lunes, 29 de octubre de 2007

El fin de la inocencia 3

Campo literario jujeño en la década del noventa: El suplemento literario


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El campo literario jujeño de los noventa fue construido trabajosamente. Dos prolíficos autores ocupan un lugar central: Néstor Groppa y Héctor Tizón.[1] Ambos están identificados con la mejor revista que se publicó en esta región.

Tarja es ya un hecho prestigioso, un lugar común de cualquier discurso acerca de la historia cultural de Jujuy y cada vez que su nombre sale, como quien dice, a relucir, me pone en aprietos porque se da por sentado que yo fui uno de sus parteros, lo cual, vuelvo ahora a declararlo, es una leyenda apócrifa. Yo, lamentablemente, no fui partero ni padre de esta criatura prestigiosa, sino, tal vez, su entusiasta tío. Sus padres verdaderos fueron –según está debidamente registrado– [Mario] Busignani, [Jorge] Calvetti, [Andrés] Fidalgo, Groppa y [Medardo] Pantoja –algo así como la línea delantera del seleccionado jujeño de entonces (en el ordenamiento antiguo), con más algunas comadres como Pequeca [Juana Luisa Mercedes Pérez de Busignani], Nélida [Pizarro de Fidalgo] y Nelly [Ase de Álvarez Groppa]. Flora Guzmán, mi mujer, y yo, que pateábamos desde inmediatamente detrás, o del costado.[2]

Groppa, además, es uno de los factores centrales en la construcción del campo literario local. Bajo su dirección se inicia, en 1960, el suplemento cultural del diario Pregón, cargo que después es alternado (él termina, en junio de 2001, su función como periodista cultural).

En un análisis sobre la producción literaria realizada en el periodo 1992-1995, encontramos al autor recién nombrado junto a Marcos Paz como los editores responsables alternos del suplemento.[3] Las características de ellos –tanto por su formación como así también por su producción estética– son disímiles y antagónicas en lo que se refiere a la selección (formal y temática) y edición de los trabajos que aparecen los domingos en el suplemento. En algo coincidieron los dos directores: en ningún momento utilizaron las páginas del suplemento para promocionarse a sí mismos.

Pasemos ahora a las diferencias. La obra de Groppa es una búsqueda universal que tiene a la ciudad y sus habitantes como tema central; su poesía es muy trabajada pero nunca hermética y permite interpretaciones nuevas porque se dirige a un lector sensible e inteligente a la vez. El segundo, por su parte, representa a la tradición, tanto en los aspectos formales como en los contenidos; no resulta extraño entonces que una de sus obras centrales, Canto al éxodo, se destaque por la grandeza misma del episodio y no por sus recursos estilísticos.[4]

A pesar de las diferencias apuntadas, no existió –o, por lo menos, yo no me enteré– en ningún momento una declaración de hostilidades entre Groppa y Paz. Ambos, como buenos periodistas, aceptan alternar la dirección de este suplemento que, junto con el de La Gaceta de Tucumán, es uno de los más antiguos del interior del país.

Una primera clasificación casi taxonómica de las obras publicadas permite apreciar la preeminencia de la poesía por encima de las otras formas de creación literaria. Durante los primeros años de la década, un grupo no demasiado numeroso de poetas produce, como demostraremos más adelante, una renovación del campo literario local.

Otra marca de distinción del director está dada por los temas que se presentan. Si un domingo las páginas literarias del diario están cargadas de referencias a una próxima celebración patrióticas (retratos de próceres, odas o símbolos patrios y exaltaciones a la grandeza nacional), significa que las mismas han sido editadas por el autor de Viltipoco. En tanto, siete días después, ya de la mano de Groppa, el suplemento puede estar cargado de reproducciones de artistas abstractos (como por ejemplo: Petorutti, Xul Solar) o la primer entrevista a Víctor Montoya, en la que el por entonces joven artista reflexiona sobre los lenguajes estéticos y, en esa reflexión, cuestiona a los profesores de la Escuela de Arte “Medardo Pantoja”, a la masividad, a la formación autoritaria y a la ideología del consumo.

La misma distinción se proyecta con la mayoría de las obras literarias que se publican. La dirección de Paz se puede sentir cada vez que aparecen formas tradicionales como el soneto, cuentos con moralejas, palabras cargadas de invocaciones o de cierta moral, tal es el caso de Héctor José Méndez (1938), Raquel Murillo (década del 40), Gloria Quiroga de Macías (1933), Hairenik Eliazarián de Aramayo (1925), Fortunato Farfán (1935), Saúl Sánchez (1962), Oscar López Zenarruza (1946), Carlos E. Figueroa (1925-1995), Germán Walter Choque Vilca (1940-1987) y Nélida Cañas (1949), entre otros. Todos los nombrados –excepto Cañas, quien pronto se pasa de “bando”– poseen una marcada temática regional que, en la mayoría de los caso, se confunde con el folklore literario.

