viernes, 29 de julio de 2011

Traicionar a la tradición

Dibujo de Manuel Ortega
Los sucesos trágicos de Libertador General San Martín llevaron, rápidamente, a varias personas a relacionarlos con los siniestros apagones en la que se secuestró, torturó y asesinó a varias decenas de trabajadores y estudiantes de esa ciudad. Tienen razón en, por lo menos, un punto de coincidencia: existen fuerzas represivas que actúan en favor de una empresa que apoyó a desaparecedores (la carta que Carlos Pedro Blaquier enviara a su amigo "Joe" Martínez de Hoz, el 29 de junio de 1978, es prueba suficiente).
Ahora bien, el hecho de que uno de los muertos sea de la misma policía y que muchos jóvenes estén enrolados en esa fuerza a falta de una posibilidad laboral, nos debería hacer pensar sobre la situación que viven muchos de ellos. Obligados a ser fuerza de choque, muchas veces frente a sus propios amigos ya que en Jujuy, no lo olvidemos, la gran mayoría podemos reconocernos o, por lo menos, tener referencia de las personas con las que tratamos o vemos.
Supongo que, en su formación, a los futuros policías les enseñan que hay que proteger la vida de los ciudadanos. Lo que dudo es sobre lo que no se le enseña al futuro miembro de la fuerza policial: cuál es la imagen negativa que portará por el solo hecho de formar parte de una institución que tienen una tradición de reprimir, torturar y matar personas. No nos olvidemos que, a fines de los setenta, la escuela de Policía funcionaba en el mismo predio donde estaba el tenebroso Centro Clandestino de Detención de la localidad de Guerrero. Esa marca, lamentablemente, es muy fuerte.
Ningún oficial de estos tiempos democráticos puede afirmar que es conveniente torturar a los sospechosos, pero no todos los discursos circulan en afirmaciones explícitas, también hay discurso que circulan secretamente y se filtran en eso que los pedagogos llaman currículum oculto.
Los que investigamos sobre cuestiones referidas a las atrocidades de la dictadura somos, en alguna medida, responsables de que ciertas prácticas no sean desterradas. Digo esto porque no nos metemos en la institución que forma a los policías. No opinamos sobre el aspecto formativo. No exigimos que la institución policial revise su accionar. ¿Es que acaso nos olvidamos que el torturador más despiadado de Jujuy se llamó Ernesto Jaig y estaba al frente del comando Radioeléctrico en los tiempos de la dictadura?
¿Por qué ninguno de nosotros no dijo nada cuando, hace unos años, la Policía editó un libro institucional con un prólogo justificatorio de Jorge Albarracín, por entonces presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) filial Jujuy?
No me estoy olvidando de que murieron cuatro personas. Que el gobernador se llama Walter Basilio Barrionuevo. Que el ingenio Ledesma sigue siendo una empresa tan poderosa desde hace varias décadas. No me olvido de ellos, simplemente quiero decir que hay otras cuestiones en las que no tenemos que involucrar los que tenemos algún tipo de formación y responsabilidad.
Ser solidarios con las víctimas hoy no es suficiente. Como tampoco lo es escribir esta nota o colocar "me gusta".

1 comentario:

Insomnya dijo...

el asunto me parece es discutir, hacer manifiesto aquello que subyace en nuestros cauces malvados, desterrar los discursos formadores de asesinos; etc.
me gusto leer tus palabras se me dio entre la acidez y la reflexión

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