[Nota publicada en La Revista, año 2, número 16, San Salvador de Jujuy, setiembre de 2005]
En esta nota están algunas características de una ciudad próxima reconstruida desde una perspectiva irónica. Esa representación hace que uno la mire desde lejos y esa distancia se vuelve insoportable para todo aquel que la conoce de cerca. ¿Ya se imaginan el nombre ciudad? Sí, es la que están pensando; pero modificada y alterada por la mirada escéptica de un periodista que critica al propio periodismo y, en esa misma acción, se rebaja a sí mismo.
Hay una ciudad ausente que antes ocupaba el mismo lugar que hoy ocupa esta ciudad. Ahora, aquella ciudad sólo existe en la mente alucinada de un columnista de esta revista que no sabe qué escribir para ganarse su óbolo mensual. Como si estuviese bien que alguien le pague por lo que escribe.
En la ciudad ausente, el tránsito vehicular funciona como si todos respetaran las reglas correspondientes; pero los colectivos y los ciclistas pasan en rojo, los remiseros paran de golpe cuando ven a un pasajero, los inspectores piden coimas y los peatones cruzan por donde se le canta. En las paredes, los afiches del partido oficialista presentan candidatos como si fuesen peronistas, pero ninguno de los fotografiados habla de John William Cooke; los de la oposición, por su parte, hacen como si fuesen oposición pero dan conformidad a muchos actos de gobierno.
En las escuelas, hay maestros que enseñan lo que no saben; estudiantes que hacen como si estudiaran y directores que se creen importantes si andan apurados y con los nervios de punta. En los hospitales hay camas que no alcanzan, pacientes que no tienen paciencia, médicos que no pueden medicar y enfermeras que no piden silencio. Y los funcionarios hacen como si funcionaran, pero ni ahí.
En la policía hay un organigrama prolijo como si en esa institución no funcionara la ley del gallinero. No por nada un diputado provincial está presente en casi todos los actos de la ex escuela de policía; institución que, durante la dictadura, cobijaba en su vientre a un centro clandestino de detención. ¿Por qué lo tengo presente a ese legislador? Porque él cacareó, frente un equipo de la televisión holandesa, que los organismos de derechos humanos “son grupos cerrados”; sólo le faltó decir que los habitantes de la ciudad ausente somos derechos y humanos.
En las cajas donde se cobran impuestos hay monotributistas que pagan casi siempre y grandes contribuyentes que hacen como si de verdad fuesen grandes contribuyentes. Pero todos sabemos que todos sabemos.
Alrededor de algunas canchas de fútbol hay carteles que hablan del amor al deporte, como si los torpes no quisieran quebrar a los habilidosos; por su parte, hay árbitros que son arbitrarios y dirigentes que creen que es lo mismo un club que la administración gubernamental. En los claustros universitarios, hay científicos que hacen como si investigaran con tal de cobrar una asignación en negro; muchos de ellos afirman que la ciencia es neutral.
En las calles, la miseria hace que muchos hombres sueñen con ser diputado, concejal o funcionario público como si les interesara el bien común; pero la necesidad no hace de toda mujer una prostituta. Cuando el sueño se hace realidad y un nuevo funcionario entra en ¿funciones?, éste afirma que no hay recursos económicos en la repartición pero que con imaginación va a desempeñar bien su tarea; los que incluyen la palabra imaginación en su primer discurso oficial lo hacen como si tuvieran imaginación.
En muchas casas, hay padres que no quieren repetir las escenas autoritarias que tuvieron que soportar cuando fueron niños y por eso no les ponen límites a sus hijos; como si fuese lo mismo tener autoridad que ser autoritario. Más temprano que tarde, esos padres van a competir con sus retoños para ver quién es más joven.
Y, por último, hay periodistas que escriben como si supieran y otros que publican notas para sentirse importantes aunque nadie los lea. Varios escalones más abajo, hay un columnista alucinado que escribe sobre una ciudad ausente como si la sufriera en carne propia; pero todos sabemos que no es así: aquí, todo está bien.
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