martes, 31 de julio de 2007

Periodistas

Adelanto del libro que editará la Universidad Nacional de Jujuy próximamente

Prólogo

Esta compilación fue pensada, inicialmente, como material de lectura para mis compañeros del gabinete de Prensa y Difusión de la Universidad Nacional de Jujuy. Después, entendí que estos artículos podrían servir a un público lector más amplio.

Convencido de que la gestión de la información no puede estar desligada de cuestiones formales (el tono, el ritmo, cierta estructura), como de cuestiones ideológicas en las que se selecciona qué contar y a quién presentar como protagonista, he seleccionado estos textos que pueden servir a periodistas como material de apoyo en su práctica concreta.

El lector encontrará en las páginas que siguen material referido a tres cuestiones muy ligadas: la lectura, la escritura y la práctica periodística. Todos los artículos exceden a la mera enunciación de un tema y señalan la destreza simbólica de sus autores en el uso de la palabra.

Casi todos ellos tienen, o han tenido, una presencia constante en medios gráficos. Otros son consultados de manera asidua por esos medios. La totalidad se ha profesionalizado en la acumulación de un capital intelectual y, por lo tanto, ha reflexionado largamente sobre la tríada mencionada en el párrafo anterior.

La escritura y la lectura son acciones centrales del trabajo periodístico. Ese trabajo es uno de los que más ha evolucionado en el largo paso de la modernidad. Poco queda del oficio de mala fama (“prefiero que en casa sigan creyendo que toco el piano en un burdel”, satiriza Manuel Vicent después de unas elecciones en las que los ganadores no fueron tan ganadores ni los perdedores tan perdedores como habían pronosticado sus colegas) y es una de las actividades centrales en la formación de discursos que circulan por los medios más influyentes y, a menudo, forman la opinión pública.

En la lucha simbólica por imponer sentidos, los periodistas –o mejor: algunos periodistas– son envidiados por otros actores sociales que también utilizan las palabras con destreza. A menudo esa rivalidad está dada por el lugar que ocupa cada oponente. Así, el año pasado, cuando la revista Ñ de Buenos Aires dedicó su edición del 21 de marzo para conmemorar los treinta años del inicio de la última dictadura, sólo el editor José Luis Mangieri, entre tantos entrevistados, recordó a escritores del interior (entre ellos, a Alcira Fidalgo de esta provincia) que fueron víctimas de los genocidas del 76. Esta cuestión no pasaría desapercibida por varios lectores.

Así, unos días después, el poeta Ernesto Aguirre envió un correo electrónico con la pretensión de que la publicación de difusión nacional lo incluyera en la página destinada al correo de los lectores. El texto decía:

Como si fuesen pocas las coincidencias registradas por la historia argentina entre hechos ocurridos en Capital Federal con similares sucesos en el interior y, luego de leer la edición de Ñ dedicada a recordar el golpe militar sufrido por dicha capital un 24 de Marzo de 1976, debemos sumar una más. Curiosamente, un 24 de Marzo, aquí –en el interior–, padecimos un golpe militar de similares características represivas idénticas al que ustedes denuncian. Sería beneficioso para ambos pueblos inaugurar, cuanto antes, alguna vía que nos permita un intercambio de información. Algún día (¿por qué no?), podríamos contar con un panorama más generoso sobre tanta historia padecida y casi, casi, compartida.

¿Hace falta aclarar que el mensaje de Aguirre nunca fue publicado? La tensión no sólo existe por un lugar de privilegio para la construcción de representatividades culturales; también aparece por el uso de la fina ironía. La única diferencia, en este caso, es que la primera puede imponer rápidamente una manera de ver y entender; en tanto que la queja del poeta tiene que esperar una oportunidad, como la de la presente edición, para ver la luz.

Creo que tampoco hace falta aclarar que toda la cuestión no pasa por la dicotomía centro / periferia. La nota de opinión, tanto de un periodista como la de un escritor (en esta compilación se evidencia la estrecha relación que existe entre ambos sujetos de la modernidad), es siempre un espacio de independencia emergente que, por ser tal, incomoda a los poderes establecidos.

Es por lo recién expresado que mientras preparaba el índice de este proyecto tuve siempre en claro que la escritura es inseparable de la lectura y que una buena crónica se diferencia de un texto literario sólo porque la primera ha sido escrita con mayor urgencia temporal. En ningún momento pensé en lograr una síntesis que unifique la problemática que aquí se presenta. He preferido mostrar la riqueza de una cuestión, antes que buscar una resolución inexistente a los problemas de la comunicación.