Por su parte, los trabajos que publica Groppa poseen temática mucho más variada. En los poemas predomina el verso libre y, tanto en este género como en los restantes, se puede apreciar una preocupación constante por estar al día con los grandes movimientos literarios y principales corrientes del pensamiento contemporáneo. Entre los colaboradores más asiduos están: Ernesto Aguirre (1953), Pablo Baca (1958), Jorge Accame (1956), Luis Wayar (1945-2000), Alejandro Carrizo (1959), Raúl Dorra (1937), Tito Maggi (1913-1994), Mita Homs (1939), Víctor Ocalo García (1953), Blanca Spadoni (1944), Miguel Espejo (1948), Mónica Undiano (1958) y Oscar Augusto Berengan (1949).

Es de destacar, finalmente, los listados de colaboradores que no pertenecen a esta provincia. Por las páginas de Paz, entre otros, pasan: Rubén Vasconi, Elvio Aroldo Ávila, Arturo Berenguer Carisomo, Nilda Correa de Vasconi, Félix Coluccio, Perpetua Flores, Atahualpa Yupanqui. Mientras que por las de Groppa: Juan Filloy, Rodolfo Kusch, Leo Masliah, Marco Denevi, Michi Strausfeld, Julio Ardiles Gray, Raúl Gustavo Aguirre, David Lagmanovich, Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, María Luisa Valenzuela, Aldo Parfeniuk, Manuel J. Castilla, Aldo Pellegrini, Rodolfo Alonso y otros.

Basta con observar los nombres con que cada director refuerza sus filas para entender la posición de cada uno: regionalismo, por un lado, y universalismo, por otro. O, para decirlo en otros términos, pintoresquismo contra esencialidad. Las distintas selecciones permiten entender, además, por qué no fue necesario una declaración de hostilidades: la batalla estaba decidida antes de comenzar.


Fotografía: Néstor Groppa y Héctor Tizón.


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[1] Si bien ambos fueron reconocidos explícitamente por sus pares en un trabajo que edité recientemente: Encuesta a la literatura jujeña contemporánea (San Salvador de Jujuy, Perro Pila, 2006); los premios que habían obtenido ya los posicionaban en lugares centrales. Groppa obtuvo el Primer Premio Regional de Poesía, zona NOA, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, en el trienio 1977-1980; Mención Especial al Premio Nacional de Poesía de la Secretaría de Cultura de la Nación, trienio 1980-1983; además, fue distinguido como Ciudadano Ilustre de San Salvador de Jujuy, en 1987; Ciudadano Benemérito de San Salvador de Jujuy, en 1995; Miembro de número de la Academia Argentina de Letras, en 1996, y Profesor Extraordinario de la Universidad Nacional de Jujuy, en 1997. Tizón, por su parte, obtuvo la Orden de las Artes y las Letras en grado de Caballero, otorgada por el gobierno de Francia, en 1994; el Premio de la Academia Argentina de Letras en novela, bienio 1993-1995, en 1995; el Premio Consagración Nacional otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, en 1996; también fue elegido Miembro de número de la Academia Argentina de Letras, en el mismo año; Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes, en 2000, y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Tucumán, en 2005. Los dos poseen otras distinciones que he obviado para los fines de este trabajo: plantear un panorama general, antes que seguir trayectorias individuales.

[2] Héctor Tizón, “Tarja a lo lejos”, en la reedición facsimilar de Tarja, volumen I (San Salvador de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 1989). El primer número de la revista apareció a fines de 1955; el último –el 16– en julio de 1960. En total, 422 páginas que reafirman “la voluntad casi heroica de los grupos que difunden la cultura a través de un empeño sostenido y ejemplar”, como publicó La Nación, Buenos Aires, 6 de enero de 1957.

[3] El estudio fue realizado por Jorge Castro, Arturo Álvarez y quien esto escribe en el marco de un proyecto de investigación subsidiado por la Secretaría de Ciencia, Técnica y Estudios Regionales de la UNJu.

[4] Para un juicio más detallado de estos autores, véanse las consideraciones que realiza Andrés Fidalgo en su Panorama de la literatura jujeña (Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1975).

jueves, 25 de octubre de 2007

El fin de la inocencia 2

Campo literario jujeño en la década del noventa: El método

Pierre Bourdieu
La noción de campo intelectual fue elaborada por Pierre Bourdieu (1930-2002) a partir de un extenso programa de investigaciones desarrollado en los años sesenta.[1] Él había comenzado con el estudio del sistema de educación francés; trabajo que después se extendió a otros campos del conocimiento como la formación de elites intelectuales, el lugar de los profesionales, la apreciación artística y las formas de consumo estético, el campo de las academias (homo academicus), el campo político (zoo politikon) y el problema de la representación, entre otras cuestiones.
Para el sociólogo francés, el campo intelectual es semejante a un campo magnético que está constituido por un sistema de líneas de fuerzas –que se oponen, que se agregan– y que le confieren una estructura específica. El campo, además, se construye a lo largo del tiempo (diacronía) y funciona en un determinado momento (sincronía). Una condición debe presentar el campo intelectual: disponer de una autonomía relativa; es decir, tiene que estar regido por sus propias leyes.
El orden intelectual, por lo tanto, posee características que lo distinguen de los poderes tradicionales (y, en muchos casos, en franca oposición): el económico, el político y el religioso. Esto significa que, en este campo, existen instancias específicas de selección y de consagración.
En consecuencia, nadie puede afirmar que escribe en el vacío. Todo escritor necesita un campo intelectual en el cual ubicar su producción. Y el primer campo intelectual que integra es el sistema provincial o regional que habita.


