domingo, 6 de marzo de 2011

¿Hay que ser bien macho para hablar de la importancia de las mujeres?

La victoria, 1939. Raquel Forner
La importancia que las mujeres tienen en nuestra sociedad es una cuestión que nadie pone en duda; por lo menos, no públicamente. En el siglo que pasó, ellas han luchado para demostrar que pueden hacer las mismas cosas que hacemos los hombres, tanto las mejores como las peores.
Una mujer me recordó, hace unos días, que hay tres cosas que nosotros no podemos realizar: gestar un ser en nuestro cuerpo, parir y amamantar. Ileana Medina Hernández, profesora por vocación y funcionaria del gobierno de las Islas Canarias, afirma que  esas acciones garantizan la supervivencia y continuidad de nuestra especie. “Cierto que no podemos hacerlo solas, pero el semen es abundante, ecológicamente barato y generalmente disponible; y el hecho de que necesitemos el apoyo del macho en todo el proceso, no nos quita la exclusividad del hecho biológico”, afirma ella.
En Argentina, Brasil y Chile, las mujeres recién en los últimos años han llegado a ocupar el cargo de presidente. Veamos ahora qué pasa en la patria chica. La presencia de la mujer en lugares de decisión, en las instituciones de Jujuy, aún resulta un tanto problemática. Todavía hay sectores que no aceptan a mujeres en espacios donde se ejecutan políticas. En nuestra Universidad, la presencia de ellas es más que significativa. Además de la vicerrectora, tres mujeres dirigen las secretarías Administrativa, de Extensión Universitaria y Legal y Técnica; las dos restantes (Académica y Bienestar Estudiantil) están bajo responsabilidad de hombres. Si seguimos el orden jerárquico, vemos que las direcciones son administradas en un número equitativo por funcionarios de los dos géneros. El total del personal de la UNJu muestra un leve predominio de los hombres (784) sobre las mujeres (705). Esa leve supremacía se invierte en el terreno de la docencia e investigación. Ellas tienen una mayoría clara en ambos campos, las distintas publicaciones universitarias como la cantidad de mujeres en la dirección de proyectos de investigación así lo legitiman.
En el campo político local, las mujeres que tienen (o han tenido) visibilidad lo lograron tras un sinuoso camino. Recuerdo que, en una entrevista, Pilar Bermúdez –una dirigente histórica del peronismo– decía que en política, la única manera de ascender era convertirse en “mujeres-abrojo”, es decir, pegarse a la botamanga de los pantalones de los dirigentes. ¿Hace falta recordar que Pilar era orgullosamente plebeya, discursivamente incorrecta y que le gustaba lucir una uña de oro? Hace falta porque esas cuestiones la definen y, fundamentalmente, porque ella sabía cómo construir poder desde los márgenes.
Quizás, el hecho de que en la universidad pública los mecanismos de legitimación y promoción están explicitados desde hace casi cien años permite que ellas ocupen el lugar más igualitario de esta provincia. Ahora bien, este avance, ¿permitirá que pronto tengamos una mujer que gobierne Jujuy?; y ahora que ya están legitimadas las novelas de Leonor Picchetti, ¿alguien será capaz de ponderar las obras de Libertad Demitrópulos, Alcira Fidalgo y otras autoras que aún no tienen el reconocimiento que bien se merecen por los lectores?
Una última cuestión, la genética hoy nos plantea nuevos desafíos para la continuidad de nuestra especie, ¿la discusión por los valores que tienen que regirnos nos encontrará en un marco de igualdad entre hombres y mujeres? ¿Es posible que las mujeres tengan mayoría en los espacios relevantes dentro de la estructura pública? Y cuando llegue ese día, ¿los científicos sociales más recalcitrantes hablarán de ellas como una manifestación del vaginocentrismo?
La cuestión de las mujeres es tan importante que no puede quedar solamente en manos de las mujeres. Es una problemática que la tenemos que resolver entre todos. Si lo logramos, seremos dignos de pertenecer a nuestra especie.

1 comentario:

Ileana Medina dijo...

Gracias, por la cita, Rey. :-)
Tienes mucha razón.
La "cuestión de las mujeres" no es cuestión de mujeres, es cuestión de toda la sociedad.
El "patriarcado" es un estado mental, un sistema de dominación que nos afecta a todos, del que todos somos víctimas, hombres y mujeres; y que todos, hombres y mujeres, contribuimos a perpetuar.
Lo contrario del patriarcado no es el vaginocentrismo ni la ginecocracia.
Lo contrario del patriarcado tendría que ser la libertad.
Un abrazo!!!

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