Los textos hablan por sí mismos y no hay necesidad de que yo haga un resumen. Sólo quiero hacer notar que la compilación no ha sido aleatoria. El mérito –si cabe este término– ha sido lograr una convivencia respetable entre las distintas ideas que aquí se presentan. Ideas que, en no pocos casos, se enfrentan entre sí y que juntas producen una fértil pluralidad de perspectivas.

Lamento ofrecer al lector algunos textos de manera fragmentaria. Pero el diseño total me empujó a cortar algunos artículos para que el conjunto tenga un delicado equilibrio. Más lamento no poder incluir otros por obvias razones de espacio. Me hubiese gustado introducir, por ejemplo, textos que se refieren al periodismo científico o al cultural. Manifiesto esto porque la divulgación de la ciencia es una tarea incipiente que desde nuestra Universidad desarrollamos con mucho entusiasmo. Por esa razón, hemos planificado la aparición de un próximo libro con artículos de investigadores universitarios que se dirigen a un público no especializado. Mientras tanto, será tarea del lector elegir otras combinaciones posibles que las presentadas en este libro o, en los casos en que los textos no aparecen en su totalidad, completarlos o buscar el contexto de los artículos citados.

Por otra parte, el periodismo cultural es la gran deuda que tiene este país. Apenas un puñado de autores han reflexionado sobre esta cuestión: Jorge B. Rivera, Jaime Rest, Beatriz Sarlo, Pablo Chacón y Jorge Fondebrider. En Jujuy, Néstor Groppa ha practicado largamente esta especialidad, rastros de esa práctica quedaron registrados en uno de sus libros –Abierto por balance–, pero ha obtenido un reconocimiento escaso en lo que se refiere a su función específica:

Nunca me consideraron periodista porque aquí es periodista el que informa sobre un choque, un robo, una violación, un gooooool, la construcción de un cordón cuneta, un contrabando, es decir todas las insoslayables pequeñeces que reunidas hacen a la cultura. El que difunde esa cultura que muchos han resumido en poemas, cuentos, teatro, etc. del lugar en que viven pero no usan las frases convencionales y los lugares comunes gramaticales del “periodista” corriente, no es periodista y pasa a ser, en el atlas plantarium del lugar, una extraña especie vegetal en una maceta incómoda que no se sabe bien dónde ubicar.

La aclaración de Groppa como rara especie también sirve para anunciar la necesidad de contar con un volumen con textos de autores locales, cuestión que –me apuro a decirlo– también figura en nuestra planificación.

Finalmente quiero agradecer a los columnistas que han autorizado la reproducción de sus trabajos, a las autoridades universitarias que han aprobado esta edición y al Departamento de Investigación del Instituto de Formación Docente y Capacitación Nº 2 de Tilcara que permitió que ocupe un cuatrimestre en una de las actividades que más placer me brinda: leer.


Índice

Leer y escribir por Beatriz Sarlo

Leer, vicio impune por Eduardo Berti

La era de la fragmentación por Luis Alberto Quevedo

Focus por Vicente Verdú

Kriptonita en los pulmones del Che por José Pablo Feinmann

El cachorro asesinado por Ernesto “Che” Guevara

Territorio comanche por Arturo Pérez-Reverte

La realidad transformada en mero show por Víctor Hugo Ghitta

Tele que me hiciste mal… por Ariana Vacchieri

La enfermedad del deseo por Nicolás Casullo

La lengua larga de los candidatos por Orlando Barone

Casting por Susana Viau

Mi programa no era un coto cerrado por Bernard Pivot

Una nueva disciplina: la mediología por Ana María Vara

Defensa de la caja boba por Luis Alberto Quevedo

Monstruo por Hugo Caligaris

El día que los marcianos invadieron la tierra por Raúl Alzogaray

La violencia de la mediocridad por Claudio Fantini

Los que escribimos y firmamos lo hacemos para ganarnos el puchero por Roberto Arlt

Un libro de Roberto Ar, o Art, o algo así por Abelardo Castillo

¿Quiénes son esos sujetos desplazados? por Ricardo Piglia

El ocaso de la función crítica por Carlos Gazzera

La historia que escribo en caliente y nadie me la quiere publicar por Rodolfo Walsh

Nacer en Madrid por Horacio Verbitsky

Recuerdos de periodista por Gabriel García Márquez

Esa carta por Lilia Ferreyra

La herencia pendiente por Osvaldo Aguirre

Se oyen las musas por Carlos Gamerro

El hombre que fue su propio experimento literario: Truman Capote por Silvina Friera

Una fiebre por Truman Capote

Guiños por Jorge Lanata y Ernesto Tiffenberg

El periodista independiente es aquel que dice cosas que al poder no le gusta por Joaquín Morales Solá