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[1] Para recorrer las distintas etapas del recorrido intelectual en la dilucidación del concepto de campo intelectual, resulta recomendable leer Campo de poder, campo intelectual: Itinerario de un concepto (Buenos Aires, Quadrata, 2003; traducción de Alberto C. Escurrida), obra que contiene una serie de artículos breves en los que Bourdieu (re)define el concepto según las diversas esferas en las que el campo intelectual es analizado: artístico, literario, académico, etc.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El fin de la inocencia 1

Campo literario jujeño en la década del noventa: Introducción

“¿Qué es una metáfora?”

Mario

Un autor y su obra siempre están afectados por las relaciones sociales que establece el campo literario al que pertenecen. Una escena de Il Postino (dirigida por Michael Radford, estrenada en 1994) puede ayudarnos a entender este concepto. Seguramente todos recordamos el film: Mario (Massimo Troisi) consigue trabajo temporario como cartero, en una isla de Italia, debido a la llegada de un exiliado reconocido: Pablo Neruda (Philippe Noiret). El cartero apenas cuenta con las destrezas básicas de la lecto-escritura e ignora, entre otras cosas, el significado de la metáfora; pero es capaz de construir una gran amistad con el poeta. Y, además, es un hombre dispuesto a enamorar a Beatrice (Maria Grazia Cucinotta), aunque para lograr su objetivo deba plagiar los versos del importante recién llegado.

La escena que significa la presentación del nuevo poeta es la siguiente: los amigos entran en la única taberna del lugar, solicitan dos vasos de vino tinto y “una pluma para escribir”, dice Neruda. Cuando Beatrice cumple con el pedido, el hombre mayor –con un gesto paternal– le toma de la mano y le solicita que se quede un momento. Ella lo mira con sorpresa y él escribe una dedicatoria que trasciende el ámbito privado: “A Mario, mi íntimo amigo y compañero. Pablo Neruda”. Y, para que no queden dudas, le dice: “Ya encontraste la poesía. Si por casualidad quieres escribirla, ya tienes el cuaderno”.

La posición del poeta chileno en el campo literario representa un espaldarazo indiscutible para Mario y significa, en este caso puntual, la posibilidad de conquistar a la hermosa mesera. Por otro lado, el cartero asume la representación de todos los que carecemos de originalidad poética pero sabemos que la poesía nos ayuda a vivir.

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jueves, 4 de octubre de 2007

Periodistas, escritores y bloggers

Estimados lectores:

El 10 de octubre aparecerá el libro Periodistas: Sin ustedes, el mundo estaría al revés, una compilación de artículos que edita la Universidad Nacional de Jujuy.

En esta obra se incluyen textos de: Beatriz Sarlo, Eduardo Berti, Luis Alberto Quevedo, Vicente Verdú, José Pablo Feinmann, Ernesto “Che” Guevara, Arturo Pérez-Reverte, Víctor Hugo Ghitta, Ariana Vacchieri, Nicolás Casullo, Orlando Barone, Susana Viau, Bernard Pívot, Ana María Vara, Hugo Caligaris, Raúl Alzogaray, Claudio Fantini, Roberto Arlt, Abelardo Castillo, Ricardo Piglia, Carlos Gazzera, Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky, Gabriel García Márquez, Lilia Ferreyra, Osvaldo Aguirre, Carlos Gamerro, Silvina Friera, Truman Capote, Jorge Lanata, Ernesto Tiffenberg, Joaquín Morales Solá, Sandra Russo, Andrew Graham Yooll, Manuel Vicent, Diego Rottman, Karl Kraus, Guillermo Piro, Enric Castelló y Adriana Schettini.

A continuación algunos fragmentos:

· Hay destrezas madres y destrezas hijas. La lectura y la escritura son algo así como la marcha sobre las dos piernas con el cuerpo erecto: se necesitaron millones de años para llegar a ella y todavía sigue siendo el modo de desplazamiento material básico de los humanos y hasta para moverse por la luna fue necesario saber caminar. No siempre el último invento anula todos los anteriores” (Beatriz Sarlo).

· “Leer en una pantalla no es lo mismo que leer en un códice.A diferencia de los libros impresos que sólo ofrecen márgenes o resquicios en blanco, con el texto eléctronico no sólo puede el lector intervenir para someter los contenidos a múltiples operaciones sino, más aún, “puede convertirse en su coautor”, lo que trastoca sin precedentes las antiguas relaciones entre lector y texto” (Eduardo Berti).

· “El vínculo que establece el televidente con el televisor es muy complejo. Una de sus características consiste en que el espectador desea ver ciertos programas porque hay millones de personas que los ven y él no quiere quedar afuera de las conversaciones. Ocurre que, en definitiva, la televisión no es una tecnología, sino un discurso: construye lazos con los otros, con las demás personas” (Luis Alberto Quevedo).

