
En este milenio, cuando Mario Rabey ganó el decanato de la
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, recibió una lluvia de huevos. El
polémico decano no se inmutó. Abrió su bolso, sacó un paraguas y esperó que
cesara la lluvia. No denunció a ningún estudiante, porque tenía los huevos bien
puestos.
En octubre del 2009, Gerardín recibió huevazos en su saco.
Llamó a la policía, hizo presentaciones en la justicia, pagó solicitadas caras
e histeriqueó en los medios de comunicación. Podríamos recordar la noche que
sacó chapa de trompeador de poetas y de locos, pero no. Vamos a recordar que,
aquellas tarde en el Consejo Profesional de Ciencia Económica, él tenía los
huevos de moño.
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