Vestirse y ser desvestido por Sandra Russo

El periodismo es un oficio por Andrew Graham Yooll

Periodistas por Manuel Vicent

El fiscal de Viena: Karl Kraus por Diego Rottman

Yo por Karl Kraus

Escribir: modos y vidas por Guillermo Piro

El lector y sus límites por Beatriz Sarlo

Cumpleaños, hipermodernidad y masoquismo x Enric Castelló

Blogs: ¿La nueva información? Por Adriana Schettini

domingo, 29 de julio de 2007

Vacaciones de invierno

Esta es una foto rara. La tomé la semana pasada, mientras paseaba por Tilcara.

El día se estaba yendo y yo saqué mi cámara para captar las última luces. Al costado derecho se ven las sombras de unos árboles. Al centro, los adoquines de la calle de la iglesia y la vieja escuela Normal. Al fondo, unos cerros imponentes.

Digo que es una foto rara porque, en la plaza del pueblo, había cientos de turistas que buscaban el mejor precio del mismo recuerdo. Todos iban con sus cámaras en la mano y con alguna prenda de lana de llama.

Una vez, un turista profesional (esos que siempre salen de vacaciones a lugares recomendados) le preguntó a un tilcareño qué era lo más tradicional del lugar. El visitante quería congelar el momento en que él estaba al lado de la tradición tilcareña. Sin dudarlo el informante le indico a otro turista que iba con su cámara lista para gatillar y dijo: "Eso".

A pocas cuadras de la plaza central hay adoquines solitarios. Más allá del centro siempre hay visiones que valen la pena.

miércoles, 4 de julio de 2007

La fiesta literaria más importante de Jujuy

Manuel Ortega, Max Cachimba, RC, Gustavo López y Tincho Bertolone.

Como cualquier lector activo, soy parte interesada de la Feria del Libro. Además, colaboro con algunos contactos literarios, pero empujo –sin cansarme mucho– desde atrás; hago esta aclaración porque esta nota no tiene la distancia crítica que debería tener cualquier nota seria. En rigor, ahora que lo pienso, ninguna de mis notas tiene esa distancia, pero las responsables de esta publicación me dan licencia para mezclar el placer con el trabajo. El resultado es esta especie de Fernet con Coca que todos los meses aparece en esta publicación.

El protagonismo organizador de la Feria lo tienen los amigos de la librería Horizonte, el responsable del Teatro de La Vuelta del Siglo y otros personajes sueltos que prefieren estar en el anonimato. Hay, además, varios auspiciantes (nombro a los que figuran en el programa): la delegación local del Instituto Nacional del Teatro, la editorial Perro Pila, la secretaría de Turismo y Cultura de la provincia, Simecom, el programa Café Cultura Nación, la Asociación de Trabajadores del Estado, la empresa de ómnibus ETAP, el Club Hostel, la Universidad Nacional de Jujuy, el Ente Autárquico Permanente, el hotel Ohasis y la agenda cultural Mi Salida.

También están los lectores a los que se les ofrece un menú más que variado. La programación se hace con la ayuda de organismos del Estado (por lo general, se trata de escritores que tienen títulos que reconocemos en las vidrieras de las librerías); contactos aislados que ofrecemos los últimos de la fila (casi siempre buenos escritores, músicos y/o editores desconocidos por el público masivo); ofrecimientos que hacen editoriales de neto perfil comercial para presentar a sus autores; el apoyo de los escritores de Salta y Jujuy; de las editoriales locales; de las revistas y de cualquier persona que tenga ganas de exponer un producto cultural. El menú que resulta es apto para todos los gustos y uno puede elegir libremente con qué alimentarse y casi no hay peligro de indigestión.

Resulta imposible referirse a la totalidad de los actos que se desarrollaron. Por eso, voy a hablar sólo de algunas cuestiones. Para empezar, fue todo un acierto desarrollar el taller de edición alternativa que coordinó Gustavo López de la editorial Vox de Bahía Blanca. El editor llegó con los libros más atractivos de la Feria. Todos magníficamente diseñados, empaquetados y con mucho material no convencional para el objeto libro: gomillas, posavasos, piolines, calcos, publicidades de bailantas, radiografías y otros residuos. La combinación de todos estos elementos hace acordar a los cuadros que Berni construía con material recogido de basurales (algunos fragmentos de la revista Ñ que colocan como páginas de guarda de un libro bien podrían haber salido de ese lugar, digo por cierta calidad dudosa que ofrece ese periodismo de Buenos Aires).

