martes, 25 de octubre de 2005

Berp para creer

[Nota publicada en La Revista, año 2, nº 18, noviembre de 2005. San Salvador de Jujuy]

Hay momentos en que uno tiene el poder. Por lo general, ocurre cada dos años. Uno se acerca a la escuela donde tiene que sufragar y un rostro, desde un afiche, le ruega por un voto que le permita seguir o empezar. No hay nada más lastimoso que la careta de un político en un cartel arrugado. Sucede siempre: al final de las campañas, hay caras más envejecidas que el retrato de Dorian Gray.

De imágenes del poder trata esta nota. Porque ya lo decía una publicidad reciente, en el cuarto oscuro nadie nos ve y allí podemos usar nuestro poder como mejor creamos. Pero no sólo manifestamos nuestro poder cuando votamos, también lo hacemos cuando opinamos sobre los mensajes que recibimos.



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Para empezar, si alguien –digamos, por dar un ejemplo, integrantes de un partido que otrora estuvo en el gobierno nacional– muestra una relación clientelar entre un funcionario que entrega un bolsón de mercadería a cambio de un voto, no sólo denuncia al actual partido gobernante sino que hace una autocrítica al trunco gobierno en que le tocó repartir dádivas. Digámoslo con todas las palabras: la gente recibe bolsones pero no come vidrio.

Y ya que hablamos de este partido, ¿a quién se le ocurrió la creativa idea de considerar a los telespectadores como infradotados que no saben pensar? Si el candidato hablaba sobre Zapla, el fondo era una imagen de la fábrica; si hablaba del Fondo Especial del Tabaco, atrás aparecía un campo con grandes hojas verdes; ahora bien, cuando hablaba de los juicios millonarios contra el Estado atrás no aparecía el estudio jurídico que se favorecía, se veía la imagen de la institución que se perjudicaba. Algunos candidatos, ¿comen vidrio?

Mención especial merece el slogan “Para defender lo nuestro”. La defensa es una actitud que se presenta después del ataque de otro o, en el mejor de los casos, frente al posible ataque. No es una acción primera porque otro ya pegó primero o lleva alguna ventaja, y lo sabemos: quien pega primero, pega dos veces. Por otro lado, el artículo ambiguo que figura en el slogan no aclara nada. ¿A qué se refiere “lo nuestro”? ¿A aquello que nos pertenece a los jujeños?, ¿o al lugar que les corresponde en la lista a los inamovibles candidatos desde hace varias décadas? La ambigüedad está bien para las expresiones artísticas pero nunca puede ser útil para la publicidad política. No hay dudas: hay creativos que comen vidrio.


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No crean que no voy a hablar de las publicidades del partido que ganó. Sus imágenes fueron importantes no por las cosas que mostraron, lo fueron por las que no exhibieron. Quizás el candidato más resistido estuvo en estas filas. ¿Cómo ganó? Porque la candidata que lo secundaba aparecía más y así empujaba a aquellos que el primero no motivaba (es decir, a la gran mayoría). ¿Hace falta que alguien mida la cantidad de carteles y minutos de televisión para apoyar esto que digo?

Pero eso no fue todo. El menos carismático ganó, además, por los errores de sus adversarios. De uno ya hablamos más arriba. Otro candidato apostó a nombrarlo por doquier; su campaña se basó en golpear al que después ganó. Estaba por escribir que esta estrategia resultó innovadora pero me olvidé que los dos están /estaban ligados al partido mayoritario. Por lo tanto, no hay innovación de ningún orden ya que el adversario más duro que tiene cualquier peronista es otro peronista.

El slogan de campaña del ganador tampoco fue un alarde de creatividad. Apenas si alcanza a la categoría del refrito de campañas anteriores. El Paso de Jama es la gran obra del gobierno, o por lo menos así se ha instalado a lo largo de la actual gestión, y sobre esa obra se construyó el slogan. Por eso, el mejor “camino” era el que conducían el gobernador y, con un mando a distancia, el presidente.

La imagen del conductor provincial también estuvo sumamente cuidada. Él no apareció en ningún afiche junto a un postulante a legislador y no fue por falta de ganas de los candidatos precisamente. Por el contrario, más de uno pataleó cuando, en la imprenta, un jefecito de campaña le negó la fotografía del abrazo que avala. El conductor no estaba para aparece en disputas menores, sí lo estaba para aparecer junto al presidente porque ambos juegan en las ligas mayores. O, por lo menos, ésa es la pretensión local.


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No tengo espacio aquí para hablar del diputado electo que tiene la capacidad de hablar de cualquier tema, aunque ignore lo que trata, porque no le teme a la cámara de televisión; ni de aquel otro –también electo– que escribió buenas ideas pero todavía no posee ductilidad para el formato televisivo; ni de tantos otros que no quiero recordar sus mensajes porque me patean el hígado.

Apenas me quedan unas líneas para aclarar que no utilicé nombres propios, salvo el personaje de aquella novela inolvidable, porque no tengo esperanzas de que dentro de dos años los políticos y sus creativos me sorprendan. Entonces, seguramente, para ganarme mi óbolo mensual, volveré a publicar esta nota y nadie se dará cuenta de la falta de actualidad, como sucede con ciertos discursos escolares que se repiten en las fechas patrias.

Ya expresé mi opinión y, por lo tanto, mi poder fue un poco más allá de votar. Releo lo que escribí y me doy cuenta de mi perdición: los lectores de esta revista no comen vidrio. En las próximas elecciones, cuando opine sobre los mensajes de los políticos, tendré que pensar.

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