· “En [la revista] Focus hay dibujos, infografía, mucha foto, mucho cuadro sinóptico, despieces entre un texto más lacónico. Es el ejemplo conspicuo de la nueva generación windows. El CD-ROM convertido en papel, la pantalla hecha página. Muchos jóvenes tienden a comprar Focus antes que Der Spiegel, prefieren el fast-food al estofado, el impacto a la meditación. Pronto, se dice, todos los periódicos se harán así. El diseño prevalece sobre el buen texto; la visualización, sobre la reflexión. El focus sobre el locus. He aquí el zeitgeist; el flamante espíritu de esta época” (Vicente Verdú).

· El viento es la imagen de la libertad y toda revolución busca instaurar la libertad, ya que viene, ante todo, a liberar a los oprimidos. Así, es la libertad, es la liberación de los oprimidos lo que se lee en los pelos agitados del Che. También es “el extraño de pelo largo”. Un rockero. Un eterno joven. Y la mirada profunda, los ojos oscuros, la nariz dilatada como si oliera al viento y lo saboreara, los labios firmes y la barba rala, y la boina con la estrella. Y esa estrella es la suya. El Che es una star. Una superestar. Un Jesucristo superestar”. (José Pablo Feinmann).

· La tropa de Sánchez Mosquera nos había tomado alguna delantera y poco después se oían unos tiros; rápidamente bajamos la ladera, buscando entre las dificultades del terreno el mejor camino para llegar a la retaguardia; sabíamos que Camilo había actuado. Nos demoró bastante llegar a la última casa antes de la subida; íbamos con muchas precauciones, imaginando a cada momento encontrar al enemigo. El tiroteo había sido nutrido pero no había durado mucho, todos estábamos en tensa expectativa” (Ernesto “Che” Guevara).

· “Era lo que ellos llamaban territorio comanche en jerga del oficio. Para un reportero en una guerra, ése es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta. El lugar donde los caminos están desiertos y las casas son ruinas chamuscadas; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando. Donde no ves los fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti” (Arturo Pérez-Reverte).

· “Arturo Pérez Reverte contó la historia espeluznante en un café de Buenos Aires. Durante los enfrentamientos en Serbia, adonde había sido enviado como corresponsal de guerra por la televisión española, visitó un hospital atestado de heridos en compañía de un camarógrafo; en medio del paisaje desolador, se acercó a un soldado que estaba tendido sobre un camastro, con medio cuerpo ensangrentado, y lo pisó: el grito desgarrador fue la imagen más lacerante del conflicto serbio que ese día entregó la televisión europea” (Víctor Hugo Ghitta).

· La televisión nació maldita. Fue, casi desde su inicio, una mezcla de hija boba y mala de la película. Desde diferentes perspectivas políticas, ideológicas y teóricas y con matices a veces muy marcados en la evaluación de sus efectos sobre las personas, fue considerada como el factor más fuerte de integración social que se haya conocido jamás” (Ariana Vacchieri).

· “Hace mucho que murió el tiempo de los mitines, los oradores de esquina o de sótanos, los candidatos sobre una tarima de plaza como Arturo Jauretche o Alfredo Palacios con una oratoria encendida y solemne clamando por la reparación de la patria. Tal vez esas fueran ideas, quizás, o retóricas que nos hacían pensar que un político en elecciones era sobre todo buena labia y acto público. También un mundo social mucho más ingenuo y menos lleno de consumos, donde Balbín hablaba un par de veces al año, pero no participaba de nueve minientrevistas de televisión por semana y treinta y seis por radio” (Nicolás Casullo).

· “Los medios agitan el aire desde temprano; comunicadores todavía somnolientos salen a la caza de un título. ¡Albricias! Se relamen cuando logran la captura oral del día. Esa frase insidiosa que sirve para martillar a troche y moche en los oídos. La sustancia es lo de menos. Cuanto más se lo incita más se logra fecundar en el político una declaración efectista que le da sentido a la demanda y al negocio. El circuito es éste: alguien dice algo picante, otro le responde con wasabi y con chili; se instiga a otros a hablar sobre lo que dijeron aquellos aunque no lo hayan escuchado, y ya se ha armado el despelote. (Orlando Barone).

· En fin, qué remedio, de noche todos los gatos pueden soñar con ser pardos. Pero ya de mañana alguien debería hacer la caridad de recordar a quien corresponda que la entrevista es un género con reglas propias. Un género traicionero y maldito (cabrón, Verónica Lozano, muy cabrón) que se ne frega en las narices respingadas y castiga sin piedad la estupidez humana: James Lipton, Bernard Pivot, Jesús Quintero, tres maestros en esa ingeniería que conduce a la revelación del alma y el pensamiento ajenos, no fueron seleccionados en un casting” (Susana Viau).

· Yo no soy escritor. Así, mi programa no era una conversación entre colegas, un pulso entre escritores, un coto cerrado. ¡Eso hubiera alejado al telespectador! Yo era un periodista que preguntaba, y lo hacía poniéndome en lugar del espectador. Quien haga un programa sobre libros, ¡mejor que no publique libros, que no sea escritor!” (Bernard Pívot).

· “‘Para fundar una disciplina no alcanza con inventar un término’, concedió astutamente Régis Debray cuando lo urgieron a caracterizar la mediología, nueva área de estudios que intenta imponer en los medios académicos. Y el intelectual que en los años 60 acompañó al Che Guevara y en los 80 a François Mitterrand ensayó enseguida, si no una definición, al menos una descripción: ‘Bajo este nombre se ha agrupado, con el correr de los años, una variedad de investigaciones originales en las que se cruzan filósofos, historiadores de la técnica, expertos en estética y estudiosos de la comunicación informática’” (Ana María Vara).

