Mi amiga Ileana Medina Hernández hace unas horas colocó en
andariveles (perdón por la metáfora natatoria) distintos al amor como expresión
del corazón y la conducta tangible que se manifiesta en acciones concretas
(dar, acompañar, acariciar, permanecer, comprender, perdonar, aceptar). Ella
sostiene que es un síntoma de una cultura neurótica. Quizás tenga razón. Como
sea, a mí me hace pensar en la importancia de las palabras, en el uso de
metáforas que sugieren, agrandan y emocionan (también existen aquellas que
están desgastadas porque se convirtieron en un lugar común). Palabras que
invitan a la acción. Palabras que hacen que el amor se manifieste en acciones.
Por lo tanto, quizás la problemática está mal planteada. Tal vez tengamos que
sacar un cable que separa y dejar que por el mismo andarivel fluyan las buenas
metáforas y las acciones que ellas desencadenan. Escribo esto y siento que
entiendo mejor a Ileana. Entiendo que la palabra "corazón" ha sido
desgastada por malos poetas, malos administradores de la fe y pésimos
funcionarios públicos. Por mi parte, yo ("que nunca tuve otra religión que el cuerpo de una mujer") prefiero creer que el amor -si hay que
pensar en que vive en alguna parte del cuerpo humano- existe entre las curvas
de los pechos de una mujer. El corazón queda mejor en una tabla de anatomía o
en el mostrador de una carnicería. Por suerte existen buenas canciones que nos
reconcilian. Como la que cantan Fito y Ana Belén.
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