ver la vida bohemia y tranquila del mundo de la cultura folklórica y artística.

En una clara intención de mostrarse alejado de los actos de corrupción que se mostraban en la revista Caras con las mansiones de políticos en Buenos Aries, Snopek afirmó al asumir su cargo que tanto él como Ferraro esperaban terminar el mandato “con la misma casa, con el mismo auto y, si nos aguantan, con la misma mujer”.

Esta vez no fue un golpe militar ni la renuncia por presiones populares la que truncó el mandato. Un accidente terminó con la vida del Guillermo Snopek y asumió Ferraro, en febrero de 1996.

Antes habíamos hablado del fin de los grandes caudillos, justo es reconocer que ese espacio vacío fue ocupado por el más exitoso de los periodistas locales. Después, Ferraro trataría de ser el principal enunciador del espacio político, pero ahí ya no se iba a mover con la misma soltura que en los medios audiovisuales.

Las continuas movilizaciones del FGE pusieron en jaque al último de gobernadores trunco y éste renunció en noviembre de 1998. Antes, en una de sus declaraciones se había sincerado ante los medios: “Tengo que entender la bronca de la gente, de los que no trabajan ni pueden mandar sus chicos a la escuela. En algún momento, en su impotencia, la gente tiene que expresarse”. El otrora brillante editorialista admitió lo que de verdad sentía. Sus palabras fueron reproducidas en un diario de tirada nacional y comentadas por otro periodista:

Ya no queda nada para esconder. Que los gobernadores admitan que su gente se siente impotente conlleva la confesión de su propia impotencia para sacarla del pozo. Guiados por el mismo impulso, los jueces se declararán impotentes para condenar a los reos, los detectives advertirán con tiempo que serán impotentes para llegar hasta las últimas consecuencias y, ante cada reclamo, los ministros se llevarán la mano al corazón y murmurarán: “Entiendo, pero soy impotente”.[8]

Carlos Ferraro fue el último político incapaz (casi escribo “impotente”, menos mal que me contuve a tiempo) de completar su mandato. Otra historia estaba por comenzar.

La era Fellner

Eduardo Fellner fue electo por la Legislatura local y completó el último mandato corto de un gobernador. El 24 de octubre de 1999 fue elegido gobernador (superó a su rival Gerardo Morales por tres mil votos); su eslogan prometía asegurar el orden y la paz de la provincia. Su compañero de fórmula, Rubén Daza, en ningún momento intentó pegar el salto de la Casa de Piedra a la de Gobierno (después se despegaría del partido que lo vio crecer y formaría otra agrupación política).

Sólo falta agregar que una de las frases en la que basó su campaña electoral (que no tuvo una plataforma de gobierno) fue que “Jujuy tiene salida”. Con ésta, el oficialismo jugó con el doble sentido de salir del caos y también hizo referencia a una de las obras públicas más ambiciosa: el paso de Jama, obra que había empezado a construir el ingeniero Carlos Snopek, en la década del 80.

El resto es historia reciente y casi todos sabemos lo que ocurrió.

Cuestiones abiertas

Este repaso fugaz quizás pueda servirnos para pensar si en las próximas elecciones se mantendrán aquellos segmentos que citaba Haime: los del cambio, los descreídos y los tradicionalistas. Y, si se mantienen, ¿cuál de ellos se impondrá?

Otra cuestión: aquellas demandas de autoridad, contención social y seguridad jurídica, ¿seguirán tan actuales? ¿No habrá que aumentar la cuestión de la seguridad a secas?

Y, por último, ¿el candidato ideal gobernador seguirá tendiendo estos atributos que solicitaba nuestra sociedad hace más de diez años: autoridad y firmeza, dueño de propuestas creíbles y realistas, sensibilidad social y capacidad de gestión? Y, si sigue con esos atributos, ¿cuál de ellos tiene más peso?

¿Será Carlos Daniel Snopek el que mejor encarne los atributos de autoridad y tradición? ¿La historia que tiene su apellido le ayudará a posicionarse claramente en el sector tradicionalista? ¿Y qué le suma Marcelo Quevedo Carrillo, hombre ligado a la producción tabacalera?

¿Qué sucederá con Walter Barrionuevo? No tiene un apellido tradicional pero es el elegido para ir “por el mismo camino”, ¿le alcanzará su lealtad para ocupar el segmento de autoridad y tradición? ¿Y qué segmento sumará el supermercadista Pedro Segura?