· “Monstruoso, despiadado, el televisor elimina a pobres angelitos con la guillotina del rating. Sólo un monstruo puede sobrevivir en un entorno semejante. Ciclos antes frecuentados por intérpretes líricos y maestros de la oratoria universal han debido disponer que sus invitados transmutaran en nigromantes, numerólogos, hechiceras y superhéroes. Se logra por este procedimiento no sólo la supervivencia, sino el renacimiento y aun la multiplicación de los monstruos: de un Alien muerto pueden nacer numerosos monstruitos” (Hugo Caligaris).

· La víspera del día de brujas de 1938, una radio estadounidense transmitió en vivo, durante una hora, los pormenores de la primera invasión marciana. Los extraterrestres habían descendido al atardecer en una granja de Nueva Jersey y atacaron a los vecinos con rayos caloríferos y gas tóxico. Muchos oyentes se asustaron, algunos aprestaron sus armas y se atrincheraron en sus casas. La policía recibió numerosas llamadas que denunciaban la presencia de máquinas gigantes. Varias personas afirmaron haber olido el gas tóxico o sentido en el aire el calor de los rayos. Hubo quien aseguró haberse descompuesto a causa del gas y quien dijo haber visto las llamas de los incendios provocados por los marcianos” (Raúl Alzogaray).

· “Los personajes de ficción creados por Roberto Arlt y los personajes reales que inspiraron a Truman Capote para escribir A sangre fría, parecen explicar una de las violencias que atormenta a la Argentina. Esa violencia se expresa a través de la abyección y de la imbecilidad, pero no tiene que ver con el hambre ni con la exclusión social. Por eso, para explicarla no alcanza la sociología. Hay que cerrar los manuales y buscar en la literatura. Allí están los personajes que cometieron esos crímenes pertenecientes a lo que he llamado la violencia de la mediocridad” (Claudio Fantini).

· Todos nosotros, los que escribimos y firmamos, lo hacemos para ganarnos el puchero. Nada más. Y para ganarnos el puchero no vacilamos en afirmar que lo blanco es negro y viceversa. La gente busca la verdad y nosotros le damos moneda falsa. Es el oficio, el metier. La gente cree que recibe la mercadería legítima y cree que es materia prima, cuando apenas se trata de una falsificación burda, de otras falsificaciones que también se inspiraron en falsificaciones” (Roberto Arlt).

· “Hasta 1958, siete años después a partir de aquella tarde, no leería ninguna obra de Arlt; pero aquella tarde, gracias a la solapa del libro que me dieron en la biblioteca, supe que Arlt había ganado el Premio Municipal. No sé si hace falta agregar algo. Yo tenía quince años y vivía en un pueblo; yo creía en la solapa de los libros y en los premios literarios” (Abelardo Castillo).

· “Él tenía su lugar en el periodismo, un lugar muy contradictorio, con el que tenía muchos conflictos. Era muy conocido por sus crónicas y demás, pero en un momento, después de su muerte, su literatura empieza a quedar relegada a un lugar ajeno a los lugares centrales del debate. Y yo creo que el público, los lectores siguieron leyendo a Arlt, a veces incluso, leyeron a Arlt antes que a Borges. En el caso de Arlt fue la fidelidad de ese público, de ese lector que se iba construyendo de generación en generación, y que siempre volvía a los textos de Arlt, y que estaba adelante de los críticos, que en general seguían tratándolo con cierta suficiencia, con cierta superioridad” (Ricardo Piglia).

· “Una imagen que aún me queda grabada en la mente es la de Ricardo Piglia abrazado a ese cheque de la Editorial Planeta... Esa imagen, creo, fue para mí tan desconcertante, tan profundamente dolorosa como la caída del Muro de Berlín. Y no porque piense que el Muro estuviera bien o la plata no fuera necesaria para un escritor como Piglia. No. Lo digo en el sentido figurado de lo que ese cheque y esa caída del muro significaron: la sepultura -por la peor de las vías- de eso que sentimos como la utopía” (Carlos Gazzera).

· “Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: ‘Viva la patria’, sino que dijo: ‘No me dejen solo, hijos de puta’” (Rodolfo Walsh).

· “Conocí a Rodolfo Walsh cuando regresó de Cuba donde participó en la creación de la agencia Prensa Latina y, sin más ayuda que un manual de criptografía para aficionados conseguido en una librería de viejo de La Habana, descifró los cables secretos con el plan de la invasión organizada por la CIA desde Guatemala, que entraron por casualidad en una radioteletipo que la agencia noticiosa usaba para monitorear el servicio de la competencia” (Horacio Verbitsky).

· “Tenía los ojos claros y risueños detrás de los cristales de miope con monturas gruesas de carey, tenía una calvicie incipiente con mechones flotantes y pálidos y su piel era dura y con viejas grietas solares, como la piel de un cazador en reposo. Aquella noche, como casi siempre en La Habana, llevaba un pantalón de paño muy oscuro y una camisa blanca, sin corbata, con las mangas enrolladas hasta los codos. Masetti me preguntó: ‘¿De qué tiene cara Rodolfo?’ No tuve que pensar la respuesta porque era demasiado evidente. ‘De pastor protestante’, contesté” (Gabriel García Márquez).