Otro taller importante fue el de historieta que dictó el rosarino Max Cachimba. Ustedes ya saben que todavía algunos sectores de la sociedad ven a la historieta como un género menor; son los que creen que la historieta es a la historia, como la camiseta es a la camisa. Es decir, algo que está a flor de piel, pero que conviene no mostrar. El autor que apareció en la Fierro, una de las mejores revistas del género, demostró que la historieta es un arte mayor.

Hay muchos puntos positivos que no van a entrar en esta página por razones de espacio. Apenas me quedan una líneas para decir que faltó café y vino en el teatro. Fue, para alegría de los amantes de la vida sana, una fiesta libre de humo y de bebidas fuertes. La única excepción ocurrió en el festejo por la aparición del libro La olla coya de Tincho Bertolone, cuando el cocinero-murguero nos convidó unos excelentes vinos. El recuerdo de esos tragos casi me hace olvidar que, en este número de La Revista, estoy escribiendo demasiado y casi sin cansarme.

Salud.

Esta nota se publicará en La Revista, nº 34, San Salvador de Jujuy, julio de 2007.

Ver este tema en el blog de Guillermo Piro.

martes, 3 de julio de 2007

Dicen que soy aburrido

Si uno tuviera que asociar un color con las palabras que utilizan los políticos de Jujuy, ese color debería ser el gris de los hospitales. Casi todos los funcionarios públicos se expresan con una medianía que se parece a una expresión enferma. Fulano es del partido; con mengano se puede; gestión pepito; zutana diputada; XY se la banca, el suertudo al gobierno, el patrón al poder: he aquí un listado incompleto de la poética de la mediocridad jujeña.

Todo lo anterior sirve para contextualizar la sorpresa que cualquier lector siente cuando lee las expresiones del senador Guillermo Jenefes que aparecieron en la edición impresa de ServiPren del 29 de junio del corriente. La entrevista fue realizada por Rosario Agostini, quien muy hábilmente logró que el político citado salga de la monotonía expresiva de la clase política.

La parte más colorida es cuando el senador (y empresario) le contesta a la senadora (que tuvo sus primeros minutos de fama en el canal de adivinen quién) Liliana Fellner. Ella había afirmado, según su actual compañero de bancada y otorgador de espacio televisivo, que no se precisa ser dueño de un medio para dedicarse a la política.

Jenefes afirma que es político porque se ha ganado su lugar, aunque no precisa cómo fue la construcción de ese espacio. Digo esto porque no sabemos, por ejemplo, cuándo perdió el pelo: si ocurrió en su militancia en la juventud peronista o en alguna de las luchas sindicales o en la clandestinidad contra la dictadura. Tampoco sabemos cómo fue su inserción en la opinión pública de manera tal que el pueblo (¿se acuerdan de esta palabrita?) decidiera darle su apoyo. Aval que, sin dudas, lo tiene.

En los dos últimos párrafos de la entrevista, Jenefes demuestra que las palabras críticas de Liliana Fellner le llegaron a la másmédula del corazón y, en consecuencia, pega duro. Expresa que el espacio que él ganó es similar al que también se ha ganado “Liliana, que es Fellner”. Repite cuatro veces la fórmula que incluye el nombre de pila de la senadora o alguna referencia (“ella, senadora”) seguido del apellido magnánimo de esta provincia.

Según el entrevistado, la senadora “ha sido una luchadora de la cultura” y que el lugar donde luchaba era un espacio que él le había cedido. Allí nació su “pasión por la cultura y sus aportes a la provincia”.

El poder, lo sabemos, se puede ejercer de muchas maneras. Quizás, la más común sea por medio de la dominación; es decir, cuando alguien tiene la dependencia de otros. Es evidente que la mayoría de los políticos que supimos conseguir ignoran otras formas de poder como aquellas que brindan autonomía para que todos estemos mejor. Para no dar tantas vueltas: existe el poder de dominación y existe –aunque lo veamos poco– el poder del servicio. Éste último significa garantizar los recursos para que todos ganemos en autonomía y cambiemos la injusta realidad en la que vivimos.

Releo lo que escribí y me doy cuenta que soy tremendamente aburrido. Que no puedo ni siquiera aproximarme a la atractiva nota de Agostini, a quien envidio por su capacidad para descubrir oro en medio del barro. Y, debo reconocerlo, envidio muchísimo más a nuestros senadores no por el lugar que bien se ganaron, pero sí por su militancia incuestionable y por el lugar que tienen en la historia de la cultura de Jujuy.

Esta nota se publicará en La Revista, nº 34, San Salvador de Jujuy, julio de 2007.

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