jueves, 13 de diciembre de 2007

El fin de la inocencia 6

Campo literario jujeño en la década del noventa: Los premios

Leer: El fin de la inocencia 5

Un premio literario es importante cuando posee, por lo menos, dos características: la institución que lo organiza posee un prestigio reconocido y el jurado está compuesto por escritores importantes. Estas condiciones específicas otorgan validez al premiado y posibilitan que emerjan nuevas obras que se atrevan a producir rupturas con las corrientes establecidas y con las maneras de leer.

En 1986, el libro Café de la luz de Aguirre obtiene el primer premio del concurso organizado por la Fundación del Banco del Noroeste Cooperativo Limitado de Salta. El jurado estuvo compuesto por Walter Adet, César Antonio Alurralde y José Ríos; el primero de los evaluadores escribió en la contratapa del libro:

Un oficio aprendido y dominado en un mundo mágico y personal, reflexivo y a la vez emocionalmente tenso, en imágenes nítidas y delicadas, de gran poder de sugerencia.

Un libro “trabajado” en decantación y en equilibrio. Hay el epigrama, el apunte, pero también los poemas logrados, donde el conceptualismo es siempre tensión lírica. Un hilo sutil que da unidad a los poemas como “Estamos trabajando” y “el oficio de los cuerpos desnudos”.

Una alucinación que consigue el equilibrio por la justeza expresiva. (Grandes hallazgos y una engañosa levedad.)

Al año siguiente, Marcelo Constant (1954), con el libro de cuentos Antología para destruir, gana el mismo premio. El jurado también estuvo a la misma altura de la edición anterior: Alicia Martorell, Raúl Aráoz Anzoátegui y Francisco Zamora. Aquella justificó su decisión con estas palabras:

Narraciones insinuantes de situaciones dolorosas, de vidas anónimas asfixiadas por la urgencia de escapar. Los barrios pobres de las ciudades porteñas, en donde se mezclan como alucinaciones el hastío diario, la ironía, la inventiva social, la melancolía… todo conformando una fábula que nos parece inventada.

Estamos ante un escritor de gran originalidad –creo que todos sentimos el impacto de un lenguaje en donde el pensamiento se distiende velozmente, y sobre todo, el subconsciente exhumado, en casi la totalidad de la obra, sólo el recuerdo de posibilidades.

Un año antes, el libro de poemas Elementos de Carrizo consigue el premio Fondo Nacional de las Artes. El jurado estuvo formado por Jorge A. Madrazo, Francisco Madariaga y Joaquín C. Gianuzzi. En 1987, la obra apareció con el sello de Torres Agüero Editor y tenía, además, otros dos respaldos: un prólogo de Armando Tejada Gómez y una breve carta de Elvio Romero en la contratapa.

Es posible que estos concursos y sus premiados hayan funcionado como antecedentes a imitar para que la dirección provincial de Cultura local organizara, en 1988, un importante concurso de poesía. La institución convocó a un jurado incuestionable (digno es mencionarlo porque también existieron otros concursos con evaluadores de dudosas referencias)[1]: Fidalgo, Rodolfo Alonso y José Clemente; aunque sus nombres no figuran en los libros publicados un año después. Con un criterio que resulta difícil de entender, tampoco figura el orden en que fueron otorgados los premios. De todas formas, el resultado fue el siguiente: el primer premio le correspondió a Crónicas del buen amor de Aguirre y la primera mención a Cuentos de la mujer y el solitario de Baca y la segunda a Punk y circo de Accame. Las dos menciones no habían sido previstas en el reglamento del concurso, pero dado que el jurado consideró importante la calidad de las obras, éste también sugirió la publicación de los libros mencionados.[2]

Tampoco figuraron los nombres de Madrazo, Eugenio Mandrini y Esteban Peicovich en el libro Epifánicas y otros poemas (Buenos Aires, La sociedad de los poetas vivos, 1993) de García. El poeta de San Pedro había obtenido, un año antes, el 2º premio del concurso nacional de poesía “Ramón Plaza” que fue organizado por la citada editorial.