· “Como una piedra en el agua, el concepto se ampliaba en la concisión de tres cláusulas: ‘Lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades’. En las noches, me leía cada párrafo atisbando mi gesto de duda, rechazo o aprobación ante un adjetivo o una palabra de más o de menos que debilitara un concepto o alterara su ritmo. ‘Estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las tres armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno’. La precisión y contundencia de un golpe de timbal” (Lilia Ferreyra).

· “Walsh es un lector y un escritor lento. Lo ha dicho él mismo: ‘he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto’. Hace el tipo de lectura de un corrector, el que lee lo que falta y lo que excede a un texto” (Osvaldo Aguirre).

· “Ha sido frecuente atacar la presunción de Capote, demostrando que hubo novelas de no ficción antes de la suya. Entre ellas, Operación masacre de Rodolfo Walsh, que los argentinos proponemos como verdadera fundadora del género con la misma tozudez con que pregonamos nuestra potestad sobre el colectivo, la birome y el dulce de leche” (Carlos Gamerro).

· “El verdadero enfant terrible de la literatura estadounidense, el pionero del nuevo periodismo, el autor de la novela-reportaje A sangre fría, llevaría hasta las últimas consecuencias una sentencia que leyó detrás del mostrador del café de su barrio (registrada en la crónica ‘Nueva Orleans’ de Los perros ladran): ‘No te preocupes por la vida... de ella nunca saldrás vivo’” (Silvina Friera).

· “Un día, empecé a escribir, sin saber que me había encadenado, de por vida, a un amo noble pero despiadado. Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación” (Truman Capote).

· En un momento en que la mayoría del periodismo mundial se solaza con calcar esquemas de lejanía informativa del tipo de USA Today -texto escueto, pretendidamente farmacéutico-, la propuesta de este diario es exactamente inversa; para Página/12 se trata de buscar una relación más humana con el lector, que juegue con estereotipos propios y ajenos, en los que importe más la identificación emocional que el distanciamiento supuestamente objetivo. La adhesión humana no es siempre ideológica, ex profeso la definición editorial de este diario se ha dado sólo en tres o cuatro puntos repetidos hasta la exasperación: derechos humanos, política económica en contra de la concentración empresaria, democratización de la sociedad en todos los niveles y política antinuclear” (Jorge Lanata y Ernesto Tiffenberg).

· “El periodista no tiene horario, ni fin de semana, ni vacaciones aseguradas. Aún ahora, después de 30 años de profesión, cuando uno cree que pudo conseguir algunos beneficios, todavía no sé cuándo empieza ni cuándo termina mi trabajo todos los días. Desde que la crisis argentina tomó un ritmo tan vertiginoso, volví a perder los fines de semana, porque mi columna del domingo la termino de editar los sábados a última hora” (Joaquín Morales Solá).

· “La escritura es una camisa que el lector debe desabotonar por sí mismo. Hay que tener coraje para escribir vestido y ofrecerse a ser desvestido por el lector que uno se merezca” (Sandra Russo).

· “Los nuevos periodistas se destacan por su tremenda energía. Los cronistas de mi generación llegaban a viejos. Ahora veo que para recoger información en la calle hay que ser más joven. Estar en la calle es estar a prueba permanentemente. De cronista hay que jubilarse a los 29 años y después conseguir un trabajo en la redacción” (Andrew Graham Yooll).

· “Periodista es ese tipo que escribe a toda velocidad de cosas que generalmente ignora y lo hace de noche y la mayoría de las veces cansado o borracho y que no teniendo talento para ser escritor ni coraje para ser policía se queda sólo en un chismoso o en simple confidente. Esto es un alarde de masoquismo. Yo soy periodista, aunque, como dijo alguien, prefiero que en casa sigan creyendo que toco el piano en un burdel” (Manuel Vicent).

· “Karl Kraus detestaba la parcialidad de la prensa y aspiraba a la neutralidad informativa. Y aunque no lo logró (sus artículos tenían una fuerte carga de opinión) sus ataques a lectores, políticos, psicoanalistas y, sobre todo, periodistas están cargados de una ironía feroz, que en muchos casos conserva, un siglo más tarde, toda su vigencia. Es en esa contradicción donde está el verdadero valor de sus escritos” (Diego Rottman).

· “No esperen de mí una palabra, tampoco podría decir nada nuevo. En la habitación donde estoy hay un ruido horrendo: carros de guerra, ediciones de la prensa voceada como batalla ganada: quienes nada tienen que decir ahora, porque de hecho tienen la palabra, continúan hablando. Quien tenga algo que decir, que de un paso al frente y calle para siempre” (Karl Kraus).

· “Cuando Sergei Esenin se suicidó en 1926, cortándose una vena, escribiendo un poema con su sangre (‘En esta vida no es nuevo morir,/ pero vivir tampoco es nuevo’) y luego colgándose con una soga atada a uno de los tubos de la cañería de agua de la habitación que ocupaba en un hotel de Leningrado, hubo una voz que se levantó para llorarlo. Maiacovski escribió un poema en su memoria, cuatro de cuyos versos decían: ‘Tal vez,/ si hubiese habido tinta en el hotel Inglaterra,/ no habría tenido razones/ para cortarse las venas’” (Guillermo Piro).

