domingo, 11 de noviembre de 2007

Periodistas, escritores y bloggers 2

Autoentrevista a propósito de la presentación del libro Periodistas: Sin ustedes, el mundo estaría al revés que tienen como eje temático: la práctica periodística, la lectura y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación por parte de los ciberperiodistas.


Ver reseña en el diario La Capital de Rosario: El violento oficio de escribir


El autor con un lector de este blog: el escritor Pablo Aguiar Cau. Fotografía de Amalia Eizayaga (Otra tinta), quien además ofició de presentadora del libro, en el acto que se realizó el jueves 8 de noviembre, en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNJu.




¿Qué motivos lo llevaron a reunir textos de periodistas?

Desde que tengo memoria soy un recolector de frutos. En mi primera infancia, ayudaba a mis primos a cosechar frutas y verduras de un pequeño sembrado que tenían mis abuelos en un lote de San Pedro. A veces -en rigor: muy pocas veces- también levantábamos alguna fruta tentadora de un vecino; pero no había intención lucrativa en nosotros, nuestra práctica tenía el dulce sabor de lo prohibido. Más tarde, cuando mis viejos se volvieron sedentarios, empecé a coleccionar historietas. En el barrio, todos leíamos El Tony, Intervalo, Patoruzú, Hora Cero y otras que no recuerdo. Enseguida llegaron otras lecturas que practicábamos a escondidas: Kiling, Goldrake y, cuando no había nada, las fotonovelas de nuestras abnegadas madres.

¿Por qué la practica de la lectura encubierta?

Porque estaba mal que un niño, un púber digamos, lea historias en las que aparecían minas con bombachas grandes, un poco de violencia y relaciones amorosas en las que casi nunca había un final feliz. Esas lecturas constituían la educación sentimental de aquellos adolescentes que entonces éramos y tenían, además, aquel sabor de lo prohibido.

¿Y cómo siguió su historia como lector?

Después me harté un poco de tantas imágenes y busqué tramas argumentativas y formas expresivas más elaboradas. Empecé a coleccionar libros de cuentos y poesías. Ya no buscaba sólo matar el aburrimiento y, a medida que más leía, me daba cuenta que mi formación intelectual tenía muchos baches. Todavía hoy siento que no he leído lo suficiente y que quizás nunca logre completar una formación aceptable. Esto no quiere decir que hay que dejar de leer, por el contrario, significa aceptar que es una tarea interminable y aquí surge uno de los motivos que me llevan a armar una compilación.

¿Cuál es ese motivo?

Son tantos los libros que uno atesora que no hay estante que alcance y entonces hay que buscar un nuevo objeto que los contenga. Esa situación se puede resolver editando un libro que contenga fragmentos de otros libros. Así, armé antologías de poemas, historias de relatos orales de la última dictadura y ahora este libro que contiene textos de y sobre periodistas.

¿Cómo fue el armado de este libro de periodistas?

Como te dije, tengo la manía del coleccionista y desde que tengo PC -digamos desde hace un poco más de diez años- guardo en “Mis documentos” archivos con notas que me ayudaron o simplemente me gustaron. Esas notas las he releído varias veces, a algunas se las reenvié a otros lectores y a casi todas las imprimí para hacerles anotaciones al margen. Ahora que lo pienso, ahí ya existía un protolibro.

¿Cuál fue el criterio utilizado para seleccionar los textos?

El criterio salió casi naturalmente. En “Mis documentos”, tengo otra carpeta que se llama “Comunicación” y a ésta la tuve que dividir en otras veinte que tienen los nombres de periodistas que sigo con cierta devoción y envidia a la vez. Después, mi deriva laboral me llevó hasta la oficina de prensa de la Universidad Nacional de Jujuy y ahí, en ese momento, pensé en preparar una carpeta que sirviera como material de capacitación interna para mis compañeros de oficina. Realicé una primera selección que incluía ochenta trabajos y me di cuenta que era excesivo y que más que promover la lectura podría atentar contra ella. No porque los trabajos sean pesados, al contrario: son textos que difícilmente uno puede dejar de leer; pero me parece que un lector no especializado puede huir despavorido cuando le ofrecen un menú generoso que no conoce muy bien. El resto fácil de imaginar: realicé una selección de esa selección. En ese proceso entendí que ya existía algo que rozaba lo artístico: la tarea de seleccionar y proponer un orden a esa lectura.

¿En qué consiste ese orden?

Es un orden temático. Arranca con la cuestión de lectura y enseguida se solapa con el acto de escribir y esto inevitablemente nos lleva a la práctica periodística. En este punto resulta inevitable la presencia de los grandes maestros: Rodolfo Walsh, Truman Capote, García Márquez, Néstor Groppa, Karl Kraus y la lista sigue. También me pareció interesante hacerlos dialogar entre sí por medio de lo que escriben.

¿En qué consiste ese diálogo?

Consiste en contraponer posturas intelectuales y ver qué es lo que resulta. Así, Abelardo Castillo evoca a Roberto Arlt y, antes o después, existe un texto del autor de Los siete locos. La cuestión central fue cómo hacer convivir a los distintos textos y autores. En algunos tramos esa convivencia es tranquila; en otros, explosiva.

¿Cómo en cuáles?

Pienso en Ricardo Piglia que rescata a Arlt y, unas páginas después, aparece una entrevista a Carlos Gazzera que compara la caída del muro del Berlín con la imagen de Piglia abrazado al cheque de una editorial comercial. Este libro, entonces, también muestra miserias y grandezas de prácticas intelectuales.

¿Quiénes son los lectores potenciales de este libro?

Creo que puede ser útil para todos aquellos que practican el periodismo, para los que se interesan por la lecto-escritura y también para aquellos que utilizan las nuevas tecnologías para comunicarse con el mundo. Más allá de esta cuestión temática, creo que puede interesar a todos los que buscar recolectar ideas. Las ideas, esto lo sabemos bien, en tiempos de campañas políticas, son frutos prohibidos que atraen a los buenos lectores.


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