[Nota publicada en La revista, año 2, número 15, San Salvador de Jujuy, agosto de 2005]
Una noche de julio, José Luis soñó que estaba en una oficina idéntica a la que tenía en el edificio municipal y le llegaba la orden de recorrer, en su propio auto, los baches de la avenida Éxodo. “¿Será posible que exista -dijo- una oficina idéntica a la mía?”. Se le acercaron algunos legisladores municipales. José Luis estaba sorprendido: “¿Por qué serán tan parecidos a Pablo, “Chuli” y Federico y a todos los de la comisión de Juicio Político? ¿Cómo habrán hecho para llegar hasta aquí si el edificio está cercado?”. Uno de los concejales exclamó: “¡Ahí está José Luis!”. Antes que le digan nada, éste se les adelantó y dijo que iba a demandar a los fabricantes de automóviles por hacer autos que rompen el pavimento. Los concejales se rieron, pero no de la ocurrencia: “¡Que metida de pata! Te confundimos con José Luis, el grande, pero no tenés la altura política de él”. Eran concejales de otro José Luis. “Estimados concejales”, le dijo, “yo soy José Luis Magno. ¿Quién es el intendente de ustedes?”. Los concejales contestaron al unísono: “José Luis” y uno de ellos agregó: “Tiene esos nombres en honor a dos pesos pesados: el primero está tomado de José Humberto, su propio padre; el segundo, de Jorge Luis, el escriba mayor que ya escribió esta página. ¿Quién sos vos para usurpar sus nombres”. Después de esto, los legisladores se fueron entre carcajadas.
José Luis quedó derrotado: “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me odian estos concejales? ¿Existirá otro José Luis? Voy a llamar a mi primer candidato a concejal para desenmascarar al falso José Luis”. El sueño era de noche, por eso, mientras se dirigía hacia el Concejo Delirante, vio pasar a la luna rodando por la Senador Pérez y los semáforos le dieron tres luces celestes. Eso hizo que se acordará de un tango y empezó a silbar bajito. Llegó al recinto de sesiones y se sentó en la banca número trece. Vio a un funcionario acosado por la prensa; una periodista llamada Inés le decía que lo veía muy abatido y aquél contestaba que tuvo un sueño raro: “Soñé que estaba en mi oficina y unos concejales no me reconocían y me dejaban solo. Los seguí hasta el Concejo Delirante y me encontré con otro José Luis atormentado por los periodistas”. Al escuchar la entrevista, José Luis no se pudo contener y saltó de su banca: “¡Vine en busca de José Luis; sos vos!”. El funcionario se abrió paso entre los periodistas (Inés quedó golpeada por esa acción) y exclamó: “¡No era un sueño: vos sos José Luis!”. El momento se quebró cuando la voz del Gran Hermano Eduardo llegó desde la casa sahumada con gomas ardientes: “¡José Luis!”. Los dos José Luis temblaron. El soñado se fue; el otro decía: “¡Volvé pronto, José Luis!”. José Luis se despertó, estaba en su oficina del edificio municipal frente a una periodista que había sido golpeada: “Se lo ve muy abatido, ¿qué soñaba?”, dijo ella. Él contesto que tuvo un sueño muy raro: “Soñé con unos concejales que no me reconocían y me dejaban solo...”
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