· “Un compañero de trabajo me dijo un día que los medios en Internet nunca serían masivos mientras obligaran al público a leer. Quizás tenía razón. ‘Leer –comentaba– es un esfuerzo que mucha gente no está dispuesto a realizar, y menos sobre una pantalla’. Esfuerzo mental y físico, esfuerzo en tiempo y dedicación. Y quizás esté en lo cierto: la pantalla es un artilugio que se inventó para mirar, no para leer” (Enric Castelló).

· En el mundo se está desarrollando una tendencia que en la Argentina aún es embrionaria: la de los periodistas profesionales con blog propio. Su situación de bloggers es diferente de la que sustentan en los medios. En la web, carecen de la cadena de jerarquías profesionales que hace que sus trabajos pasen por diversas instancias de control de calidad; el blog es, mayormente, un espacio unipersonal: yo lo pienso, yo lo escribo, yo lo edito, yo lo posteo. En el universo tradicional, la credibilidad del periodista está avalada por el medio. En el blog, la única garantía es su firma y, al igual que el resto de los bloggers, necesita procurarse lectores” (Adriana Schettini).


martes, 2 de octubre de 2007

Tres historias de hombres infames

Todos los vecinos ayudan a Agustina. Ella pasa después de las nueve de la noche y en cada casa recibe restos de comida, algunas monedas y, de vez en cuando, útiles escolares. ¿Cómo es que la desgracia se adueñó de ella y sus tres hijos? Quizás todo comenzó cuando su marido volvía borracho después de haber cobrado algunas changas y la golpeaba. Más tarde, cierta tranquilidad llegó a la vida de esta mujer: el golpeador abandonó a la familia y nadie supo más nada de él. Ni siquiera volvió cuando el hijo mayor apareció ahorcado en la seccional del barrio.

Juan estaba por cumplir los dieciocho y había empezado a deambular, junto a sus amigos, por otros barrios. Estaba en la edad en que los jóvenes sienten la obligación de buscar mujeres para el levante. Una madrugada, a la salida de un boliche, el hijo mayor de Agustina se vio envuelto en una pelea de borrachos y, para su desgracia, esa vez la policía se presentó rápidamente.

Una trompada en la nuca lo había dejado mareado y tambaleante. Por eso, él no tuvo la agilidad que sí tuvieron el resto de los contrincantes y fue detenido. A partir de ahí, el resto de la historia se completa con suposiciones.

La versión oficial dice que el joven se ahorcó con su campera: una manga estaba atada a un tirante y la otra envolvía el cuello. Para los amigos de Juan eso nunca podría haber ocurrido porque no estaba ni borracho, ni tenía estados depresivos y la circunstancia en que fue detenido dejaba muchas dudas. Para la madre, que no tiene más fundamento que lo que le dicta el corazón, su hijo nunca hubiese querido provocar un daño ni mucho menos hacerla sufrir.

El hecho ocurrió hace dos años y circuló como un rumor que se fue deformando a medida que se transmitía. Para colmo, Agustina no tiene trabajo fijo, ni siquiera tiene una de las ayudas económicas que brinda el gobierno o algunas de las organizaciones sociales. Sin formación laboral y sin una voz que interese a los medios masivos, tiene miedo por sus dos hijos y no dispone del respaldo que va más allá de la solidaridad acotada de sus vecinos.

Nadie pidió por ella; yo no hice nada. Si recién ahora escribo sobre este caso es porque no puedo aguantar el óxido que tengo en la garganta y porque sé que si no lo cuento, mi cuerpo se llenará de herrumbre.


El caso Marcuzzi

La persona que me contó el drama de Agustina inmediatamente recordó un hecho que sacudió a toda la provincia en los últimos días de 1997: el asesinato de Juan Marcuzzi en la carnicería de su familia. Según uno de los abogados del padre de la víctima, se trató de “un crimen por encargo”.

En el sangriento episodio murieron, además, dos delincuentes y un policía. En tanto que el padre del joven asesinado salvó milagrosamente su vida. El caso fue tan impactante que los diarios de tirada nacional no pudieron dejar de mencionarlo. Así, la corresponsal de Clarín escribió que se trató de un “brutal asalto comando a una carnicería”. Por su parte, Raúl Noro, en La Nación, relató que: “Cuatro muertos (entre ellos un policía, dos delincuentes y el hijo del dueño de un conocido negocio de venta de carnes) y tres heridos fue el resultado de un espectacular asalto, que tuvo visos impensados por la toma de rehenes, que luego fueron liberados, y por un violento tiroteo que se prolongó por lo menos tres horas, en un concurrido barrio comercial de esta capital”.

