viernes, 3 de mayo de 2013

El deber de la memoria

LA MIRADA OSCURA. Rafael Mariano Braga
He tenido un privilegio que pocos investigadores han logrado. Años después de trabajar sobre las memorias de la represión dictatorial en Jujuy, estuve sentado frente a Mariano Rafael Braga, un hombre acusado de maltratar, secuestrar y hacer desaparecer personas. Uno de los militares que más recuerdan los familiares de detenidos-desaparecidos de Jujuy y que hoy –viernes 3 de mayo de 2013– el Tribunal Oral Federal deberá emitir sentencia.

Participé como testigo contextual por haber escrito Con vida los llevaron, obra que curiosamente, según me cuentan, en estos días forma parte de los libros reproducidos en formato ampliado como decoración del stand de Jujuy en la Feria del Libro de Buenos Aires. Es decir, escritores y lectores jujeños hemos crecido más rápido que nuestro sistema judicial.

Más allá de este desarrollo desigual, quiero decir que nunca antes había pensado estar frente a un represor (Antonio Orlando Vargas y José Eduardo Bulgheroni, los otros imputados, no permanecieron en el recinto de sesiones por motivos que no entendí). No lo había pensado porque había descartado, desde el vamos, las declaraciones que hacen aquellos que tuvieron un accionar activo en la represión ilegal; siempre me parecieron –y aún hoy lo siento así– que su discurso fue (es) interesado para mejorar su pasado, por lo tanto, nunca busqué entrevistar a aquellos que detentaron el poder en la última dictadura.

Para mi sorpresa, Braga no sólo fue un lector no buscado, sino que gracias a los caminos de la Justicia, nuestras miradas se cruzaron. Él cita nuestro libro para afirmar que Julio Rolando Álvarez García y su compañera, Inés Peña, fueron militantes de la organización Montoneros. Cuestión que efectivamente fue así. La primera vez que, en una reunión realizada en la casa de Nélida y Andrés Fidalgo, en el año 2002, Inés nos contó de su militancia, la mayoría de los que la escuchábamos nos sorprendimos. Todavía era difícil asumir que nuestros detenidos-desaparecidos habían participado en una organización armada. Inés, como tantos militantes honestos, asumieron su pasado revolucionario y ese hecho quedó registrado en un libro que tiene ya varias ediciones.

Braga fue un militar que se destacó mientras estuvo de servicios en Jujuy. Se destacó por maltratar a los familiares que concurrían al Regimiento de Infantería 20 a preguntar sobre sus detenidos y desaparecidos; él, en un acto de humillación digno de un miserable, ubicaba su escritorio al frente de un charco de agua, para que todo familiar tenga que mojar sus pies para preguntar sobre un ser querido. Además, fue el más perverso torturador que denunció Dominga Álvarez de Scurta, días antes de pasar a integrar la nómina de detenidos-desaparecidos de Jujuy. Y también fue el oficial responsable que irrumpió en la casa paterna de Julio Rolando Álvarez García y lo secuestró, esto lo sostienen todos los testigos que presenciaron el acto y que fueron los familiares y amigos que ese día almorzaban en la casa del barrio Ciudad de Nieva.

Según Rafael Mariano Braga, el trabajo que hicimos con los familiares de los detenidos-desaparecidos contribuyó a crear una ficción sobre su trayectoria militar en Jujuy. Quiero dejar constancia que soy un escritor que respeta la creación literaria, pero que mi trabajo de rescate de las voces que vienen del pasado ha sido realizado con el rigor del periodismo de investigación. Que mi título de licenciado en comunicación social me habilita para realizar esta tarea con solvencia. Que mi actividad como investigador acreditado de la Unju, me permite calificar a los testimonios que tienen un alto grado de credibilidad por los constituyentes que poseen y también descartar otros que sólo son maniobras, como las que emplea Braga, en su intento torpe de desvincularse de una historia que reclama justicia desde hace varias décadas.

El abogado defensor de Braga, Mario Vitellini, preguntó a los jueces cómo era posible que los testigos de la querella recordasen hechos que ocurrieron hace 37 años, cuando él no recuerda lo que hizo hace poco. Tenemos que aclarar, por lo tanto, que la tarea de rememorar la realiza la persona que necesita entender lo que sucedió, que hacen falta palabras para construir un manto de memoria que nos proteja de los hechos que nunca debieron haber sucedido y que hay cuestiones que actúan como invariantes: personas, hechos y fechas.

Ahora bien, las personas que cometieron actos aberrantes no necesitan rememorar. Por la simple razón de que ellos necesitan olvidar. El olvido es, para ellos, una necesidad para seguir viviendo. Los que fueron humillados necesitan recordar para exigir justicia; los asesinos necesitan olvidar para hacer más llevadera la culpa que cargarán hasta el último día de su vida.

He escrito que tuve un privilegio raro: varias de estas palabras se la pude decir en la cara de Rafael Mariano Braga. Él no tuvo que pisar un charco inmundo de agua. Estaba sentado detrás de su abogado que me pedía que por favor no lo mirara a su defendido, que me dirigiera a los jueces.

Hoy, todos podemos mirar a los ojos a los asesinos porque sabemos la importancia del deber de la memoria.

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