El único premio importante realizado en una ciudad del interior fue el que ganó Ángel Negro (1951) con su libro de poemas Epístolas y fragmentos (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1993). El concurso fue organizado por el departamento de Cultura de la Municipalidad de Palpalá, el libro apareció con el sello de una de las más importantes editoriales de poesía y el jurado estuvo constituido por Cañas, Baca y Fidalgo. El último de los nombrados escribió en su dictamen:

Nota predominante es la referencia a estados interiores, el tono de introspección guiado más por sentimientos que por razones. No hay relatos ni anécdotas evidentes, sino lo que pueda haber quedado de algunas experiencias que se recuerdan con distanciamiento adecuado. Así, la emoción no es exacerbada sino más bien, contenida; y la persona del autor no se empeña en ocupar primeros planos. Si a eso se agrega el buen empleo de imágenes o metáforas, es dable reconocerlos como trabajos que responden a notas distintas de la poesía contemporánea.

En 1993, Cumbia de Accame recibió el primer premio del concurso regional para narrativa del noroeste argentino. El certamen fue organizado por la dirección municipal de Cultura y Turismo de San Salvador de Jujuy; los integrantes del jurado fueron Calvetti, Aníbal Ford y Jorge B. Rivera. El libro, con varias modificaciones, recién será publicado en la década siguiente por una editorial de Buenos Aires.

Durante aquel año aparece la obra Primer certamen literario Premio Universidad Nacional de Jujuy. Como si fuese un aviso que prefigura lo que vendría después, la edición dejó mucho que desear ya que no pasó por las manos de Groppa y porque uno de los integrantes del jurado, tuvo que agregar la siguiente fotocopia en los libros:

La impresión de este volumen, que estuvo a cargo del director de la Casa de la Cultura de la Unju, omite (o modifica) aspectos de la convocatoria y de la decisión del Jurado, que pueden confundir a los lectores. Por eso, creo conveniente establecer que la convocatoria se hizo sólo para residentes en la provincia y para dos categorías: Poesía y Cuento. Dentro de ellas, por grupos según edad. A continuación, los detalles. Se recibieron 53 trabajos; 7 no reunieron condiciones formales

I. Poesía

Grupo 1 (13 a 19 años). Participaron 5 autores. 1º y 2º premios, desiertos. 3º Mención especial a Elva Meles.

Grupo 2 (20 a 29 años). Participaron 8 autores. 1º premio Reynaldo Castro. 2º premio Norma Wierna. 3º premio César Yurquina.

Grupo 3 (30 a 59 años). Participaron 17 autores. 1º premio Víctor O. García. 2º premio Nélida Cañas. 3º premio Oscar Berengan.

Grupo 4 (más de 60 años). Participaron 3 autores. 1º y 3º premios, desiertos. 2º premio Elba D’Abate de Zenarruza.

II Cuento

Grupos 1, 2 y 4, desiertos (el 1 por falta de postulantes). Grupos 2 y 4, dos autores cada uno. Grupo 3. Participaron 9 autores. 1º premio Irma Homs. 2º premio Susana Quiroga. 3º premio Nélida Cañas.

La convocatoria se hizo en julio de 1991. El jurado se expidió en setiembre del mismo año. El libro fue presentado el 5 de agosto de 1993.[3]

De todas maneras, ése fue un año prolífico: la municipalidad de San Salvador de Jujuy organizó un concurso de poesía en el que Sofía (in memoriam) de Aguirre y Golja de Accame obtuvieron el primer y segundo premio, respectivamente. Esa vez, el jurado estuvo compuesto por Víctor Redondo, Diana Bellesi y Mangieri. Las obras recién aparecerían editadas dos años más tarde.