Posteriormente, hubo un primer juicio en el que se condenó a Gustavo Medina por robo calificado y homicidio; el condenado, es necesario recordarlo, fue el único de los asaltantes que no fue abatido por el personal policial. Más tarde, el comisario Héctor Francisco Burgos fue condenado por el delito de robo y falta a los deberes de funcionario público. Burgos, una vez que la balacera había terminado en aquella fatídica noche, simuló que estaba herido y se retiró con una parte del botín. Cuando se lo juzgó el padre de Juan Marcuzzi exclamó: “A mí no me interesa lo que pueda haber pasado con esa plata. A mí lo que me interesa es saber la verdad. Mataron a mi hijo. ¡Yo quiero Justicia!”.

En los primeros días del mes pasado, la policía detuvo a Daniel Eduardo Gianinetto, quien está procesado por su participación en el sangriento asalto y era, según un diario local, “una de las personas más buscadas de Interpol”. La detención podría permitir la unión de varios eslabones sueltos, ya que según el padre del joven Marcuzzi existe una cadena de encubrimientos por parte de los autores del aquel violento hecho.

El próximo 23 de diciembre se van a cumplir diez años de aquel caso que todavía tiene varias interrogantes.


Un genocida en San Salvador de Jujuy

El miércoles 26 de setiembre, Luciano Benjamín Menéndez fue citado a declarar en la causa penal por el secuestro y desaparición de la maestra Dominga Álvarez de Scurta. El genocida había sido comandante del Tercer Cuerpo del Ejército que bajo su jurisdicción estaban las provincias del norte. Él, además de ser un protagonista central de la última dictadura, también ocupó el centro de la escena mediática el 21 de agosto de 1984.

En aquel día, a la salida de un canal de televisión, envuelto en sobretodo oscuro como un uniforme, el genocida sacó un cuchillo con el que intentó atacar a un grupo de manifestantes que lo insultaba. Dos personas también formaron parte de la escena (imagen que después, congelada en una fotografía, obtuvo el premio Rey de España de fotoperiosimo): estaban a los costados del cuchillero. La expresión de los hombres que aparecen sin sobretodo era de temor. Podrían no temer a Menéndez, pero de algo no dudaban: sabían que él era temible. Seguramente conocían las consecuencias fatales de su furia y por eso intentaron frenarlo con desesperación.

En nuestra ciudad, Menéndez -asistido por su abogado defensor Horacio Conesa Mones Ruiz- se negó a declarar y la imagen que trascendió a los medios -esta vez- fue patética. El miedo se apoderó del rostro de Menéndez, quien tuvo que ser sacado por personal de seguridad en un operativo muy cuidado.

El “empeño” de los hombres uniformados (policías, gendarmes y penitenciarios) fue justificado, según el semanario El expreso del 28 de setiembre, a fin de evitar que los embravecidos reclamantes le hicieron daño al represor, “como si no se lo mereciera”, remata la publicación.

En este punto vale hacer una aclaración: el reclamo de las madres y los familiares de detenidos desaparecidos de Jujuy es por un acto de justicia, no por un acto de venganza. Muchos de los manifestantes (“miles”, según la citada publicación) y unos pocos periodistas parecerían que no entienden esta diferencia. Los destrozos realizados en el edifico donde funciona el Juzgado Federal y la escasa crítica periodística, así lo demuestran.

Para que quede bien claro: Menéndez, como todo genocida, se merece el repudio generalizado. Debe ser juzgado y condenado por los crímenes que cometió y, en el caso de Jujuy, por los crímenes que permitió que se cometieran, como el de Dominga Álvarez de Scurta y otros casos que superan el centenar. Lo que no se merece es que lo golpeen en un acto de venganza.


Una historia de la violencia

El pensador alemán Walter Benjamin es recordado porque, entre otras actitudes, supo mantener un feroz combate contra de la actitud de anticuario que profesan los que se dedican a escribir la historia. El pensador alemán se oponía a pensar el presente desvinculado del pasado. Para él, lo sucedido no debía estar encerrado en una especie de mausoleo en el que se encuentran solamente muertes y fósiles que apenas sirven para que los historiadores del futuro tengan con qué entretenerse.

Hay historias que sólo hablan de las clases dominantes y relegan -o mejor: clausuran- todo lo que tenga que ver con las víctimas que pertenecen a los sectores populares. En el caso del hijo de Agustina, no hay ningún abogado que pida justicia. Me pregunto cuántos casos como éste existirán. Y también qué acciones podemos hacer, dentro de nuestros límites y según nuestras posibilidades, para que los hombres infames sean juzgados.

En el caso Marcuzzi, más allá de las muertes, lo lamentable es que un jefe policial, cuya función debería ser evitar la delincuencia, haya robado parte del botín y que tengan que pasar muchos años para conocer la verdad.

Finalmente, la presencia de Menéndez en esta ciudad no debería hacernos olvidar que existen otros responsables directos del secuestro y posterior asesinato de la maestra. En mi libro Con vida los llevaron figuran los nombres de varios integrantes de las secta de la picana de aquellos nefastos años. Y también están algunos nombres de civiles que colaboraron con la tarea. Sin ir más lejos, aparece el nombre de quien ofició como testigo de la detención de Dominga Álvarez de Scurta por parte de Ernesto Jaig y sus esbirros. Es el mismo que, en el penúltimo año de la dictadura, asumió como ministro de Gobierno de Jujuy. ¿A que no saben de quién estoy hablando mientras por primera vez en mi vida escribo llorando para que el óxido acumulado salga de mi garganta?

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