Por el lado radical, Alejandro Nieva tiene el perfil de la tradición y, al igual que Carlos Daniel porta un apellido que tiene pedigree político, ¿será Alejandro el que seduzca a los tradicionalistas? ¿Tiene fundamentos para convencer al segmento innovador más allá de los carteles en los que coloca el diminutivo de su nombre? ¿Será Pablo Baca el mejor candidato a vicegobernador? ¿Su accionar como abogado de diferentes causas (entre ellas ser el asesor legal de varios gremios, colaborar con los Juicios por la Verdad), la sensibilidad de escritor y un dinamismo que se hizo notar en la parsimoniosa cámara legislativa le darán muchos votos a la fórmula que integra?

¿Serán estas elecciones propicias para Rubén Daza y sus propuestas de creación de empleo y productividad? ¿Él será el que mejor encarne la contención social que reclaman los afiliados justicialistas? ¿Los años que lleva en política habrán forjado su carácter para gobernar con autoridad? ¿Fernando Arnedo en qué segmento se posicionará?

Es la hora de analizar las propuestas de los únicos animales que tienen la cualidad de ser políticos. Sobre ellas hablaremos en una próxima nota.


Las ilustraciones que aparecen en esta nota son obras de H.R. Giger.




[1] Marcelo Lagos y Mirta Gutiérrez afirman: “Se reconstruyeron rutas, viviendas, puentes que habían sido barridos por las inundaciones. En el año 1986, se realizó la mayor cantidad de obras de infraestructura, en especial en materia de defensa de los ríos y puentes en toda la provincia”. Más detalles en “Dictadura, democracia y políticas neoliberales. 1976-1999”, incluido en Marcelo Lagos y Ana Teruel (directores), Jujuy en la Historia, San Salvador de Jujuy, Ediunju, 2006.

[2] El artículo 127 de la Constitucional de la provincia de Jujuy, sancionada el 29 de octubre de 1986, estuvo redactado de manera tal de cortarle toda posibilidad de reelección al ingeniero Snopek y también a toda integrante de su familia que pretendiese sucederle. Expresa dicho artículo: “El Gobernador y el Vicegobernador durarán cuatro años en el ejercicio de sus cargos y cesarán en ellos el mismo día en que expire el período legal, sin que motivo alguno pueda prorrogarlo. Podrán ser reelectos por un período más, pero no ser reelegidos sucesiva o recíprocamente sino con un intervalo legal. No podrán ser candidatos a Gobernador o Vicegobernador, los respectivos cónyuges y parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad, o por adopción, del Gobernador o Vicegobernador en ejercicio.”

[3] “El error de Snopek fue presentar cuatro sublemas que lo postulaban como candidato a gobernador –con distintos candidatos a vice– pero presentando números distintos de sublema en cada boleta. Así, mientras en términos matemáticos los cuatro sublemas de Snopek sumaban el 22% de los votos en términos legales dichos votos no existieron. Para la justicia la lista del PJ obtuvo el 47,7%, y dentro del lema, el sublema más votado fue Rojo Federal de Roberto Domínguez con el 18%” (Hugo Haime, La imagen del poder: La consultoría política en acción, Buenos Aires, Corregidor, 1997, p. 171).

[4] Ibídem, p. 171.

[5] Ibídem, p. 171.

[6]Durante la crisis de gobierno de Ficoseco, cuando el sueldo promedio de los estatales era de de 200 pesos, se había intentado elevar la paga del gobernador de 1.800 pesos a 10.000 pesos, de 4.000 a 7.500 peso el de los legisladores y 13.000 pesos el de los magistrados. El intento fracasó por el estado de convulsión social” (Lagos y Gutiérrez, op. cit., p. 294).

[7] “También se hizo común, copiando la ‘moda’ nacional, el tránsfuga (en sentido literal: persona que pasa de un partido a otro) o candidato sin tradición ni estructura partidaria, pero con fondos para financiar el costo de las campañas, asimismo los extrapartidarios que gozaban de de popularidad ganada en otros ámbitos, en el caso local, en los medios de comunicación” (Ibídem, p. 284).

[8] Hugo Caligaris, en La Nación, Buenos Aires, 25 de mayo de 1997, p. 27.

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