Previamente, cuando ningún funcionario era capaz de garantizar la efectiva edición de los libros,[4] Aguirre recibió la propuesta de Noceti de inaugurar la serie “La sombra del agua” de la editorial Cuadernos del Molle, auspiciada por la fundación Norte Chico. El poeta aceptó y, a fines de 1995, recibió –en el mismo día, con una diferencia de horas– dos ediciones diferentes de Sofía...

Antes y posteriormente, existieron otros concursos literarios organizados en esta provincia, pero determinadas razones (entre ellas, la conformación de jurados que no evidenciaban méritos suficientes, la falta de solvencia a la hora de entregar los premios o la inexistencia de una política cultural) hacen que no sean considerados para los fines de este trabajo.

Recién con la salida de Cuatro Poetas (1999) de Accame, un certamen de poesía volvió a ser relevante. Un año antes, la municipalidad de San Salvador de Jujuy había convocado como integrantes del jurado a Santiago Sylvester, Manuel Bendersky y Marta Goldín.

Estos concursos funcionaron ya no como ingresos al campo literario (recordemos que casi todos los ganadores habían publicado sus primeros trabajos en el suplemento que dirigía Groppa), pero sí como maneras de posicionarse dentro del mismo. Significaron, asimismo, la legitimación de sus poetas que, en los noventa, tienen una visibilidad incuestionable. Esta legitimidad también produce nuevas lecturas de una obra que había circulado casi en secreto: Historietas (1978) de Aguirre.[5]

La narrativa, en tanto, era un terreno que todavía tenía que abonarse.



Imagen: "El saco blanco" de Carlos Alonso / Fotografía: Pablo Baca en 1998.

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[1] Al respecto, Fidalgo afirma que “durante muchos años, la dirección provincial de Cultura auspició publicaciones sin llamado previo a concursar y sin constituir jurados. Así, hubo libros de autores cuyo mérito consistió en satisfacer la dudosa capacidad crítica del funcionario de turno, la vanidad o (eventualmente) alguna coincidencia político-partidista. Parecida falta de mesura hubo en presentaciones o auspicios ‘en vivo’, donde elogios excesivos terminaron por equivocar a público y autores. Sin duda que debe darse lugar a una política de estímulos (en particular a los jóvenes), pero se hace necesario señalar también los distintos niveles de valor, dejando en claro cuándo se trata de reconocimiento de méritos ya alcanzados y cuándo de palabras de aliento. La actitud que comentamos contribuyó y contribuye (ahora con más prudentes limitaciones) a mantener un estado de confusión generalizada; sobre todo en un medio donde el público lector o auditor no está capacitado, en general, para ejercer su propia crítica fundada”, en Escritos casi póstumos (San Salvador de Jujuy, Ediciones Culturales San Salvador, 2003).

[2] “Una sugerencia de este jurado es, para nosotros, una obligación”, dijo Elena Gerónimo de Gonzálvez, directora provincial de Cultura, en el acto de proclamación de los ganadores del certamen.

[3] Fidalgo es el autor de la aclaración. El jurado, además, estaba integrado por: Ana María Postigo de de Bedia, Baca, Terrón de Bellomo y Accame.

[4] Existen varios antecedentes de concursos realizados que no efectivizaron. Sin ir más lejos, al final del gobierno municipal de Horacio Guzmán, obtuve el primer premio en el concurso de poesía “Raúl Galán”, pero, “por motivos presupuestarios”, la obra no llegó a publicarse. Con una naturalidad rayana en la impotencia, el director municipal de Cultura, Ricardo Guzmán (sobrino del Intendente), me dijo que la edición quedaría para la próxima gestión. Afortunadamente, él no volvió a la función pública.

[5] Para un análisis de la recepción de esta obra, véase mi artículo “Aguirre o la ira de la Pachamama”, en El Ojo de la tormenta /La Revista, año 2, nº 16 (San Salvador de Jujuy, setiembre de 2005).


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